Perdonad mi atrevimiento, tanto por trataros de tú como por el hecho de iniciar esta crónica en primera persona. Pero mi vínculo con el Sonorama ya es tan personal que he sentido que debía empezar a escribir en este tono. Han pasado cinco años desde que pisé Aranda de Duero por primera vez y con la de 2015 ya son seis las ediciones que llevo de relación profesional y personal con el festival burgalés. Supongo que ya no concibo un mes de agosto sin él. Por ello, hace unas semanas volví a acudir a la llamada de una cita que sigue creciendo (puede que este año demasiado, pero de eso se hablará más adelante) y que ya se ha asentado en cuatro jornadas. No pude asistir a la primera, la del miércoles, con la ya conocida fiesta de disfraces, por tanto mi crónica arranca el jueves, llegando al recinto justo cuando Toundra atronaba uno de los Escenarios Principales sin mediar palabra. Sus cuerdas y batería hablaron por sí solas y dieron fe (y habría muchos más ejemplos a los largo del fin de semana) de la variedad de estilos que acogía el Sonorama 2015.
De nuevo entre nosotros tras su retiro estadounidense, Miren Iza no podía faltar en Aranda al frente de Tulsa presentando su último trabajo, La calma chicha, en uno de los conciertos más potentes del recién estrenado Escenario Burgos Origen y Destino (antigua carpa All Stars). Temas como “Gente común” pusieron una vibrante banda sonora a unos minutos en los que unos nubarrones negros se acercaron amenazantes, pero una espléndida Miren y su excelente banda (Charlie Bautista, Ramiro Nieto de The Right Ons, Martí Perarnau de Mucho) y Javier Carrasco de Betacam, Templeton, Rusos Blancos) vencieron a la tormenta, la primera que recuerda quien firma estas líneas. Otra mujer con mayúsculas, Leonor Watling, alternaba letras en inglés y castellano con sus seductoras cuerdas vocales en el set de Marlango, que acabaron con su trepidante último éxito, “Dinero“.
La última actuación que empezó a su hora, como un reloj, fue la de Australian Blonde, protagonizando en el Sonorama su único concierto del año y uno de los más destacados del jueves. Repasando trayectoria y sus últimas composiciones, Fran Fernández, Paco “pelazo” Loco (que hizo honor a su apellido) y compañía llevaron al personal en un feliz viaje a la nostalgia que alcanzó la euforia con “Chup chup“. Toda una suerte que veinte años después decidan volver a tocar, para todos aquellos que entonces eran demasiado jóvenes o ni habían nacido, y que lo hagan con la misma chispa y energía.
Una de las joyas de este año, y, como se comentaba anteriormente, el gran ejemplo de la diversidad musical de la cita, fue el homenaje a Enrique Morente. El flamenco (y Granada) entró por la puerta grande a Aranda de la mano de sus hijas Estrella y Soleá, la mayor con un cuadro flamenco, la pequeña con sus Evangelistas, en casi dos horas de pura emoción y sentimiento. Morente Vive reivindicó a un artista clave en la revisión del flamenco, un género que puede tener cabida en cualquier festival, tal como se pudo comprobar, y más en uno que defiende el producto nacional como nadie y al que Enrique habría asistido más que gustoso. Su familia y sus socios formaron una piña para hacer imaginar al personal cómo habría sido ver al maestro.
Las emociones no entienden de horarios, y mucho más tarde de lo esperado volvió a cambiar el tono. ¿Podría ser más ecléctico el cartel del jueves? Sí, con las delirantes letras de Los Toreros Muertos capitaneados por Pablo Carbonell. Maquillados, con flores a lo Lana del Rey y en clave de chirigota se presentaron con un “Buenas noches, arandelos”. Procedieron a conectar de inmediato con un también variado público (era una alegría ver tanto renacuajo con sus cascos de colores) a base de himnos a Teruel, canciones de iglesia y animaladas varias. Era la vía de escape perfecta tras la carga sentimental depositada por los Morente.
Además de homenajes y grandes regresos, la jornada estuvo marcada por dos aniversarios. Por un lado, la década de Dorian, que llevó también al Recinto Ferial su revisado repertorio en clave de cuarteto de cuerda (y no por ello dejaría de rugir el honorable con “A cualquier otra parte“). Por otro, los 20 años de historia de La Habitación Roja, a quienes les tocó cerrar el Escenario Ribera del Duero con una selección de canciones clave en su carrera. Entre ellas, ya tiene una plaza fija la siempre emocionante “Indestructibles” y poco a poco se abren hueco “Si tú te vas (Magnífica desolación)” o “De cine“. Pero fue “Ayer” con la que se despidieron, para acabar diciendo justo lo contrario: “Nos vemos mañana”, lo cual olía a Plaza del Trigo.
Entre fiestas de cumpleaños, a guitarrazo limpio afrontó la nueva formación de Dinero su cuarto Sonorama (el primero de su nuevo bajista) con su nuevo trabajo, DNR. Mostrando las tablas adquiridas, el show continuó a pesar de los problemas con la guitarra, machacaron cuerdas y baquetas e hicieron saltar y menear cabezas en clave rock, uno que está muy ligado a la historia reciente del evento arandino. Triunfantes, pusieron la guinda con otro verdadero clásico en estas tierras, “En invierno“.
Los británicos Monarchy se encargaron de poner punto y final a las actuaciones cuando el reloj marcaba casi las cinco de la mañana… A pesar de las horas, la bailable artillería del trajeado dúo surtió efecto entre los valientes que aguantaban en el recinto. En el Sonorama, no solo hay que saber administrar bien la batería del móvil, sino también la propia, porque quedaba mucho festival por delante.
Texto: Beatriz H. Viloria Fotos: Héctor Hugo Vila Rodríguez
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