Richard Hawley — Sala Heineken (Madrid) 13/02/2010 — Cuando la elegancia clama

Hay artistas que se ganan los aplausos por unanimidad porque brillan en la oscuridad. Porque hacen de los instantes y de las canciones pequeños tesoros preciados que comparten con el resto de los mortales, creando un ambiente especial, donde la vida respira a pesar de las derrotas y los fracasos, con el sabor agridulce. Y porque su clase, su elegancia, su estilo y sencillez son tales que no hace falta añadir más ingredientes. Richard Hawley crea estampas personales en forma de canciones que nos descubren la esencia del vivir, del respirar cada segundo y empaparse de lo que nos rodea, con aire nostálgico, con regusto a madera vieja, con un cancionero que arrecia, nos roza con suavidad y se queda dentro.

Venía a Madrid para presentar ‘Truleove’s gutter’ (2009) su sexto y último disco en solitario, y sin duda alguna el más intimista y más descorazonador, porque hay dolor, ternura, excesos y redención. Sin perder un ápice de las intros sigilosas y repletas de misterios que acompañan a las nuevas piezas. El concierto de Madrid fue mágico, con una atmósfera de ceremonia especial. Interpretó las ocho canciones que componen su último disco apoyado por un cuarteto de excepción: Colin Elliot al bajo y contrabajo, Dean Berresford a la batería, Jon Trier a los teclados y Shez Sheridan a la guitarra. Piezas para regocijo introspectivo. Revisitó ‘Run for me’ de ‘Low edges’ (2003), ‘Hotel Room’ de ‘Coles Corner’ (2005) que presentó como una canción sobre adicciones, ‘Lady Solitude’ de ‘Lady’s Bridge’ (2007).

Si sus dos últimos discos nos emocionaron, ‘Cole’s Corner’ (2005) y Lady’s Brige’ (2007), ‘Truelove’s gutter’ (2009) cierra un ciclo de mirada hacia el interior y suena sincero, piezas como ‘Soldier on’ con esos teclados atmosféricos y una pedal steel embriagadora, y la rabia de guitarras en la recta final de la canción. Esa intro llenas de misterio, con teclado sacado de cual caja de música en ‘Don’t you cry’. Sobresale su voz personal, así como su flequillo y look rockabilly. Pero todo natural, nada de pose impuesta, ni moderneces. Su estilo de ‘crooner’ con dejes rockeros pero buscando los ángulos recónditos de la canción de autor más personal. Poco a poco su estilo y clase llena y gana adeptos. La audiencia madrileña estuvo rendida a sus pies y él se sintió como en casa, así lo confesó. El cierre final con ‘The Ocean’ fue grandioso. Salimos con la sensación de habernos deleitado con un manjar, un poco escaso en cantidad, sería que veníamos con más hambre. Alguien incluso me comentó que quería haber disfrutado de un plato más contundente, más energético, pero las dosis de energía que contenía el manjar podía haber salvado a algunas almas hambrientas. Hawley y su espíritu de las pequeñas cosas nos alimenta con materias primas de primera calidad y claro uno no engorda, pero no veas como uno crece por dentro.


Texto: Andrés Castaño

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