Si Garbage tiene a una front-woman de la talla de la escocesa Shirley Manson y No doubt atesoraba finuras a través de Gwen Stefani (acierten a pensar cuál de las dos es más estilosa sobre el escenario), los suecos The sounds pueden presumir de tener en sus filas a la suma de las dos con el nombre de Maja Ivarsson. Y además escupe. Y así, Garbage tienen un disco bueno (el primero), Gwen Stefani una canción divertidísima (“What you waiting for“) y para conseguir un momento mínimamente soportable de The sounds en la madrileña La Riviera, tuvimos que esperar al bis para escuchar “Tony the beat” (gran remezcla la que hicieron en su día, por cierto, Rex the dog), la mejor canción, por divertida y disfrutable, de su exiguo repertorio, plagado de ooohhhs, uhhhhsss, nananananasss y golpes de batería que con un bote de bilore y una escoba hubiesen sonado muchísimo mejor.
No necesitó mucho el grupo para que, con esos juegos New-wave cercanos al nuevo punk que mejor practican otras bandas como The gossip, aderezados con unos machacones, repetitivos y saturados zumbidos de guitarra, elevaran los brazos de los exaltados seguidores que vitoreaban unas canciones que sonaron igual de pesadas durante todo el concierto. Sonaba un tema y uno se preparaba para lo que se le venía encima; otra igual de infumable colección de golpes, donde parecía que el joven que tocaba el teclado iba a salir disparado hacia el infinito del paroxismo-punk descerebrado, es decir, de muy escasa inteligencia musical. Se suponía que venían a presentar su nuevo álbum, “Crossing the rubicon“, pero todo lo que se escuchaba parecía salido del mismo despropósito. ¡Qué valor!.
Por mucho que su solista apriete los puños y pretenda entregar pasión y fuerza en el escenario, con esas canciones AOR-punk, metidas en la túrmix del ruido sin melodía, con el fin de intentar un crescendo en los estribillos para glorificar al grupo a través de la comunión con su público, a The sounds le sobra tratar de imprimir fuerza donde no la hay. Podríamos apuntar que sus canciones son pegadizas, que en directo podrían ser disfrutables e incluso, hasta divertidas. Pero en lugar de intentar estas cosas, (cualidades que son el privilegio de aquellos grupos con iguales pretensiones y mejores resultados), fuerzan la máquina e inflan sus canciones hasta pinchar sobre el escenario un arsenal de incongruentes ruidos, cuya lógica sólo la pueden explicar aquellos a los que la copia amontonada de naderías lograra hacerles disfrutar de un concierto donde el aburrimiento es directamente proporcional a la balada que cantó Maja Ivarsson en un momento del concierto. ¿Cuántas veces puede repetir Bryan Adams la palabra “forever” en sus canciones?. Pues ella hizo lo propio con “baby“… ¿ó era “tonight” lo que repetía sin cesar?. Ya ni me acuerdo.
En fin, que a juzgar por la entrega de sus seguidores y lo bien que parecía que se lo pasaba el grupo, a The sounds le puede quedar cuerda para rato. Esperaré, pues, a que otros remezcladores avispados deconstruyan alguna canción decente de su repertorio. Que su mejor canción llegara en el bis dice más bien poco de un grupo que aspira a tantear estilos donde necesita más madera para quemar toda esa fuerza de la que hace gala. Y llevan tres álbumes publicados. Garrafón.
Texto: Ángel Del Olmo