El cantante Raphael ha actuado en el Palacio de los Deportes de Madrid con su espectáculo Te llevo en el corazón.
Las cerca de tres horas de concierto sirvieron para comprobar porqué este señor lleva subido a un escenario desde hace cinco décadas y se mantiene como uno de los artistas insignia más genuinos.
El cartel de “entradas agotadas” sólo le garantizaba el lleno del auditorio. Lo de hacerlo disfrutar era tarea suya.
El primer punto a su favor fue la puntualidad. Ni un minuto más tarde de la hora anunciada salió a escena, de negro y solo. Haciendo uso de un recurso algo manido pero siempre efectivo, empezó a capella y luego entraron sus músicos.
A partir de entonces comenzó el show en el que el de Linares no quiso o no supo decidir cuáles de sus temas de toda la vida dejar fuera de su extenso repertorio, al que ha añadido su homenaje a la canción popular latinoamericana. Por eso, apenas perdió tiempo en presentaciones ni parlamentos más que para agradecer la presencia y el cariño de su público madrileño.
Tango, bolero y ranchera se mezclaron con los éxitos que ya forman parte de la cultura musical de varias generaciones. “Mi gran noche“, “Digan lo que digan“, “Estar enamorado“, “Que sabe nadie“, “Yo soy aquel“, fueron salpicando los tres grandes bloques en los que se dividió la noche.
El primero dedicado al tango, guardaba una de las sorpresas del espectáculo. El maestro Carlos Gardel hizo su aparición en escena con su voz saliendo de una radio de los años treinta (elemento fijo de la escenografía) para cantar con el jienense y emocionar con su “Volver“.
Las ovaciones de los asistentes puestos en pie tras cada canción fue un ritual durante todo el concierto. Al igual que los silencios concentrados para no perder detalle de la voz de Raphael, como cuando cantó sin micro en “Para volver a volver“; o el coreo de estribillos, bailes y frases de admiración lanzadas por público de todas las edades.
El bandoneón, el violín, la trompeta, batería, teclados, bajo y contrabajo, guitarra, teclado y piano, bajo la dirección musical del pianista argentino Juan Esteban Cuacci, brillaron al servicio del artista y en las entradas de temas como “La cumparsita“, “Nostalgia” o”Envidia“.
La calidad vocal del cantante unida a su interpretación y a su riqueza expresiva con medidas dosis de histrionismo, mantienen vivo el interés también a lo largo de los boleros y las rancheras. Sabe ser lo suficientemente barroco en su puesta en escena para entretener y marcar una personalidad, pero con un cuidado exquisito para no resultar excesivo.
Es un artista que arriesga al cantar lo que le conmueve y actuar de forma genuina y personal, lo que no significa que ese riesgo no esté medido. En un alarde de teatralidad, es capaz de romper un espejo con una silla al final del show, consiguiendo con el efecto sorprender, al tiempo que el público piense que, tratándose de Raphael, no cabía esperar otra cosa que no fuera un cristal hecho añicos sobre el escenario.
“Como yo te amo“, que tantas veces interpretó con su amiga Rocío Jurado, puso punto final a una noche llena de pasión en cada rincón del Palacio.
Un público, sorprendido y tremendamente agradecido por la energía y el arte desplegado por este artista, capaz de conseguir un tiempo de aplausos prácticamente similar al tiempo que dedica en cantar, salió de allí más feliz, con su tiempo y su dinero bien empleados, y con la necesidad de volver a verle. Porque ver a Raphael en directo es una de las cosas que hay que hacer en la vida.
Texto: E.P.I.
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