Si todas y cada una de las discográficas independientes españolas pudieran cumplir con buena salud sus 20 años de existencia como lo ha hecho Jabalina , más les hubiese valido a muchos echar por tierra todos los prejuicios acerca del pop que se ha gestado en nuestro país, y clamar al cielo en pos de una música que (les haya pesado o no, por la imagen de “modernos” que teníamos los defensores de muchos grupos, -algunos tristemente desaparecidos-) ha sabido luchar frente a las inclemencias de crisis de valores y una cultura en este ámbito que caminaba a la contra, además de unos gobiernos que jamás han apoyado en todos estos años a ninguna música que proviniera de corrientes ajenas al mundo comercial. Y si lo ha hecho alguno, ni me acuerdo, que me perdonen.
Que muchos sigan viviendo, por poner un ejemplo, de “La movida madrileña“, (con todos los respetos), es algo que infunde idéntica consideración que trasnochada carencia del más mínimo atisbo de interés acerca de algo nuevo que pueda parecer interesante. Pero así seguimos, así seguiremos y así lo harán luchando los grupos cuyo mensaje no es más que el que expresar su música a los seguidores que tengan en frente. Ya sea en la Sala El Sol (mítica donde las haya), o en un tablado medio derruido de un festival de música de pueblo.
Huracanes a parte, no pienso celebrar la fiesta de una discográfica como si enarbolara una senyera con un mandril en su centro, sino alegrarme no sólo en poder asistir a una celebración de una discográfica histórica (por mantener una línea coherente y un jefe, Tanis Abellán, que ha agrupado a músicos bajo un esquema de pensamiento muy digno, recordemos, desde aquel “Disco de papel” de Iluminados en 1994), sino, -sobre todo-, por tener la oportunidad acercarme a ver cómo varias generaciones de músicos hacen eso: música desde el corazón.
Estigmatizados donde buscar el norte, cuando el Sol sólo sale por el Este y se pone por el Oeste dos veces al año, el equinoccio de primavera nos llegaba de la mano de los donostiarras “Bassmatti & Vidaur” con recién estrenado álbum (“Melodías concertantes“) y el Oeste por un Parade con ocho bajo el brazo y su último “Amor y ruido“, tercero suyo editado por Jabalina, el año pasado.
“Bassmatti y Vidaur” o lo que es igual, la pareja que ha revolucionado las webs independientes nacionales con las excelentes críticas de su primer y clamoroso álbum, aparecieron (guitarra bajo el brazo) ,-en el escenario organizado por Estrella Galicia-, buscando la sombra de la inmediatez y la frescura del pop que cada cual tenemos como sombra bajo nuestros zapatos. Y si ese perfil es el ahora reencontrado “Donosti sound“, pues bendita sea la suerte.
Sin alargar los temas de los siete de su primer trabajo (más la anterior “dj invitado“), ofrecieron un directo tan luminoso como las melodías que adornan las magníficas canciones de su disco de estudio; al que no le falta ni sobra una nota, por cierto. Es lo que es y punto.
Si para muchos, La Buena Vida se encuentra en el aledaño de los arreglos melódicos de estas canciones, sin desmerecer este aspecto, les veo más cercanos a las últimas composiciones cantadas por Mikel Aguirre. Y aunque les falte ese “Vapor de carga” (prima hermana en las primeras sintonías de “Ojala os queráis toda la vida“, y en las notas altas a las mismas que ejecutaba a veces Irantzu Valencia), todo está por llegar. Las ideas las tienen y las melodías también, además de saber coordinar las letras con el compacto de los arreglos. Y si no, observen ustedes mismos la alegre simplicidad de “Carros y carretas“, a la que no le hace falta la rima para dejar ese poso de aura imaginativa y de una sorprendente falta de pompa.
Con un Yon Vidaur (extraordinario músico) con el que es siempre un placer compartir unas cuantas palabras, ex Manoukian y productor posterior de los reivindicables y también donostiarras AMA, de los cuales esperamos más de uno su siguiente colección de canciones, y un Bassmatti igual de suelto al micrófono que cuando te pega un fuerte abrazo y te agradece que compartas sus canciones, todos y cada uno de los que en su tres cuartas partes asistimos al concierto, sabemos que aquí hay leña para construir un castillo de naipes con un armazón igual de sólido que la pegada de sus amigos donostiarras.
Si existió algún fallo este fue la voz de Bassmatti, que se muestra demasiado grave, saturada, y se hacía complicado apreciar las letras de lo cantado. Pero la voz de Ángela Rubio, perfecta en “Y entonces ya será ideal”, puso el contrapunto ensoñador y clarividente para un futuro que se antoja más que prometedor.
Lo tienen casi todo con sólo unas cuantas canciones a sus espaldas. Porque de frente, a su público se lo tienen ganado. Y si no, que se lo pregunten a Carlos; aquel que bailaba en aquel inconmensurable álbum, piedra angular de la historia del pop español de todos los tiempos, y que Family aceleró en una bomba atómica de estrellas, limones y noches inventadas. Homenaje final que “Bassmatti y Vidaur” dedicaron para que termináramos tarareando aquello de ” Les veo bailar callados, sobre un amor tan fuerte, ella dirá aquello que él no se atreve“. Zorionak y a por todas. El camino está hecho.
Y apareció Parade, desde su metaluna cósmica, como una rara avis (o mejor un replicante) de nuestro sistema solar de pop de notas de colores manga, zombies y hombres de otras galaxias. Tremendamente simpático, comenzó con “Radiante estrella brillante Smith“, a cien años luz de las convenciones propias de unas letras acomodadas en esquemas aburridos y a la velocidad de la luz de la imaginación de alguien que se sabe alguien con quien hablar.
Este viajero en el tiempo murciano, que estudia las letras con un fondo de eclecticismo donde detrás se observan tramas como el amor, el tiempo, el azar (que no existe), puertas a otros mundos, y todo aquello que tenga que ver con el destino (que se ríe del libre albedrío…), encuentra su punto medio en el significado de las ilustraciones de sus letras. Así es “Determinista“. O “Si no fuera por ti” (que recuerda a Astrud), atacando a nuestro gobierno y sobre todo a nuestro ministro de educación, donde las letras se vuelven más políticamente incorrectas, dejando de lado el universo espacial para poner los pies sobre el suelo.
O “Morninha“, el diminutivo singular de “morna“, preciosa canción de “Amor y ruido“, (popular de Cabo Verde), con ese halo de amor arrabalero tan suave y excelentemente interpretado de alguien que ya lleva mucho camino cantado y andado.
Volviendo por sus fueros, “¡Asteroide!” y “Tierra postapocalíptica” con homenaje e imágenes que acompañaba a la canción de la película Mad Max, mezclando rocas y esteroides que se funden en auroras boreales de bailes y rezos, bendiciones de ritmos electrónicos. Otro homenaje a Wes Anderson en “Rushmore“, director al que recomendó Antonio Galvañ visitar en su (para mí), aburrida hasta la exasperación “El Gran Hotel Budapest“. Pero ya se sabe; el amor te levanta y te derriba; sólo el amor.
De ahí, de nuevo a sus mundos en “Reality en la Casa Encendida“, ritmo trotón para fundir lo cotidiano con lo surrealista. Y, de nuevo, homenaje al pasado más cercano: esta vez con ese genio que fue Carlos Berlanga (el segundo Carlos de la noche tras el de Family…), en una “Mujeres rusas” que le venía a Parade (por las letras y el ritmo) como anillo al dedo o como casco a su nave: “Hay cien mujeres rusas en el espacio exterior“. Para qué decir más.
Presente perfecto para dos grupos que reflejan la buena salud de una discográfica y el buen hacer de los artistas de su sello. Larga vida y enhorabuena a todos.
Texto: Ángel Del Olmo