Pentagram han sido descritos frecuentemente desde hace años como la respuesta americana a Black Sabbath. Es una buena forma de hacerse una idea aproximada desde el principio sobre el sonido de esta legendaria banda. Sin embargo, Pentagram fueron mucho más que eso. Formados en 1971 por Bobby Liebling y el batería Geof, deciden dejar sus anteriores grupos -de ese hard blues tan en boga en aquellos años- y forman Macabre, nombre bajo el que lanzan el single Be Forewarned en 1972, cuya cara B era Lazy Lady. Por diversas cuestiones (probablemente aún estaba demasiado reciente la masacre cometida por los acólitos de Manson en la casa de Tate y Polanski) la banda no quiso que se les asociara con el satanismo y cambiaron de nombre varias veces, aunque años después acabaron volviendo a aquel con el que nos han llegado hasta hoy. Pero lo que restaba de la década y comienzos de la siguiente fue una sucesión de cambios en la formación e idas y venidas de sellos que no acaban de cuajar, dejando entre tanto un buen puñado de temas que no verían la luz hasta muchos más tarde con el álbum First Daze Here, que recoge una selección de los años 1972 y 1976. Una auténtica maravilla.
Pues bien, todas las canciones de Last Rites fueron escritas hace años, en esos inicios de la banda, e incluso dos de ellas han sido regrabadas para la ocasión (All Your Sins y Walk In The Blue Light). El único atisbo de actualidad es la producción, densa y comprimida, lejos de la prácticamente nula de sus primeros discos y que ciertamente les sentaba mejor. La cosa es que no suenan como el típico intento de evocar épocas pasadas. Es que Pentagram suenan así. Simplemente funcionan. Y el detallazo de la vuelta de Victor Griffin, guitarrista original del clásico Relentless y que no participaba en ningún álbum de la banda desde 1994, es una auténtico regalo para cualquier aficionado a esta banda. Su trabajo es exquisito en todo el álbum, destacando el emotivo y sureño solo de Windmills & Chimes.
Last Rites tiene el sabor agridulce de aquellos que vuelven dignamente, pero cuyo mismo regreso recuerda que no llegaron a ser la gran banda que merecían. Un muy buen disco que ya no podrá darle a la banda el prestigio y la fama de 40 años en los que nada salió como debía. Lo bueno es que el contrato que tienen con Metal Blade es para tres discos, así que aún nos quedan al menos dos más para comprobar si al menos con unos cuantos buenos trabajos conseguirán el status que merecen, porque nunca es tarde para descubrir el talento de Bobby Liebling y compañía.
Texto: Juan Manuel Vilches
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