Descubrimos a The Mahones a mediados del mes de mayo del año pasado en la sala Wurlitzer Ballroom junto a Kick Out y Not For Sale. En aquella ocasión era la primera vez que tocaban en España y gracias a la promotora True Believers presenciamos el concierto de un grupo de celtic punk que nos fascinó. A partir de ese momento nos empapamos bien de sus discos y aunque carecen de himnos imperecederos que sí tienen otras bandas del género, gozan de una buena ristra de canciones festivas, optimistas y de calidad. No tardamos en volver a verles, esta vez acompañando a los Dropkick Murphys en la sala Heineken. No podría haberles salido una oportunidad mejor que girar junto al grupo de punk gaitero por excelencia en su gira europea y desde luego, no la desaprovecharon. Su concierto apenas duró media hora pero el público los recibió con bastante acogida y precalentaron perfectamente aquella gran noche, por no hablar de la popularidad que han ganado desde entonces. Sin embargo, ahora que les conocemos mucho mejor era cuando teníamos que verles de nuevo, rodeados de una buena acústica y otra vez como cabezas de cartel, así que esta última gira se presentaba como la ocasión perfecta.
Vinieron celebrando que llevan 20 años en ésto y es que dos décadas dan para mucho. En principio, formaron el grupo de cachondeo a principios de los 90 para tocar únicamente en el Día de San Patricio, pero con la tontería ya tienen en su haber, seis discos, un directo y dos recopilatorios, además de multitud de giras mundiales que les han llevado a tocar junto a grupos como The Clash, The Pogues, Social Distortion o The Dubliners. Incluso tienen uno de esos baches que hacen temblar la trayectoria de un grupo hasta el punto de que es difícil que no se desplome: en 1999 su bajista Joe Chithalen murió en Amsterdam poco después de que The Mahones actuaran. Accidentalmente consumió un plato que estaba compuesto, entre otros ingredientes, por cacahuetes. Era alérgico y desgraciadamente, no consiguió sobrevivir.
Pero regresemos al 2010. Antes de llegar a Gruta 77 pasaron por las fiestas de Manresa con lo que vinieron a Madrid con una gran sonrisa en la cara. Allí, lógicamente, les vieron muchos cientos de personas con muchos litros de alcohol en la sangre por lo que fue una auténtica fiesta. Aquí el día no podía ser peor, el último lunes de agosto, pero aún así había esperanzas de que todos los amantes del punk folclórico de la capital se acercaran a bailar un rato. O bien hay pocos o bien aún siguen en la playa pero hubo que conformarse con una modesta asistencia en la onda del martes anterior con los Real Mckenzies. El verano en la capital no perdona y es más una época de recogimiento al amparo del aire acondicionado que otra cosa; pero no había excusa y los que nos asomamos lo hicimos con ganas de enchufarnos una Guiness al ritmo eléctrico de Finny McConnell y los suyos.
Los encargados de prender la mecha de la velada fueron los madrileños Brutus Daughters. No podían ser otros, de igual modo que cuando toca un grupo de folk punk en Galicia han de ser Bastards On Parade los que los teloneen. De hecho, cada ciudad debería tener un grupo así y nosotros tenemos la gran suerte de tener a los Brutus. Cada vez tienen más tablas y cada vez lo hacen mejor. Les va la marcha y saben transmitirlo desde el escenario y aunque técnicamente unos cojean más que otros, es imposible aburrirse en uno de sus conciertos. La primera vez que los vimos, en esa misma sala y junto a Kick Out y The Lost Bandits, ya nos convencieron pero esta vez no hicieron más que ratificar que es uno de grupos de punk rock más interesantes de la capital. Además de tocar unos cuantos temas nuevos, nos deleitaron como siempre con un buen puñado de versiones. A destacar el cierre que siempre consigue poner patas arriba la sala, “Drunken Lullabies” de Flogging Molly y “Take Me Back” de los propios Mahones. Con ese tema se ganaron a los canadienses y éstos no cesaron de alabar las virtudes de los madrileños durante todo su concierto. Hermandad genuina entre grupo guiri y grupo local, como debería ser siempre y que rara vez ocurre.
Al acabar estos y tras más de media hora de cambio de backline, subieron al escenario The Mahones. Pero lo hicieron cojos porque vinieron sin Sean Winter, es decir, sin banjo, mandolina, harmónica y coros adicionales. No empezaba bien el asunto pero bueno, nos dejamos llevar por su vitalidad cervecera y afrontamos el concierto con optimismo. Desde el primer momento hicieron brotar en la pista un pogueo sutil formado por chicos con falda de colegiala y demás colegas de taberna. El ambiente estaba cargado de fiesta pero no tardamos en percatarnos que la banda sonora era más tombolera de lo deseado. El único instrumento “folclórico” que les quedó a los Mahones fue el acordeón de Katie (la “chica más sexy del punk rock” según el bajista Riot Ryan y esposa dos décadas más joven que Finny, el frontman). Por ello le dieron bastante protagonismo y el sonido global se asemejaba más al de una feria que a un alarde punk rocker con tintes célticos. Todos ellos estuvieron tan correctos como etílicos, aunque no se les notaba mucho, en especial Dom “The Bomb” Whelan a las baquetas, pero aún así al grupo le faltó fuelle. Sonaban compactos pero sin la fuerza suficiente como para levantarnos los pies del suelo.
En cuanto al setlist, estuvo más que correcto. Cayeron sus temas más emblemáticos, como “Paint the Town Red” o la que siempre constituye el broche final, “Drunken Lazy Bastard“. Una canción que por cierto, y debido a lo que comentaba líneas atrás, nos pareció haberla escuchado varias veces esa noche. Ante la insistencia de un público bien regado en cerveza de todos los colores, en esta ocasión fue el preludio de un bis en el que Finny presentó un par de temas del disco que editarán a finales de este año. También pudimos escuchar otras odas al whiskey, la cerveza y el patriotismo irlandés, ya que todas las canciones van de eso, con “A Drunken Night in Dublin” o “Is This Bar Open ‘Til Tomorrow” y la que fue para mí el mejor momento de la noche, la fantástica versión de “Teenage Kicks” de los Undertones. No cabe duda de que fue una noche de lo más agradable, pero no sólo queríamos pasar un buen rato, sino asistir al concierto definitivo de los Mahones, y desde luego éste no lo fue. Pero bueno, seguro que habrá una próxima vez y entonces me aseguraré de beber un poco más de Guinness. Por si acaso.
Texto: Javi JB
Fotos: CGM
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