Las delicadas historias de Ricardo Vicente, pieza indispensable de la factoría Nixon y Costa Brava que ha alzado el vuelo en solitario con ¿Qué haces tan lejos de casa?, abrieron la programación matutina de la última jornada. Se presentaba Richi por primera vez con banda, que enriqueció su cancionero ante un público no muy numeroso pero entusiasta, con una primera fila que tarareó hasta las comas. A las actuaciones de Maryland y Sexy Zebras le siguió la sorpresa del día, que correspondió a Second, cuyo directo no pudo más que revolucionar la abarrotada plaza. Entre las duchas propinadas por las mangueras arandinas, Sean y los suyos convirtieron por fin el Trigo en un “Rincón exquisito” sus éxitos y versionaron “Dancing with myself“.
Al atardecer, comenzaba una programación bien surtida en el Recinto Ferial. Dos inyecciones de energía rejuvenecedora de la mano de dos jóvenes formaciones. Los rompedores Belako, vascos que bien podían haber pasado por una banda salida de un garaje de algún recóndito lugar de Estados Unidos en los años noventa, pero sus “eskerrik asko” y sus caritas de más bien haber nacido en los noventa los delataban, abrieron el escenario principal a lo grande, a guitarrazo limpio. A unos metros, Juventud Juché también alteraron la caída del sol con sus breves pero intensos temas repletos de repentinos cambios de ritmo.
El ambiente se relajó para recibir a Nacho Vegas. El asturiano llegaba con nuevo material bajo el brazo, Resituación, pero su puesta en escena y su directo se mantuvieron fieles a su estilo, deleitando a sus fans acérrimos, entre críticas políticas y sociales, tanto las que rezuman sus nuevas composiciones como las que manifestó el músico entre canción y canción. Y para mayor goce de su público, no sería su última aparición de la noche.
Duncan Dhu, o más bien, Mikel Erentxun con banda (Diego Vasallo volvió a faltar) ofreció otro de los conciertos clave de esta edición. Gran afluencia de treintañeros-cuarentones, reviviendo sus años mozos a través de las cuerdas vocales de Erentxun, uniformado en grupo cual vaquero, con su apellido en tachuelas en la correa de su guitarra, y haciendo gala de ese punto rockabilly y sureño que siempre han teñido sus composiciones. El grupo volvió a la vida en 2013 con la publicación de El Duelo, motivo principal de su visita, aunque hay tiempo para compartir “Entre salitre y sudor” con Nacho Vegas, homenajear a Elvis y, finalmente, complacer a los que esperaban imapcientes los clásicos: momentos inolvidables para el Sonorama los vividos al disfrutar de “En algún lugar“, “Jardín de rosas” y “Cien gaviotas” y una nueva experiencia para los que la habían escuchado sin cesar a través de las ondas.
Lástima daba ver el inicio de la actuación de los australianos Cut Copy, con un aforo demasiado discreto. Era evidente que para los asistentes de hoy (en su mayoría seguidores de Erentxun y compañía) no tendrían mucho tirón estos tipos, banda que ha arrasado en festivales de todo el mundo y, tras pasar por el Primavera Sound en mayo, ahí estaban en el escenario de un pueblo de Castilla y León, por obra y gracia del Sonorama, presentando Free your mind (2013). Afortunadamente la situación mejoró y la pista central se fue animando con la hipnótica propuesta australiana, tanto a nivel musical como visual.
La pista de baile inaugurada tras Duncan Dhu con los sonidos tropicales y nerviosos de Grises tuvieron continuidad con los franceses Exsonvaldes (que supieron meterse al personal en el bolsillo revisando “Enamorado de la moda juvenil“) y El Columpio Asesino, quienes contaron con Vegas para su himno definitivo, “Toro“.
El Sonorama volvió a despedirse de sus sonoritos con su cartel más ecléctico hasta la fecha y con una nueva edición que da fe de su autenticidad y carácter genuino. Gente de todas las edades son bienvenidas (en esta ocasión había muchos niños, algunos aún por salir de la barriga). Y de todo gusto musical también, pues te podrá gustar más o menos el cartel, quizás apenas pises el recinto, pero no te pierdas ni uno de los grupos de la plaza y el autobús, ni las pinchadas de la tarde, ni el lechazo, ni los almuerzos en las bodegas… En Aranda te sientes como en casa.
Texto: Beatriz H. Viloria Fotos: Jacobo Revenga y Kike Oquillas