Comenzaba la cuarta jornada del Rock In Río con el único cartel digno de tal nombre, bueno… al menos con la primera palabra. Una vez estacionados y sorteado el botellón improvisado en todo aparcamiento festivalero que se precie entramos en el recinto, la denominada “la ciudad del rock” (trueno), donde con la curiosidad de todo visitante de un parque de atracciones cotilleamos cada rincón.
Esto es festivalismo de alto standing, variedad gastronómica, baños limpios y en cantidad, multitud de stands con sorteos y productos a probar, etc. Los patrocinadores son de los de muchos ceros y todo está orientado a un público que prefiere terminar la noche bien peinado.
La primera actuación musical corre a cargo de Gogol Bordello, grupo de punk folkie de procedencias diversas. Para que se hagan una idea, son como Muchachito Bombo Infierno pero cambiando la rumbita por música del este de europa. También tienen más variedad musical, cogiendo retales de todo baile alegre tradicional, pero al final el bombo a negras es lo que mueve al personal y el seguro de vida de todo este tipo de bandas. El sonido es perfecto, tónica general en todo el día, y estos adorables indigentes capitaneados por Eugene Hütz -que no dudó en ducharse con vinacho- triunfaron en su breve asalto madrileño. Cortito e intenso, que es la primera banda y todavía quedan muchas… bueno… la verdad es que no.
Ver a Incubus sobre el escenario fue un viaje en el tiempo, el público treintañero recuerda su irrupción en la escena, su eclecticismo, sus maravillosos S.C.I.E.N.C.E. o Make Yourself y su entrada en la MTV con medios tiempos adaptados al milímetro a la comercialidad entendida en aquel momento como tal. La voz de Brandon Boyd jugó al despiste, flojeando en un par de temas para luego destacar en el resto, excelente su rendimiento en ‘Adolescents‘, de su último disco, así como los scratches en ‘Pardon Me‘ y el himno ‘Drive‘. Mtvizados en su día y por lo tanto previsibles, tienen un buen puñado de grandes canciones que ganan -y les redimen- en un directo poderoso. Lo mejor del día.
Llega la hora de Red Hot Chili Peppers y antes de que empiecen ya tenemos al respetable zarandeando regalos promocionales como si no hubiera un mañana. Con un set list que cuenta con hits como ‘Suck My Kiss‘, ‘Give It Away‘ o ‘By The Way‘, la batalla ya está ganada desde el inicio. El gran trabajo de luces y las geniales proyecciones en las pantallas laterales y trasera justifican toda la frialdad que puede transmitir un escenario tan grande.
Poco que añadir sobre la banda, Flea es uno de los bajistas más reputados y es una pena -cosas que pasan- que sus habilidades superlativas hayan maleducado a generaciones de nuevos bajistas. Entre canción y canción se exhibe con su instrumento e improvisa, sobre todo con Chad Smith. Estos interludios constantes y demasiada charla de Kiedis cortaron el ritmo de un concierto que podría haber sido algo más que una sucesión de canciones. A destacar positivamente las aventuras de ‘Rain Dance Maggie‘, y negativamente los coros del guitarrista, desafinados y ridículos, o tuvo un mal día o deben buscarse otra solución.
Es curioso que el festival con mejor recinto y mejor sonido de España tenga tan mala prensa, el trato es exquisito, se permite la entrada a menores -acto perseguido con saña en la capital del reino-, la organización es perfecta, todo resulta muy cómodo y ni siquiera te atosigan con muchas horas de música. Yo vuelvo.
Texto: Rafael Mozún
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