Este año no hemos pisado el piano bar o el piripi, y apenas el camping. Pero hemos jugado al baloncesto, presenciado más de 60 conciertos y compartido patinete y megáfono -imprescindibles arengas y avisos metereológicos- con el inefable Spanish Media Camp. Siempre con el orange feeling al máximo.
En este encuentro multitudinario (más de 130.000 asistentes) las opciones son tantas que no hay lugar para el FOMO, hay que disfrutar de lo que te encuentras por el camino que delimitan tus fuerzas, la lluvia y el calendario que pasa -acelerado- hacia el inevitable Roskilde Blues.
Martes
Hollamos suelo Roskildiano el martes, 24 horas antes de que se inicien los cuatro días principales del festival. Con nuestra acreditación de prensa internacional podemos pasear por el recinto principal y, aunque aún hay muchas cosas a medio montar, sabemos que los daneses saben de esto. Después de todo la mítica empresa Lego nació apenas a 200km. A modo de aperitivo, de precopeo incluso, presenciamos como -sin prisa pero sin pausa- se terminan de erigir puestos de comida, instalaciones de arte o se ultiman las pruebas de vídeo y luces de varios escenarios.
Pasemos al apartado musical: alcanzamos a ver Shamelezz Dragshow, el primer drag show en la programación oficial del festival, Omsorg, unos daneses que con temas como ‘Bound By Blood’ ofrecen posthardcore a fuego o Paydar, DJ de ascendencia iraní que mezcla sus influencias pasadas con las presentes.
Miércoles
Llegó el miércoles, primer día grande. Tras la acostumbrada visita -con colosal desayuno- al pueblo de Roskilde comenzamos los festejos por la tarde con Les Amazones D’Afrique, tres mujeres de Mali (Mamani Keïta, Oumou Sangaré y Mariam Doumbia) que proyectan las voces de la tradición con envoltorio electrónico, momentos jazzísticos y hasta scratches. El contraste estilístico asociado a este festival nos alcanzaría de inmediato con Better Lovers, caña burra por si alguno necesitaba despertarse tras 4 días en el camping. Esperamos que el yoga de los first days ayudara a tanto headbang.
El día nos ofrecía un doblete disco con las actuaciones de Jessie Ware y Jungle. La londinense lleva un concepto cabaretero fascinante, donde nos introduce en un escenario de musical con magníficas luces, buen apoyo de coros y emplumadas coreografías con dos bailarines espectaculares. En un mundo sin Donna Summer ya tenemos nueva reina de la música disco. Es imposible no mover las caderas en cada uno de sus temas.
Además Ware no es una diva como las que venden ahora, no intenta aparentar lo que no es ni se hipersexualiza. Al cambio ofrece una experiencia total con música y baile que mejora en directo y se te pasa volando. Coreos soul sencillas, divertidas y para toda la familia, homenajes a Cher, bolas de espejo y gran escenografía. No había foto mala. ¿Su mensaje? un ‘Free Yourself’ que sería censurado en varias comunidades autónomas españolas.
Al otro lado del recinto la contundencia punk rock de Frank Carter & The Rattlesnakes se mostraba más que eficaz en un ambiente festivalero, y es que la combinación sonora de los británico gusta a todo tipo de públicos, que cantan y saltan con ‘Crowbar’ o ‘Man of the Hour’ con el hombre del momento dándolo todo.
A Roskilde se viene a descubrir bandas, meterse en el escenario Gloria -antiguo establo reconvertido- y dejarse llevar por el mood. En Roskilde tienes un nuevo grupo favorito cada día y el miércoles los premiados fueron Lalalar con su combinación de funk anatólico, riffs psicodélicos, retro-futurismo space rock y elementos electrónicos de exaltación dub. Su extrema complejidad armónica y rítmica no se percibe como tal, siendo un gran alimento para el cerebro. En ocasiones parecían los Rammstein turcos o -para acercarnos a la península- unos DMBK del otro lado del mediterráneo con mejor directo. Menuda rave montaron con temas como ‘Ä°syanlar’ o ‘Yalnız Ölü Balıklar Akıntıyı Takip Eder’.
Doja Cat, la cabeza más importante del día, ofreció sus hits acompañados de guitarreos y fuegos, lástima que en algunos momentos su voz tuviera unas transiciones más que sospechosas, ¿algo más que backup vocal quizás?. Buscando autenticidad nos encaminamos al mini festival de sonidos extremos que se estaba celebrando en el Avalon stage, que había dispuesto su escenario en el centro de la carpa para un disfrute de 360º de brutalidad. Alcanzamos a ver a The Hirs Collective, con una propuesta que, sin batería física, nos recordó a los mejores momentos de Atari Teenage Riot.
Seis años después volvemos a encontrarnos con Heilung. Un proyecto sin igual con una inquietante escenografía de cuerpos y caras pintadas. El sonido de estos chamanes nórdicos y sus bailes rituales se compone de voces guturales y abundantes percusiones (cadenas, cencerros, cascabeles…) más algún sonido de cuerno o mantras que surten de cierta armonía al conjunto. ¿La música de los vikingos? No, antes.
Todavía no nos podíamos ir al saco de dormir, comienza a llover y entramos de lleno en la jungla. Jungle pasó del escenario Arena en 2019 al Orange este año, y los británicos cumplieron con creces haciendo bailar bajo el aguacero. Más allá de los clásicos que sabemos que tienen y su flamante último plástico Volcano, disfrutamos de joyas algo más escondidas, como ‘What D’You Knows About Me?’ y su estribillo hipnótico o ‘All Of The Time’ con una parte de teclados con rollito Carpenter Brut. Para cerrar, a modo de outro, la mítica quinta de Beethoven funkificada de Murphy Walter para encarar el resto de la noche con ritmo en el cuerpo.