Roskilde Festival 2022 parte 4

El sábado en Roskilde es el día de las despedidas, de intentar probar ese fish & chips que hasta ahora se nos había escapado, de revisar por última vez los puestos de la zona de tiendas y, por supuesto, el día de llevar en grupo camisas con estilo. Con un helicóptero sobrevolando constantemente la ciudad para tomar imágenes de recurso del tour de Francia es curioso que no saliera nada del festival por televisión, posiblemente la campaña We are under the Influence of Music entre en contradicción con su modelo de negocio.

Con las fuerzas justas y un calor de justicia acertamos con Imarhan, música tuareg desde Argelia que se ajusta a la situación como anillo al dedo. Seguimos nuestro recorrido por el continente con el blues del desierto de Samba Touré, dejamos atrás áfrica y encontramos instrumentos de oriente medio y melodiosos pasajes instrumentales en el jazz avantgarde de Land of Kush, por momentos be bop, en ocasiones freak-noise.

En los últimos años este festival siempre ha guardado un hueco para una píldora de country femenino que nos ha encantando, y en 2022 llegó con Sierra Ferrell, que en un escenario Pavilion siempre muy agradecido, ofreció sus armonías bluegrass y gritos yodel a un público muy participativo. Seguimos exprimiendo la última jornada con una familia superdotada para la música. Las hermanas de HAIM son más que creíbles sobre un escenario. Multiinstrumentistas, cambian sobre la marcha para ofrecer piezas de rock clásico actualizado que no entendemos por qué nos intentan vender como pop. Menudo golpe sobre la mesa es el inicio con ‘I’m In It’, qué coros, qué dinámicas en ‘Want You Back’. No son ningún plan de una discográfica, sus padres cumplieron el gallardo sueño de que su prole formase una banda de rock de verdad.

Volvemos al escenario más modesto para ver como unos chavalines -que podrían pasar por pobladores del camping- están refrescando el rock de guitarras con su propuesta. Squid logran interesantes murallas sónicas con dinámicas postrockeras, no tienen prejuicios a la hora de abordar estructuras o melodías y además nos encanta las intervenciones de trompeta. Ya veremos qué les depara el futuro, por el momento tienen buenas ideas y una ejecución eficaz.

Siguiendo con la renovación del rock hecho con instrumentos no podemos dejar de mencionar a IDLES. Nos reafirmamos en lo que siempre decimos de ellos, son la brutalidad y la contundencia. Su baterista imprime ritmos con violencia y, a la vez, la precisión de un reloj de pared suizo. Sus nuevos discos albergan diferentes energías, más o menos desatadas, pero en todo caso su propuesta efervesce.

Otra artista entre las favoritas del departamento de booking del festival es St. Vincent, con su tercera visita en las últimas 6 ediciones, alcanzando esta vez el mítico escenario Orange. Uno de los proyectos discográficos más interesantes de 2021 fue Bloodmoon, facturado por la unión de Converge y Chelsea Wolfe. Su recreación en directo es la esperada con vúmetros al 12, densa ambientación distópica envueltos en el rojo de la luna y un rollo doom muy diferente al de la banda de Boston.

Julian Casablancas necesita ayuda. The Strokes ya arrastraban la fama de ser lamentables en directo, y en el escenario Orange dieron uno de los peores espectáculos que se recuerdan. Empezaron media hora tarde y se dedicaron a destrozar las joyas de su cancionero con un sonido pésimo, músicos medio muertos mirando al suelo con ganas de irse a su casa y un líder, el mencionado Casablancas, con una actitud pasota, físico estropeado, discursos inconexos “nunca confiéis en vosotros mismos” y declaraciones poco profesionales: “me iría ya, pero por contrato tenemos que tocar 10 minutos más”.

¿Os imagináis que un grupo ante 60.000 espectadores termina una canción y se forma un silencio incómodo durante el cual absolutamente nadie aplaude?. Hasta alien&cow, excelentes prescriptores, abandonaron el bolo antes del final. Cuando un genio de la música como el neoyorkino, con decenas de composiciones brillantes en su haber, cree haberse salido con la suya con la outro de ‘Looks Like We Made It’ de Barry Manilow es que algo no funciona bien en su cabeza.

Últimos picoteos por todas las partes del recinto, el norteamericano Owenn lleva muchos años de carrera como bailarín de Beyoncé, Miley Cyrus, Lady Gaga o Rihanna, pero decidió componer su propia música y auguramos un futuro prometedor a su estilo de soul comercial. Aún no nos hemos recuperado de la impresión que nos dejó Seni Reak Juarta Putra, realizan danzas rituales indonesias llegando incluso al trance. Surfbort y su empaque nos obligan a echar los restos entre los pogos que genera su punk salvaje.

Cerramos la edición 50 de este festival con ganas de volver. Mucho tiempo ha pasado desde los primeros años, con escenario de jazz y carpa de poesía, pero lo que no ha decrecido es la capacidad de dar una vuelta musical al mundo en apenas una semana. Disfrutar de una gran variedad, no sólo de estilos, sino de todos los tipos de energía que te puede dar la música.

No sólamente hay música, este año vimos pasar la segunda etapa del tour de Francia a apenas 200 metros del camping de prensa internacional, aprendimos la importancia de la circularidad a la hora de promover patrones de consumo y producción sostenibles. También vimos el encierro en un estudio móvil de cristal -durante las 24 horas de todos los días del festival- del productor y músico Noah Rosanes con el objetivo de crear obras en colaboración con 20 músicos más, el proyecto Unify.

En fin, si nunca has estado es complicado explicar un festival que plantea una utopía a través de la música. 2023, let’s be orange together again.