Si Permanent Waves y Moving Pictures les habían acercado a las corrientes más en boga de los 80, con Signals la banda entraba de lleno en ellas, tomando los teclados el protagonismo casi total mientras Alex Lifeson se dedicada a explorar todo tipo de aparatos y efectos y Peart comenzaba a trastear con la batería electrónica. En este punto, Terry Brown ya había tenido sus más y sus menos con el trío debido a que no veía con buenos ojos lo que entendía era un abandono del rock progresivo que les había encumbrado. Y así, llega un nuevo productor (Peter Henderson) para el siguiente disco, Grace Under Pressure, aunque sin apenas capacidad de decisión porque el trabajo ya estaba prácticamente hecho. Este es un trabajo que nunca ha estado lo suficientemente valorado, al menos por el gran público, pero que fue uno de las mejores traslaciones del ambiente que se respiraba en el mundo en aquellos años, tanto en lo musical como en las letras. Grace Under Pressure quizá tiene un pequeño bajón hacia el final, con un par de temas menos consistentes que el resto, pero eso no debería rebajar un ápice su lugar de honor en la discografía de los canadienses.
De igual forma, los dos álbumes siguientes, Power Windows y Hold Your Fire, también han sido relegados en numerosas ocasiones, generalmente por la frecuentemente mencionada “ausencia” de Lifeson. Pero esa ausencia no era más que una forma de afrontar la composición no basada en el riff que ya venían trabajando desde antes y ambos aportan por ejemplo una mayor integración de los teclados en su sonido que en años anteriores, además del impecable trabajo de Lee en la voz. Podemos dar así por finalizada la década para la banda en el plano estilístico y, una vez más, editaban un disco en directo que sirve a modo de enlace entre sus distintas evoluciones: A Show Of Hands.
Por un par de meses no podemos incluir Presto como el primer trabajo de los 90, pero el cambio queda patente desde el inicio con Show Don’t Tell y Chain Lightning, donde tenemos de nuevo la guitarra de Lifeson en el primer plano. Pero lo mejor de esta nueva etapa estaba aún por llegar con discos como Roll The Bones y, sobre todo, Counterparts. Roll The Bones aún arrastraba muchos de los clichés que habían desarrollado en los 80, aunque la producción no les diera tanta preponderancia, pero Counterparts funciona casi como reacción a las modas de los primeros años de la década. El trío aparece aquí con una de sus mejores visiones del hard rock, como hacía años que no sonaban, y se enfocan temas cortos sin complejos desarrollos. Una auténtica bofetada en la cara de muchos por parte de unos tipos que ya en aquel entonces llevaban en esto veinte años y seguramente nadie esperaba escucharles sonar como lo hicieron en temas como en la enorme Animate, Between Sun & Moon o Stick It Out.
Después de la grabación y la posterior gira de Counterparts Neil Peart decidió dar un paso adelante en su desarrollo como batería y comenzó a dar clases —si se le puede llamar así viendo la relación de amistad de ambos- con el músico de jazz Freddie Gruber. Generalmente sus clases, aún siendo la batería el objeto de ellas, no las hacía tocando el instrumento, sino que giraba en torno a conversaciones sobre el movimiento y cómo enfocarlos para dotar la interpretación de lo que Grueber llamaba “el aire“. Los nuevos conocimientos y, sobre todo, la nueva forma de trabajar de Peart es quizá el elemento más novedoso que encontramos en Test For Echo, su disco de 1996, porque en el trabajo de Lifeson y Lee se aprecia mejor una evolución lógica desde Counterparts.
En 1997, al término de la gira de Test For Echo, la banda se separa debido a una serie de tragedias personales que sufrió Neil Peart. Un momento tremendamente difícil que está retratado de forma elegante y respetuosa en el documental Rush: Beyond The Lighted Stage, de 2010. Después de unos años de parón, la banda vuelve en 2002 con Vapor Trails, en el que por primera vez en años no aparece ni un sólo sintetizador. Quizá no era tan completo como los anteriores y el sonido que habían desarrollado en los 90 había dado paso a uno más duro pero a primera vista sin tanta enjundia. Aún así, el álbum contenía un puñado de canciones interesantes, como Ghost Rider, Secret Touch o el tremendo comienzo que marca One Little Victory, además de la indudable alegría que era ver el regreso de la banda.
En 2004, para celebrar su treinta aniversario, editan un EP titulado Feedback, que se compone de diferentes versiones de algunas de las bandas más relevantes en influyentes para el trío. Snakes & Arrows aparece en 2007 y da pie a una enorme gira y a unos cuantos lanzamientos en directo que por sí mismos ya valían la pena la edición de nuevo material. El álbum, al igual que su predecesor, no fue un mal disco, pero sí se notaba que canciones como Armor & Sword, The Main Monkey Business o Workin’ Them Angels sobresalían con mucho sobre las demás.
Definir musicalmente a Rush nunca ha sido tarea fácil. Casi desde sus inicios han aunado con una pasmosa naturalidad la complejidad y la simpleza, la técnica y la emoción, y eso ha sido tanto el obstáculo que durante años los ha apartado de la primera plana como lo que les ha granjeado el amor incondicional tanto de compañeros de profesión como del público en general. La historia de Rush es la de unos tipos demasiado normales y al mismo tiempo demasiado creativos para el negocio de la música. Por suerte para nosotros no todo en la música es siempre negocio.
Repasando la discografía de… Rush, parte I: 1974-1981 aquí
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Rush – 1982 – 2007
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Texto: Juan Manuel Vilches
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