En este cuarto trabajo de la banda portuguesa se dan cita una gran cantidad de músicos invitados (Paulo Flores, Kumar, Cool Hipnoise, etc.) que aportan una mayor diversidad al ya de por sí enorme cúmulo de sonidos que Terrakota propone. Junto a batería, bajos y guitarras se sitúan una gran variedad de instrumentos tradicionales, como el oud, el balafon, el n’goni o el sitar. Todo eso con mucho reggae y samba, pero sobre todo perfectamente acomodados a la no siempre adecuada, pero efectiva, etiqueta de afrobeat. Con Oba Train, de 2007, ya despertaron gran parte de interés en la prensa especializada. World Massala no se distancia mucho de aquel.
Precisamente el primer corte se titula igual que el álbum y además es el single elegido para dar a conocer el trabajo. Decisión acertada y bien acompañada de un videoclip que bien podría incluirse en un remake festivo y despreocupado de Slumdog Millionaire. La siguiente, Kay Kay, es sin embargo bastante más duradera, con un estribillo pegadizo y unas percusiones agradablemente estructuradas. Con I Am comienza a perderse vagamente el exotismo inicial para entrar de lleno en estructuras modernas y voces más cercanas al R&B americano más actual. Siempre interesantes, eso sí, debido al estupendo trabajo de la angoleña Romi Anauel. Los mensajes comprometidos al estilo Manu Chao o Macaco son una constante. Sirvan como ejemplo Gripe Económica e Ilegal.
Aunque no deja de tener cierto interés en lo musical, World Massala no deja de ser un producto perfectamente elaborado para el consumo globalizado. Ese que se congratula en su publicitada diversidad cultural, pero siempre bajo el manto protector de los mismos valores y estética occidental en los que se incluyen cualquier otro tipo de sonido actual. Un producto que se nos presenta como genuinamente universal pero al que se ha desprovisto deliberadamente de cualquier aspecto local y étnico, gracias especialmente a una producción —esta sí genuina- occidental. Vamos que sí, efectivamente, Terrakota funden sonidos y culturas, pero sin ser ninguna de ellas verdaderamente características de las regiones a las que hacen referencia, porque es esa globalización musical la que desdibuja y elimina las diferencias que precisamente se nos presentan como producto de consumo. Un producto sometido a unos mismos códigos estéticos y comerciales. Eso sí, es perfectamente posible no prestar atención o no compartir ninguna de las líneas anteriores, dejarse llevar y disfrutar de este disco como de cualquier otro.
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Texto: Juan Manuel Vilches