En el saturado mercado musical, tan rebosante de juventud, impostada frescura y prefabricada originalidad, ciertos nombres permanecen ocultos en la medianía del underground. Con una más que sólida carrera a sus espaldas, avalada por un directo arrollador y por las mejores críticas, Stacie Collins es una de esas apuestas seguras que alegran la agenda de conciertos: en un cómodo segundo plano, alejada de un mainstream que cada vez más fagocita nombres merecedores de mayor respeto, es fortuna para todos los amantes del formato pequeño que esta enorme dama del Country-Rock continúe siendo uno de los más golosos secretos a voces de los que disponemos.
Los madrileños Sparkle Gross abrían la velada de manera absolutamente arrolladora. Capearon con tablas la impresentable falta de respeto de gran parte del público, esa que ni se molesta en escuchar a los teloneros, menos aún si son españoles, y han de exhibir su presencia a base de charloteos incesantes cuanto más cerca del escenario mejor. Por fortuna, Sparkle Gross pertenecen al grupo de las bandas “callabocas“: la portentosa y desgarrada “Worried About You” logró el milagro. Un ejemplo más de cómo el público de este país es el peor enemigo de sus músicos.
Muy diferente fue la esperada salida a escena de Stacie Collins. La de Nashville llena el escenario a base de visceralidad y feedbak, furibundos solos de armónica y estudiado salvajismo animal. Con una banda remodelada desde su última visita, manteniendo como único miembro fijo a su señor marido y bajista, presentaba un sonido bastante más compacto sin que, desde luego, destacara por su virtuosismo, algo que, de todas formas, está muy lejos de pretender el espectáculo de la americana.
Su desprejuiciada mezcla de country y rock a veces se desliza a veces peligrosamente hacia un pop más facilón, como en “Baby Sister” con la que abrieron, sin ir más lejos, pero por fortuna sabe escabullirse hacia terrenos mucho más luctuosos, donde es reina absoluta: ya sea en su vertiente más blues, “I Dont’ Care Who Know“, o más rock, estilo al que accede a través de versiones, como la vibrante “Jumpin’ Jack Flash” o “It’s A Long Way To The Top(If You Wanna Rock And Roll)” con la que cerraron a modo de único bis.
En total cerca de hora y media de concierto, que comenzó más ligero y acabó en tormenta, con la menuda armonicista sumergida entre el público hasta llegar a la última persona del fondo del local. Muchas versiones, alguna tan sorprendente como el “Ooh Las Vegas” de Gram Parsons, a modo de válvula rockera de escape que, junto con sus temas blues, evita que Collins sea una cantante más de eso que se ha dado en llamar country de Nashville. Quizás si lo fuera ganaría más dinero y fama, pero no nos habría ofrecido una tan divertida noche de Rock and Roll. Y eso es de agradecer.
Texto: Almudena Eced
Fotos: Raúl Ranz
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