Esta es una de esas bandas que apenas son conocidas en nuestro país, pero que en Estados Unidos llevan ya treinta años coleccionando aficionados. En muchos aspectos tienen mucho en común con Grateful Dead: su querencia por la experimentación y las jams de directo y una masa de fieles que les siguen allá donde van. Sin embargo, Phish son muchos menos prolijos en el estudio (los últimos discos han sido editados con espacio de cinco años entre cada uno de ellos) y han conseguido una merecida fama entre los músicos de banda de culto.
Fuego es su primer disco de estudio desde 2009 y ha sido compuesto por todos los miembros de la banda, superando así el peso que tradicionalmente llevaba Trey Anastasio en este asunto. Quizá por eso —y por el papel del productor Bob Ezrin– el conjunto ha ganado en consistencia con respecto a Joy. La mayor parte del disco navega entre esos parajes progresivos con un poco todo, siempre con la habilidad que muestran a la hora de perfilar bellas melodías y hacer accesible lo que otros presentan de una forma infumable. Además, Phish también se dejan caer de vez en cuando con temas más sencillos y directos, como Devotion to a Dream y Sing Monica, lo que les sitúa más en la línea del progresivo y la psicodelia de los setenta que de bandas más actuales.
Texto: Juan Manuel Vilches
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