Abrieron la noche el dúo Pinpilinpussies, dos chicas que únicamente con voces, guitarra y batería fueron la definición del punk sobre un escenario. Su sonido es netamente noventero, emparentado con esos himnos de rock alternativo que en alguna ocasión asaltaron las listas de éxito de esa década. Bikini Kill como referencia se nos antoja inevitable -incluso dedicaron un tema a “todas las mujeres que estén con la regla o con el síndrome premenstrual”- o los imprescindibles Pixies, aunque con un plus de crudeza y (mucha) más calle.
En sus temas mezclan idiomas, plantean contundentes cambios de tempo y enérgicas sacudidas punk rock. La agresividad no está reñida con la pericia, a mitad de actuación intercambian instrumentos y sortean con elegancia problemas con la cincha y los cables de la guitarra. Raquel y Ane han editado dos largos y un EP en los últimos tres años, pero es en directo cuando demuestran que la actitud lo es todo. Magnéticas y con la filosofía DIY en las venas.
Segunda visita a nuestro país de los canadienses PUP, una banda que ha revolucionado (y evolucionado) la etiqueta punk con su estilo caótico y autodestructivo. Muy lejos queda ya su concierto prepandémico en la Gruta 77 donde presentaron su segundo LP. En noviembre de 2022, casi 5 años después, doblan tanto los discos editados como el aforo. Apenas 7 meses lleva entre nosotros THE UNRAVELING OF PUPTHEBAND -así en mayúsculas- un cuarto largo que, en principio, contiene más variedad de elementos que los anteriores, pero en la práctica (y en directo) las novedades de sintes e intros se quedan en simple atrezo, en algo testimonial que apenas afecta a la actuación del cuarteto.
PUP en directo son lo que prometen, algo tan sencillo como pura energía. Pero no cualquier energía, sino el subtipo de la misma que es ansiosa y volcánica, la que apela al cerebro reptiliano y hace brotar del oyente sus instintos más salvajes. Incluso en los pocos instantes de calma se nota que los de Toronto están a punto de explotar, basta una chispa para que frontman y público salten maníacos cual gimnasta olímpico.
Sabiendo de sobra la influencia que su comportamiento genera, el cantante Stefan Babcock insiste en varias ocasiones en “cuidar a la persona que tienen al lado”. No era para menos, fuimos arrollados por todos esos anglicimos propios del slang hardcoreta: mosh, crowdsurfing, circle pit… lo que según la RAE viene siendo un fiestón.
El show número 100 de la gira -que además fue el penúltimo- convocó a cientos de expatriados que aportaron un karaoke de letras, coros y aplastantes pogos, desatándose los más brutales en ‘Reservoir’, ‘Waiting’ (con el cantante sin guitarra, que -si acaso esto fue posible- aumentó la locura en la sala), ‘Familiar Patterns’ y la poderosa combinación de ‘If This Tour Doesn’t Kill You, I Will’ y ‘DVP’, un subidón final inapelable.
Sobre un escenario suenan tan orgánicos y ágiles que nos sorprende que en sus discos no apuesten por ese sonido, sino por uno mucho más comprimido y pesado. Es posible que el envite en estudio sea alcanzar cuantos más segmentos rockeros posibles, y a juzgar por la progresión del combo no podemos criticar esta opción, pero sus temas grabados no terminan de respirar ni de fluir como sí lo hacen en directo, donde no hay trampa ni cartón (ni pro tools que valga). Sí, sobre un escenario son mucho más auténticos, suenan limpios, con la precisión de un cirujano y es por ello que su caos ordenado está más que preparado para asaltar grandes pabellones.
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