En raras ocasiones tres grupos de nuestro país se muestran dispuestos o capaces de demostrar que aquí sí que se sabe hacer buen Rock, sin necesidad de recurrir a tediosos clichés ni dorar la píldora de un público perezoso acostumbrado a no aceptar sino la misma y vieja fórmula una y otra vez. Cuando tres formaciones diferentes se atreven a ello, reventando literalmente los muros de la madrileña sala El Sol, no sólo es nuestra oportunidad de aplaudirles, sino que es nuestro deber el apoyarlas al máximo y el afirmar, por enésima ocasión, que dentro de nuestras fronteras se cuece algo muy gordo.
Abrían la velada los madrileños MYSTIC FREQUENCY WORM. El cuarteto, encabezado por Juan Luis y Ralph de Glow, no disimula sus querencias pantanosas, desarrollando una suerte de Stoner espeso y guitarrero de resonancias setenteras, recogido en su primer trabajo, …from the top of the sound mountain. Composiciones arriesgadas, interpretaciones impecables y una presencia escénica austera, casi grunge, convirtieron a la actuación del cuarteto en una delicatessen ciertamente no apta para todos los públicos.
Los vitorianos THE SOULBREAKER COMPANY les sucedían sobre el escenario. Regresaban ante una audiencia ya conquistada de antemano, sabido es el cariño que se les tiene a los alaveses en la capital, pero no se conformaron con traer su ya conocido repertorio de Hard-Blues, sino que, por el contrario, ofrecieron a un asombrado público los resultados de una evolución tan sorprendente como extraordinaria, en forma de un set-list renovado merced a los temas de su nuevo e inminente trabajo, Itaca, en el que enormes dosis de Psicodelia permitieron a estos músicos mostrar una pericia técnica y compositiva más que notable. Si a esto sumamos su extraña, arriesgada pero acertadísima inclusión de una sección de viento en la formación, tenemos como resultado un sonido particularísimo y personal que, en un mundo perfecto, les llevaría mucho más lejos.
Cerraban la noche los navarros ELECTRIC RIDERS, mucho más directos que sus antecesores, practicantes, éstos sí, de un Hard-Blues de hechuras clásicas, muy similar al de los norteamericanos The Rose Hill Drive, por realizar un símil quizás basado en la semejanza entre las voces del norteamericano Jake Sproul y el pamplonés Jaime Zuasti, así como en las notabilísimas evoluciones guitarreras de Adolfo Alcocer. Toda una lección de energía en directo que tuvo además su episodio entrañable con la participación de ese insólito personaje que es Robértez, vocalista de Motociclón, que les acompañó, en una impresionante y caótica jam, a la armónica.
Una velada de auténtico Rock and Roll, en la que se demostró, una vez más, que los prejuicios que, con toda seguridad, fueron los causantes de que la Sala El Sol no acusara más que una media entrada, a nadie dañan más que a los que los padecen. Y que en este país, hay talento. Mucho talento.
Texto y fotos: Almudena Eced
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