La chispa salta en unas sesiones que produjo el propio Bloomfield al armonicista James Cotton. El sonido de la ciudad Chicago, de sus calles y sus bandas, estaba en la esencia del instrumentista para el que coordinaba la grabación, y Mike no pudo evitar soñar con un estilo diferente, hecho a imagen y semejanza de los nuevos tiempos pero con el calado estilístico de un sello como la Motown. El debut restaría en los anales del movimiento de finales de los sesenta como un barrido a la mera crítica social y política, estallando, tras el mismo, seguidos y sustanciales homenajes a una forma de hacer música que el pueblo negro había glorificado con aciertos incontables.
Esas sensaciones, dotadas de un regusto retro no tan lejano en el tiempo (ocho años vista, lo más distante), salían ante todo de una sección de viento en la que los metales envolvían cada canción para regalo en un papel confeccionado a golpe de notas rítmicas por los parches de Miles. Mike Bloomfield se dejó querer por las teclas de Barry Goldberg, y todos contentos. El tándem artístico en el que la guitarra complementaba a unos teclados de rancio abolengo, aunque con miras al exterior que les rodea, hacen de los dos instrumentistas uña y carne. Si a ello le añadimos la participación de Richie Havens con el sitar, al igual que rendiciones con dedicatoria para Otis Redding y para el siempre a punto mástil a la par que compositor Steve Cropper (‘You Don’t Realize‘), al asunto poco más hay que salpimentarle. Únicamente agruparlo todo en el mismo vinilo y dárselo de comer a una juventud hambrienta.
En abril de ese mismo 68 se idea la conocida como Super Session, o lo que es lo mismo, Bloomfield más Stephen Stills y Al Kooper armando el belén a tres bandas con unas sesiones mágicas de pura alquimia sonora en la que reinventan ideas escritas por Bob Dylan, Curtis Mayfield o Donovan. Buddy Miles sería tentado por el hombre vudú del rock and roll (con permiso de Sreamin’ Jay Hawkins y Bo Diddley), el ínclito Jimi Hendrix, geniecillo psicodélico que buscaba baquetas para su Band Of Gypsys. El percusionista dio el sí quiero, mientras que por el camino creaba el Buddy Miles Express. Sin embargo, Miles no abandonaría tan rápido el barco como Barry o Mike. Antes de partir a un horizonte de propuestas dejó sobre el tapete una despedida inmensa, un The Electric Flag: An American Music Band que era lo más parecido a lo que al año siguiente editarían en su primer LP los miembros de Chicago (todavía conocidos como Chicago Transit Authority).
Eran entonces, sin la menor duda, contendientes hermanados de igual a igual con otros revolucionarios norteamericanos llamados Blood, Sweat And Tears. The Band Kept Playing sólo constituyó una reunión por la oportunidad y las risas de los 60 perdidos (este tercer redondo se publica en 1975), aunque sus dos obras de inicio y muerte súbita en el mismo 1968, publicadas en su momento por Columbia Records y que ahora se reeditan con todo lujo de detalles gracias al buen gusto de la casa Yellow, son crema imprescindible para sustituir cualquier sirope mal digerido.
The Electric Flag
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Sergio Guillén
The Electric Flag, amalgama de sonidos en 19681 thought on “”
WOW! ME HICIERON REGRESAR A UNA ÉPOCA MUY ESPECIAL EN MI VIDA!
GRACIAS!!!!!