Pasamos al Arena para vivir unas de las sorpresas positivas de esta edición. Greentea Peng tiene una imagen rompedora: pantalones, gafas y sombrero extrasize, múltiples tattoos y una voz de las que llegan al alma. Con la inestimable base de un bajista funkjazz, sus píldoras de soul psicodélico van permeando en un público absorto en la cantante de South London (capital mundial del jazz en la actualidad). Platos y programaciones aportan sonidos generacionales que se entretejen con rhythm & blues, mucho reggae y algo de bossa. El intenso flow de la artista emerge con sutileza desde el fondo musical con futuros clásicos como ‘Nah It Ain’t The Same’ o ‘Hu Man’. En las últimas décadas sólo Lauryn Hill o Amy Winehouse han conseguido dejar este tipo de impronta sobre un escenario.
En los últimos años cada vez es más habitual que salgan músicas del mundo de lugares que, a priori, no corresponden. Ya mencionamos a la iraní Melody Ghazal, afincada en Dinamarca, y en esta ocasión está la maliense Rokia Koné desde París o Derya Yildirim desde Hamburgo presentando música turca. Rokia Koné plantea canciones en idioma Bambara -uno de los muchos de Mali- con sintetizarores. Las cadencias van conquistando los cuerpos según avanzan unas canciones que forman parte de la tradición oral de relatar su historia y sus costumbres. “Vivan todas las madres el mundo”.
Derya Yildirim toca el laúd turco y a ese referente folk se añaden una sección rítmica de rock clásico, órganos ácidos y alguna otra referencia lisérgica espolvoreada. Súmale el siempre genial ambiente del escenario Gloria y ya estaría: transportados a otro tiempo y otro lugar. Pasamos de folk de fogata a la rave de subgraves drum’n’bass del dúo Jockstrap. El dúo de Georgia Ellery y Taylor Skye consiguen una variedad musical que encaja a cualquier hora, en cualquier escenario y con cualquier tipo de público. Excelente propuesta con delicadas joyas pop envueltas en baile desenfrenado.
Tras un rato de Kesi, un rapero muy de moda en Dinamarca, pasamos al escenario electrónico, un Apollo con colorido colombiano para la actuación de Ghetto Kumbé, que juntan ritmos selváticos con electrónica. Con sus máscaras hacen las delicias de los presentes, aunque su radical fiesta tropical no tiene punto medio: o entras en trance o te parecen repetitivos. Gran momento de un técnico arreglando el set con cinta americana, accesorio imprescindible en todo festival que se precie.
Un grupo que se llama Code Orange siempre tendrá su hueco en este festival, más aún si varían de estilo en cada canción: doom, hardcore, guturales y noise. Todo un derroche físico entre atmósferas asfixiantes. La presencia española en esta edición (Rosi aparte) se redujo a la banda de acompañamiento de Nikki Lane, unos socios que se mostraron más que solventes en el enésimo triunfo de la de Carolina del Sur. Country y americana magistralmente ejecutado con unos temas que ganan con las escuchas y con el directo.
Llegó la disyuntiva: Rosalía o Blur. Arena u Orange. Presente y ¿futuro? o pasado y ¿presente?. Varias horas antes los aledaños del escenario donde actuaría la catalana ya eran intransitables, así que decidimos comenzar con los británico y si eso ya eso. El show de Blur fue excepcional, a su carisma y eclecticismo sumaron una afinación más que perfecta y sus ya míticos temas: ‘There’s No Other Way’, ‘Parklife’, ‘Girls & Boys’ o la canción más simple del mundo: ‘Song 2′. Finalizaron con ‘Tender’, ‘The Narcissist’ y ‘The Universal’, un terceto más hímnico que adrenalínico ideal para sus fans talluditos.
Entusiasta, feliz y emocionado, Damon Albarn no es un artista cualquiera para este festival. Raro es el año que no actúa con alguna de sus bandas o, incluso, se inventan una para que pueda tocar. Es por esto que, por una vez, nos creemos cuando un artista comenta “This is the best festival in the world”, “Sois como mi familia” y apostamos sinceras sus lágrimas al acabar “hay que crear un nuevo paradigma”. Si no fuera el cantante de Blur sería un voluntario más.
Tras el britpop logramos llegar al final de la Rosalía, que actuó en el segundo escenario porque en el Orange tendría que haber reducido y alterado su producción. Pocas cosas en 2023 son más grandes que Diosalía, que volvió a arrasar redefiniendo, de paso, el show business. “Mariposas sueltas por la calle”.
Fin de fiesta y felicidad absoluta durante el concierto de Adédèjì. Desde Lagos, capital de Nigeria, se presenta una banda más que sólida, con nueve músicos en perfecta conjunción: blues, soul, funk. En cada canción te enamora la actuación de un miembro diferente: gozosos vientos, líder saltarín, coristas jubilosas y sólidas bases de un efectivo groove. Hasta las chaquetas son tan llamativas que podrían dar lugar a un camp, una de las señas de identidad del festival.