The Brew — Sala LeClub, A Coruña — 08/02/2013

La banda británica The Brew (no confundir con los mucho más melódicos Brew de Massachusetts), se encuentra embarcada en una extensísima gira por nuestro país, destino que frecuentan desde prácticamente su primer disco y en el que, año tras año, van cosechando una creciente legión de admiradores.

Presentaban su disco en directo Live In Europe, quinto larga duración de su carrera, con un aforo casi completo en la coruñesa Le Club, rendida de antemano a los encantos de Barwick y compañía; pues eso son The Brew: un jovencísimo genio de las seis cuerdas acompañado por otros dos músicos muy solventes, una de esas formaciones que aúnan brillantes aciertos con desconcertantes errores. La brutal y descontrolada energía que transmite Jason Barwick se ve a veces opacada por la impostada alegría de Tim Smith, cuya veteranía en estas lides, sin incapacitarle lo más mínimo para el Rock and Roll, lo coloca en una dimensión absolutamente diferenciada a la de sus jóvenes compañeros. Éste y otros pequeños detalles, como la ingenua falta de peligrosidad sexual del cantante o la absoluta carencia de veleidades estéticas, serán los que les impedirán, probablemente, dar el salto que merecerían al circuito de las grandes salas. Mejor para su público actual, que podrá seguir disfrutando de sus conciertos en recintos de aforo pequeño, donde el contacto es mucho más directo y la energía fluye mágicamente y sin artificios.

Dispuestos desde un principio a dinamitar cualquier atisbo de reserva mental que pudiera albergar ninguno de los presentes, arrancaron con las extraordinarias “Master and the Pupeteer” y  “Every Gig Has a Neighbour”, para a continuación apostar por temas que se quedaron fuera del disco en directo, como “Postcode Heroe” y “The Joker”. En esta línea, alcanzaron uno de los momentos álgidos de la noche con la emocionante dupla compuesta por el “Little Wings” de Hendrix y el “Surrender It All” del disco A Million Dead Stars, cuyo “KAM” supuso el clímax de la velada y que sirvió, junto a esa joyita que es “Imogen Molly”, para terminar un concierto redondo.

O debería de haber sido así: hora y media larga de brillantísima actuación en crescendo. Pero esta lógica fue absurdamente truncada por un solo de batería mediocre y totalmente innecesario, ya que Kurtis Smith es un fantástico instrumentista capaz de dotar a los rápidos temas de rock-blues de unas atmósferas cuasi psicodélicas, algo de lo que había venido dando cumplido ejemplo a lo largo de la velada. Borrón para una noche hasta el momento perfecta que a duras penas pudieron remontar con el bis “A Million Dead Stars”.

Traspiés de último momento que, aunque impidió que la noche acabara como mereció, no tuvo tanta envergadura como para evitar señalar a ésta como una velada memorable.

Text y Foto: Almudena Eced
maixta

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