Paul Castejón, cual multiinstrumentista, al igual que como vocalista perfectamente dotado y de soltura en actos, hace que los continentes estilísticos, las disciplinas de los músicos que en otros casos buscan las distancias, se conviertan en Pangea dentro de Neonato. El jazz, el funk, los experimentos progresivos, los arreglos más o menos acústicos, el rock musculoso, la vitalidad de un clasicismo renovado, reinventado, pueden ser transitados sin tener que salir de esta obra plural en horizontes.
Paul demuestra su valía sin parangón, un joven genio que da mil vueltas a toda esa caterva de enteradillos que por cambiar dos veces de tempo en la misma estrofa se creen que han inventado la guitarra eléctrica. Castejón, junto a un buen puñado de talentosos ejecutantes que le acompañan a lo largo de los ocho cortes de Neonato, se ha convertido por medio de un único movimiento en el rey del tablero. Ha vencido esta partida, y de seguro lo hará en futuros retos.