Tras su reunión en 2009, Skunk Anansie han pasado por dos álbumes de estudio. El primero, Wonderlustre, más acertado que Black Traffic, pero si hay algo que nunca cambia dentro de los espectáculos de la banda británica es la admiración colectiva por una Skin que no envejece. El don más evidente de los directos del cuarteto es la entrega y la pasión que desprende, sin importar los años que pasen o los conciertos que hayamos presenciado. Cada uno es una experiencia única.
Calentaban motores The Jezabels, con muy poco público presente pero buenas intenciones. Ya han podido disfrutar de las mieles del éxito en su Australia natal, pero les faltan tablas y el sonido de La Riviera nunca ayuda. Ofrecieron media hora escasa de rock alternativo muy similar al estilo de Metric, bastante bien ejecutado dentro de las limitaciones de la sala. Prometedores.
Skin salía al escenario con ‘The Skank Heads’ como una estampida de elefantes reunida en una sola mujer. Trallazo tras trallazo, llegaban las disfrutadísimas ‘Hedonism’, ‘Weak as I am’ o la exquisita ‘Because of You’, con esa atmósfera pesada y agresiva coronada por los crescendos tan característicos de la banda. Los acólitos de Skin tejieron una base rítmica tremendamente sólida, dura y potente, pero la figura de la pantera británica vampirizaba en todo momento al resto de músicos. Es imposible alzar la vista a un espacio en el que no esté Skin. Su capacidad vocal continúa imperturbable y se desgañita en cada frase. “En la situación en la que estáis en España, es todo un honor que hayáis pagado por vernos esta noche”, y con ‘Little Baby Swastikka’ y ‘Charlie Big Potato’ La Riviera se vino abajo y con mejor sonido del habitual.
Sin respiro entre los temas, Skin sacó tiempo para tirarse sobre el público varias veces, pero la versión más extrema llegaba con ‘Diving Down’, donde bajó al foso, haciendo que el público se agachara mientras cantaba y se levantara para saltar con ella durante los estribillos. Nos manejaba como marionetas, pero estábamos encantados. Nadie salió decepcionado con un show enérgico en el que los británicos manejaron a la perfección su rock visceral. Una mayoría de público treintañero volvió a los convulsos años 90 esa noche, pero dejando atrás la escena brit-pop y abrazando algo totalmente diferente: un género propio e incendiario que rebosa personalidad.
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