Cuan engañosas pueden llegar a ser determinadas señales y qué desacertado resulta en ocasiones dejarse llevar por las primeras impresiones. Presagiaban sonoro patinazo la inexplicada desaparición del cartel de la banda telonera (los barceloneses Trobar de Morte) y la descorazonadora afluencia de público (a pesar de ser esta la primera visita de Subway To Sally a nuestro país), pero bien poco tardaron los germanos en constatar lo errado de tales vaticinios y convertir la velada en un auténtico jolgorio, brindando un amenísimo concierto que seguramente no establecerá un antes y un después en la vida de ninguno de los asistentes, pero al menos sirvió para destapar a Subway To Sally como una banda sumamente profesional y entregada, acreedora de un envidiable sentido lúdico y una agradecida pericia para satisfacer a su público con independencia de lo numeroso que este sea (algo de lo que últimamente no puede presumir todo el mundo).
No les fueron precisas para ello especiales alharacas ni martingalas más allá de los pilares básicos de una sencilla propuesta que, sin terminar de adelantar ni por la derecha ni por la izquierda a Rammstein o a In Extremo (compatriotas que ondean semejantes estandartes con mucho mayor tirón popular), sabe sacar partido de lo que en bandas afines (y hasta en sus propios discos) son recursos más bien limitados y de no muy largo recorrido, convirtiendo vicios en virtudes y priorizando el músculo y su vena más metálica por encima de barroquismos y efectismos. Armaron un caudaloso repertorio lleno de hallazgos tanto en el puñado de clásicos que rescataron (“Sag Dem Teufel”, “Traum Vom Tod”) como en los momentos más celebrados de sus obras más recientes (“Besser Du Rennst”, “Die Trommel” o “Einsam”), haciendo gala de una instrumentación precisa, contundente e imaginativa, que gana enteros cuanto más se aleja de los presupuestos más rutinarios y reiterativos del folk metal y acentúa su carga dramática (preciosa la balada “Kleid aus Rosen”, con Eric Fish atreviéndose incluso a cantar algunos versos en castellano) o se arrima sin rubor al hard rock puro y duro (como en la bulliciosa “Sieben”). Sirvió la gaita de “Julia und die Räuber” de colofón para una actuación en la que los de Postdam agradaron sobremanera, regocijaron a propios y extraños y se reivindicaron como una banda con un notabilísimo directo muy a tener en cuenta. No para epatar a futuras generaciones, pero sí para disfrutar aquí y ahora.
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