La revelación de la Plaza del Trigo de esta edición la protagonizaron Rufus T. Firefly. Con letras que recuerdan a Standstill (qué gran detalle), buena dosis de ruido, una batería certera y muchos años de rodaje (casi una década esperando ese momento), Víctor Cabezuelo y sus compañeros supieron aprovechar el buenísimo horario que les había tocado. El sábado a las 14 horas, ante una plaza abarrotada (hasta el punto de que tuvieron que cortar los accesos y el Trigo no admitía ni a un sonorito más), la banda de Aranjuez triunfó al presentar su tercer largo, Nueve. Quien también supo aprovechar este horario mágico, fue un chico que se subió al escenario para pedirle matrimonio a su novia delante de todo el mundo. ¡Enhorabuena, pareja!
Para esta última jornada, la sorpresa diurna se preveía gorda, a poco que uno escudriñara el fondo del escenario y viera a los artistas que se dejaban ver por ahí, unido a los rumores que habían circulado sobre un concierto conjunto. Este acabó materializándose en una actuación en honor a Leaozinho, proyecto solidario impulsado por el locutor de Radio 3 Ángel Carmona que busca mejorar la vida en las favelas a través de la música y que tuvo un gran protagonismo durante todo el festival. Empezaron a desfilar por allí artistas del cartel haciendo suyos temas ajenos: el “Que no” de Deluxe cayó en manos de Zahara, un electrizante Pucho de Vetusta Morla se adueño del “Ser brigada” de Leon Benavente y John Franks de Smile tocó la fibra sonorita con “On my mind” de The Sunday Drivers. Día grande en el pueblo, cuyas otras plazas, la del Rollo y La Sal, no dieron abasto.
Una renovada y eléctrica Zahara abrió la programación del Escenario Aranda de Duero por la tarde. Para todos aquellos que aún la recordaran como una joven muy sentida pegada a una acústica, la ubetense se traía su reciente disco, Santa, y a Martí Perarnau, Víctor Cabezuelo, Miguel de Lucas y Ramiro Nieto como banda de excepción para dejarlos boquiabiertos. Y lo hizo con temas potentes como “Crash“, bailando y saltando por el escenario, y acabando por los suelos después de haberse metido entre la multitud con una de sus primeras canciones, “Tú me llevas“.
Más tranquilos, y haciendo gala de 20 años de tablas como ya hicieron el jueves Australian Blonde, Mercromina pilotaron un nuevo vuelo hacia los noventa, con “Ciencia ficción” (tema recientemente recuperado y revisado en formato single), “Lo que dicta el corazón“, “Chaqueta de pana” o “En un mundo tan pequeño“, interpretada junto a la hija de Joaquín Pascual, Ángela.
A las nueve de la noche, con el anochecer de fondo, un hombre solo se comió un enorme escenario. Xoel López reaparecía en Sonorama con Paramales y ofreció un maravilloso recital que el gallego aseguró que llevaba años queriendo hacer. Con piano, guitarra, armónica, su pie como percusionista y haciéndose los coros él mismo, Xoel afrontó temas nuevos y clásicos sin ayuda de nadie, si bien no estaba realmente solo; un público muy numeroso para esas horas le observó, bailó y cantó su repertorio como si tuviera a su banda al completo. Los sonoritos presenciaron otro de los momentos cumbre de esta edición y seguramente de la historia del festival, dejándose las manos al aplaudirle, ayudándole sin pensarlo cuando lo pidió para “El amor valiente“, agradeciendo que le hiciera justicia a “De vino y espejos” y viendo cómo se las apañaba para sacar adelante un tema complejo como “A Serea e o Mariñeiro“. Cantada con rabia “Todo lo que merezcas“, con emoción “Tierra” y bailada “Hombre de ninguna parte“, entre otras, el gallego acabó dando las gracias con estas palabras: “La música y las canciones son lo primero. Gracias por no iros a por una cerveza”
El sábado, el menú parecía contener solo grandes platos principales. Uno bien claro era Anna Calvi, que inyectaría elegancia y sensualidad a la noche, aunque quien firma estas líneas no pudo disfrutar de sus cualidades al atender una rueda de prensa. Otro era Vetusta Morla, que ya no es solo garantía de grandes multitudes (demasiado lleno andaba el recinto) sino también de una actuación de alta calidad. Pucho y compañía juegan en otra liga, y a pesar de haber accedido ya a estadios y palacios y de haber tirado de efectos audiovisuales para redondear el espectáculo (y no dejan de ser bastante sencillos), todo el peso sigue recayendo en sus canciones y en la ejecución de las mismas, un reloj que nunca falla. Los de Tres Cantos presentaban el mismo espectáculo que ha girado en torno a La Deriva desde su publicación en 2014, aunque hubo un claro guiño a los sonoritos con otro himno que forma parte del hilo musical de este pueblo, “Saharabbey Road“. Visto el mismo show en distintas ocasiones, la autora de esta crónica asegura que Vetusta no pierde la capacidad de emocionar una y otra vez. Entre recuerdos de su primera aparición en la Plaza del Trigo, Pucho demostró que ha perfeccionado gestos y movimientos sin dejar de resultar natural. Destacando momentos de gran belleza provocados por “Cuarteles de invierno” o “Lo que te hace grande“, más bestias con “Mapas” y con el ya clásico y épico cierre de la mano de “Los días raros“, se anotaron un punto más en su ya saturado marcador.
Los murcianos Neuman tenían el encargo de recuperar a la multitud de la resaca postVetusta, en un horario que no acababa de encajar con su propuesta musical (pasadas las dos de la mañana) y los presentes no acabaron de conectar con ellos. Una verdadera lástima que no supieran apreciar su intenso y majestuoso directo, que habría ido como la seda con el atardecer de fondo. El espíritu festivo que se necesitaba llegados a este punto del festival lo trajeron Sidonie, con su chiringuito de playa. Sombrilla, nevera y demás bártulos acompañaron a la bandera canadiense, en la presentación sonorámica de Sierra y Canadá. Y de este último álbum de los catalanes salieron “Un día de mierda” (momento que Marc aprovechó para moverse entre el público a hombros) y “Estáis aquí“, que han ido escalando por su personal ranking de temas favoritos de sus seguidores, no teniendo nada que envidiar al efecto creado de “El incendio” o “Nuestro baile de viernes“. Un grupo que ha crecido en paralelo con el festival y cuyos directos nunca fallan se convirtió en el broche final perfecto para el escenario principal (y, para algunos, del Sonorama 2015).
La cita arandina cumplió su mayoría de edad demostrando su capacidad para seguir ofreciendo un cartel equilibrado con los tiempos que han corrido y aún corren, respaldando al producto nacional sin dejar de incluir detalles internacionales más delicatessen, y apostando por una variedad que la diferencie de otras propuestas festivaleras. Pero con este último estirón pareció dispararse el aforo, resultando un poco más incómodo de lo normal moverse por el recinto (por el pueblo no queda otra). Retomo la primera persona para desear que el Sonorama conserve toda su autenticidad y no se convierta en un evento masivo, y así poder seguir contando con las mismas ganas los días que separan una edición de otra.
Texto: Beatriz H. Viloria Fotos: Héctor Hugo Vila Rodríguez
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