The Chamaleons es una de aquellas bandas que estallaron durante los ochenta entre miles de coetáneos británicos, pero que en su mayoría no aguantaron más allá de esta década. Por suerte volvieron a reunirse en 2000 para lanzar nuevo material y un par de discos más en los años venideros, los tres de notable calidad además. Así que no nos encontramos ante un comeback injustificado y para pasar por caja. La banda, aunque solo mantenga dos miembros de la formación original, sigue en activo total y absolutamente. Sin embargo, en esta última gira no están presentando nuevo álbum, sino que tiran su gran parte de su catálogo, especialmente del más clásico. Al fin y al cabo es lo que los fans quieren escuchar, por mucho que su última retahíla de canciones funcionen a la perfección.
Al llegar a la sala se podía vislumbrar todo tipo de fauna: desde pijos a góticos. Buena señal que un grupo siga reuniendo a tanto tipo de personal, sin fijarse un target único. Mark Burgess apareció en escena con aires a un Bryan Ferry en versión oscura y algo más envejecido de lo esperado. Abrieron fuego con “A person isn’t safe anywhere” y su incertidumbre post-moderna tan arraigada durante los ochenta. El sonido era bueno, pero la voz no se encontraba del todo integrada con el entramado musical, como si fuese aparte del resto. Gracias a Dios el problema se arregló minutos después y pudimos comprobar como el efecto de eco servía como broche perfecto para aportar la atmósfera fantasmagórica y de tensión necesaria.
La contundente “Nostalgia” nos hizo levantar brazos ante los guitarrazos de una de las nuevas caras jóvenes de la banda. De sus últimos álbumes rescataron canciones como “Second skin” o “Pleasure and pain”, pero como hemos comentado los ochenta fueron los grandes protagonistas, especialmente su enorme Strange Times, incluyendo la mítica “Swamp thing” para dar por finiquitada la velada. Como curiosidad mencionar que interpretaron estrofas de The Doors y de Joy División en un par de canciones, por lo que no se avergüenzan de la influencia que han ejercido ciertos grupos en su música (especialmente el de Ian Curtis, con los que casi coincidieron temporalmente).
“Tears” fue sin duda uno de los momentos más intimistas de la noche, que se caracterizó por la interpretación de su catálogo más rock, dejando a un lado su faceta más atmosférica y pop. Cuando finalmente se dejaban llevar por ella muchos de los matices de las originales quedaban diluidos ante el poderío (excesivo) de las guitarras. Para mí se convirtió en el mayor ‘pero’ de un concierto por otro lado notable, aunque quizás se acercaban más a la actitud del comeback injustificado que hemos comentamos que a lo que realmente era. ¿No se creían sus propias canciones? Por mucho que los nuevos músicos fueran realmente buenos y Mark lo diese todo sobre el escenario, había cierta sensación de recital impostado flotando en el ambiente. Sin embargo, nos quedamos con haber asistido a un envejecimiento más que digno de una banda de renombre.
Texto: dyorch + Fotos: Héctor Hugo