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Opinión — ¿Y si el éxito de la fiesta del cine diera lugar a una fiesta de la música?

Recientemente y ante el éxito de la promoción “La fiesta del cine“, son muchas las voces que se han alzado para decir bien alto que el problema no era la piratería, sino los precios. Durante tres días se han producido largas colas, más de un 500% de aumento en la recaudación y un lleno absoluto en prácticamente todas las salas del país, lo que ha provocado una avalancha de reflexiones en torno al estado de la industria cinematográfica.

Pero aquí usaremos esta noticia como excusa para hablar de música, porque lo ocurrido con el cine no difiere demasiado del panorama que existe en el mercado musical desde hace ya quince años. Desde finales de los noventa, con Napster, la industria se lanzó a una batalla contra internet, las redes P2P y la descarga directa en un intento de mantener sus holgados márgenes de beneficio. Con el apoyo de los gobiernos más tarde (Ley SOPA y Ley Sinde-Wert, entre otras) la guerra no hizo más que enquistarse en un escenario cada vez más dominado por las nuevas tecnologías. Mientras tanto, las ventas de discos siguen cayendo

Pero, ¿y si se planteara una promoción similar en la música? Imaginaos que durante tres días pudiéramos comprar discos, tanto novedades como reediciones y remasterizaciones de clásicos, a un 30% de su precio habitual. Porque esa ha sido aproximadamente la rebaja que ha supuesto sobre una entrada de cine la campaña “La fiesta del cine”, así que si el precio medio de un CD en nuestro país ronda los 15€ en esta hipotética promoción podríamos adquirirlos a unos 4,95€ (por aquello de poner un precio “comercial“). No creo que a nadie se le escape que si todas las tiendas de discos de España tuvieran toda su mercancía —o gran parte de ella- a ese precio las ventas se dispararían. Y eso, teniendo en cuenta que, como en el cine, seguimos teniendo la posibilidad de obtener todo ese material en algún lugar de la red… ¿Y qué ocurriría después? Pues seguramente, después de haber comprobado el éxito de la campaña, la industria probablemente empezaría a lanzar otras promociones similares a precios un poco mayores: “si hemos vendido un 500% con discos a 4,95€ más vamos a ver qué pasa si los ponemos a 6,95€? ¿O a 9,95€?” Es decir, comenzarían a tantear al público para comprobar hasta cuánto estamos dispuestos a pagar por un disco y de qué tipo.

Este tipo de promociones pueden tener varios objetivos, como lanzar nuevos productos, fidelizar a los clientes, dar a conocer la marca o dar salida a un exceso de mercancía, pero también obtener liquidez a corto plazo. Y una hipotética promoción así tendría seguramente estos entre sus objetivos: quitarse de en medio un buen número de discos que llevan meses cogiendo polvo en las estanterías de las tiendas (los llamados depreciados), llevar de nuevo a los clientes a las tiendas para que vuelvan a degustar el sabor del consumo y, por supuesto, conseguir una buena cantidad de dinero contante y sonante que les permita seguir con su actividad. Además, si en la música se usara la misma herramienta que en la fiesta del cine, es decir, la obligación de suscribirse por correo electrónico para acceder a la promoción, pues también habría alguna empresa detrás que se haría con una importante base de datos que podrían “ser cedidos a los terceros definidos en el sitio web como patrocinadores, colaboradores y/o promotores“.

Pasado el tiempo nos daríamos cuenta que “La fiesta de la música” no provocó ningún tipo de reflexión en la industria acerca de los factores que realmente han hecho que las ventas bajen drásticamente en los últimos diez años. No lo hizo porque saben de sobra cuáles han sido siempre los problemas y, actualmente, el suyo estriba en cómo seguir ganando las mismas ingentes cantidades de dinero que antes. Y la industria del cine hará probablemente lo mismo, porque las grandes distribuidoras, empresas o mejor aún, ese ente casi fantasmagórico que se esconde detrás de la etiqueta “la industria” no está dispuesta a perder un solo trozo de su enorme pastel.


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