Una vez más (y ya van…) se vuelve a cumplir aquello del profeta, su tierra y la gente que nunca aparece cuándo y dónde debería hacerlo. La canción es tan vieja y la hemos oído tantas veces que ya cansa, pero no se puede pasar por alto que la cosa escuece y molesta especialmente cuando un buen segmento de las ausencias y las deserciones provienen de las filas de la escena que presuntamente debería respaldarte, por parte de algunos a los que un mal entendido purismo les impide ver más allá de sus propias narices y reconocer que hay vida más allá del rockabilly y el hillbilly de manual.
Al diablo con los zoquetes que no entienden que esta es una banda distinta a la que conocieron hace algunos años y se niegan a admitir que ahora al bueno de Mario Cobo también le pueda dar por abrazar a Cash, bajar al pantano a tomarse un trago con los Cramps, apretar duro el pistón del psychobilly (ahí tiene buena parte de la culpa la percutante mano con la que el serbio Ivan Kovacevic castiga su contrabajo), flirtear sin complejos con el swing y el surf y, en definitiva, hacer todo aquello que le pide el cuerpo en cada momento, sin tener que rendirle cuentas a nadie y acreditando una extraordinaria solidez a la hora de acometer cualquier envite. A Cobo y su irrefrenable propulsión melódica hace ya mucho tiempo que la ortodoxia se les quedó pequeña, demasiado estrecha para contener el bronco y proteico empuje de una mente creativa que, en un nuevo salto al vacío (y sin red, que eso es para cobardes), ahora se atreve nada más y nada menos que con el paso del inglés en castellano. Y no puede decirse que no le haya salido el órdago, o al menos eso cabe deducir si atendemos a lo fenomenalmente que “Sin Rendición”, “Un Solo Botón” o la festiva “No Lo Vi Venir” se dan la mano con enérgicos e impetuosos viejos conocidos como “Rock Steady Go”, “Cold Smiles, Pretty Girls”, “See That Girl Again” o la revisión del “Palisades Park” de Freddy Cannon con la que echaron el cierre.
En media Europa, buena parte de la Costa Oeste norteamericana y hasta en Las Vegas ya saben que lo que se traen entre manos los Nu Niles es cosa seria. Aquí sigue sin haber peores sordos que los que no quieren oír ni a punta de pistola.
Raúl Ranz