Los holandeses The Upsessions despedían en Guadalajara su segunda gira española, después de actuar en Barcelona, Castellón y Madrid. Un fin de gira donde la banda puso todo de su parte para que el público que se congregó en el Henry Chinaski disfrutase de una velada con los mejores sonidos jamaiquinos. Y lo cierto es que el público disfrutó de su sonido tanto como de la espontaneidad que esta joven banda mostró sobre las tablas del escenario alcarreño.
Ataviados con su habitual chandal verde con rayas amarillas, comparecieron ante el respetable con la clara intención de que éste se olvidase del frío reinante en el exterior y se concentrase en disfrutar de los cálidos sonidos que en los años 60 emanaron de Jamaica. Un grupo, que como se puede comprobar en los dos álbumes que han publicado, tiene una potente base reggae, donde destaca especialmente el sonido del órgano, que combina con algunos toques de ska y con la presencia de un trombón. Sonido jaimaiquino de los años 60 al 100%.
Con Boss van Trigt -cantante y guitarrista- y Giel Mulder -trombonista, percusionista y segundo cantante- como maestros de ceremonias, The Upsessions alternaron los temas más cercanos al ska de su repertorio con sus composiciones reggae, dotando al concierto de gran dinamismo y permitiendo a la audiencia bailar desde el principio hasta el final. De esta manera fueron interpretando “Why You Don’t Me Wrong“, “Rudie Cool It Down“, “Cool Ska Time“, “Backstabber” “Right Way of Loving“, “Reggae Fever“, “The Soultrain“, “Boss Preassure” y prácticamente los dos primeros discos al completo hasta ofrecer una actuación de más de hora y cuarto de duración.
Un concierto sin concesiones, sin excesivos parones, incluso sin la típica retirada anterior al bis. Incluso sorprendió que no se marcasen la habitual -o habituales- versión para meterse al público en el bolsillo. No les hizo falta y eso que amagaron con interpretar el “54-46 That’s My Number” de Toots and The Maytals. Y no les hizo falta por dos motivos: el primero, y más importante, por sus canciones, y segundo, por su interacción con el público.
Habilidades comunicativas que les llevaron a arrancar bramidos de la audiencia para saltar el medidor de decibelios que les acompaña en sus actuaciones o a la organización de un improvisado concurso para conocer al “mejor bailarín de la sala”. Idea ésta que no terminó de fructificar ya que nadie del público quiso mostrar sus habilidades en el arte del skankin’ bajo la luz de los focos y la atenta mirada del resto de asistentes. Pero, a pesar de ello, diversión tanto arriba como abajo del escenario y buena música jamaiquina para despedir la semana.
Texto: Carlos A.S.
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