Después del más o menos inesperado éxito que obtuvo con el magnífico Raising Sand, junto a Alison Krauss, el señor Plant ha decidido seguir un poco más por la senda del folk-rock americano, esta vez dedicado por completo a versiones. Grabado en Nashville, bajo toda esa herencia musical del estado de Tennessee y la cercana Memphis, Robert Plant, como curiosidad, titula su nuevo trabajo con el nombre de su primera banda, aunque ya él mismo sea el único miembro.
Angel Dance, de Los Lobos, aporta un comienzo country muy animado, pero que quizá se va desinflando poco a poco. La propia canción no da más de sí y extraña eso, porque la selección es bastante buena en general. Mala elección para el inicio. House Of Cards, de uno de los grandes músicos ingleses de la historia, Richard Thompson, ya nos pone en la línea de lo que vamos a escuchar: grandes canciones y todo muy pero que muy folk. Central Two-O-Nine’, del legendario bluesman Lightnin’ Hopkins, nos acerca a ese Plant de la época del Houses Of The Holy e, incluso, a algunos instantes del Led Zeppelin III. Pero los más sorprendentes son los dos temas de Low, la banda indie de Minnesota: Silver Rider, y Monkey. Ambas de su álbum The Great Destroyer del 2005. En las dos el Sr. Plant se hace acompañar de la voz de Patty Griffin y, entre ambos, consiguen recordarnos bastante a los momentos con Alison Krauss, aunque aquí más opresivos y siniestros. En Monkey se hace hasta complicado por momentos reconocer la voz de Plant, lo que denota su gran capacidad de adaptación a otros géneros y texturas. Porque la edad evidentemente acaba socavando la potencia de gargantas como la suya, pero le da otras cosas más importantes: experiencia, emoción, profundidad y una capacidad de conmover sobradamente demostrada.
You Can’t Buy My Love de Barbara Lynn, una de las pocas mujeres guitarristas de blues, es otra de las agradables sorpresas del álbum, con un ritmo que recordará a muchos a la primera época de los Beatles. Le sigue Falling in Love Again de los Kelly Brothers, un medio tiempo con un final muy góspel. Con Cindy I’ll Marry You Someday volvemos al country, al banjo y a la tradición americana más profunda. Esta es una canción popular de fines del siglo XIX y que ha sido adaptada en multitud de ocasiones. Harms Swift Way de Townes Van Zandt recupera el tono pausado y casi melancólico que ya nos encandiló en Raising Sand. Con temas como este se corrobora cómo la selección de las canciones ha sido hecha con muchísimo gusto, porque desde luego Townes Van Zandt es uno de los tipos, quizá con Steve Earle, que mejor ha sabido captar y mantener lo mejor del folk americano en la actualidad. Ya en la recta final, de nuevo otro tema tradicional: Satan, Your Kingdom Must Come Down, con un tono muy cercano a los momentos más oscuros del gran Johnny Cash.
Band Of Joy goza una producción exquisita que da la sensación de encontrarnos casi ante un acústico, sin apenas manipulaciones de estudio. El hecho de estar dedicado a versiones íntegramente es casi anecdótico, porque al ser la mayoría de ellas poco conocidas hace que todos podamos disfrutar del disco sin percatarnos de ello si no nos apetece. A pesar de lo dilatado de la trayectoria en solitario de Robert Plant, no es este un álbum que vaya a sorprender a su audiencia, menos aún habiendo escuchado sus más recientes trabajos. Led Zeppelin queda muy lejos ya y, sinceramente, la opción que ha tomado es mucho más que digna. Pocas leyendas del rock han sabido envejecer tan bien.
Texto: Juan Manuel Vilches
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Un disco sensacional. No es para menos, aunque ya sabemos que Robert Plant no iba a grabar algo menor que esto. ¿Existe algún disco malo de este músico? Acña dejo un artículo de The Musical Box:
Robert Plant: Band of Joy
Y acá una lista con los mejores discos del 2010, que estoy haciendo:
Los mejores discos de 2010