El espectáculo de este conjunto teutón se inicia con sus tres característicos micrófonos retro solitarios ante un aterciopelado telón entre bermellón y carmesí. Sobre dicho marco se proyecta un vídeo introductivo en el que se muestran instantáneas de los tres vocales, Sam, Digger y Basti, recluidos en la típica prisión norteamericana de los años 50, dispuestos a trazar ese plan de huída perfecto que les ponga nuevamente en la calle y frente a sus fans. Una vez terminada la narración que acompaña a las imágenes, la conocida cual The Baseballs Band acelera las notas de lo que será la revisión del ‘No Diggity‘ de Blackstreet —versión que aún no ha salido en ninguno de los lanzamientos oficiales de estos acólitos a las maneras de Gene Vincent y Eddie Chochran).
Aunque los músicos están en su punto, al igual que las gargantas de la triada que lidera desde el frente del escenario, hay algo que no funciona en el sonido. Una especia de nube de ruido hace que los instrumentos parezcan sólo un pálpito sin detalles, sin diferenciación —tan es así, que los toms de la batería no se distinguen de los pellizcos que Klaas Wendling prodiga a su contrabajo, de la misma manera que las carreras del piano se pierden en esa bola de sonido—. Poco a poco, y mientras se va desgranando un show que atesora reinvenciones de ‘Hello‘, ‘Angels‘, ‘I Don’t Feel Like Dancin’‘, ‘I’m Not A Girl, Not Yet A Woman‘ o ‘The Look‘ —en el que hacen un intento del ‘Oh Happy Day‘, aquel himno del siglo XVIII que en 1967 se transformó en tema gospel—, el técnico desde la mesa logra resolver el percance de la mezcla incorrecta.
De su ya conocido microespacio a capela y todos a una, ‘California Gurls‘ es la vencedora, con instrumentación mínima pero que decora con puntería ese espacio íntimo. Tomas Svensson hace su solo de batería, muy al estilo de los primeros percusionistas del Bo Diddley, en el cover de ‘Tik Tok‘, mientras que para ‘Chasing Cars‘ dejan el numerito del piano ardiente. Y es que las llamas toman la parte superior del instrumento citado y acaloran la cara del ínclito Jan Miserre, todo en un preparado calco a una de las mejores bazas escénicas del totémico histrión Jerry Lee Lewis. Cuando finalmente los vocales abandonan las tablas pareciesen emular con sus pequeñas gansadas a las despedidas que a finales de los 60 ofrecían los Sha Na Na —y que quedaron inmortalizadas en la película documental oficial sobre el primer y original festival de Woodstock—.
En cualquier caso, para los bises guardan un par de golpes de efecto que sacan los más apasionados vítores de la velada: en un momento dado de ‘Quit Playing Games (With My Heart)‘ Lars Vegas, Klaas y Jan toman los micrófonos, dejando el contrabajo, la guitarra y las teclas a la triada de cantantes; y siguiendo la marca de lo inesperado, en esos bises Basti, Sam y Digger cargarán con sendos saxos para complementar a sus compañeros en algunos pasajes. No falto ‘Umbrella‘, pero tampoco una versión por estrenar, ese ‘Born This Way‘ de Lady Gaga que quedó cual guinda de pastel. Más de veinte canciones en dos horas de espectáculo, cita en la que inclusive presentar material particular de The Baseballs. Ahora sólo falta que se animen y centren su próximo disco compacto en obra propia, pues talento no les falta.
Texto: Sergio Guillén. Fotos: África Paredes
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