Cinco más cinco músicos sumaron su buen hacer en la Sala El Sol madrileña, organizados por el exquisito programa que SON Estrella Galicia elabora para escoger los artistas que presenta, desde hace ya algunos años. Buenas ideas para excelentes conciertos; así se hacen las cosas. Acompañando a gente a tocar, en este caso a unos admirables Tórtel, que ya tenían sus canciones formadas desde hace muchos meses atrás.
Jorge Pérez, alias Tórtel, y sus cuatro músicos, abrieron la noche; sin hacer falta el recordar que su álbum “La gran prueba” fue editado el pasado año, pero sí con la templanza y la excelente labor de rememorar estas canciones. Cuarenta minutos veloces de pop instantáneo, brillante e inmediato. De esa impronta que hace que tararees las canciones aunque no las conozcas. Como si fueran hechas por al reverso de un Fernando Alfaro en un día soleado, de huellas traídas de una música igual de cercana que conocíamos en los ochenta, pero con ritmos que van desde la “bossa” a unos Beatles patrios con el freno puesto en los arreglos electrónicos, y con letras cercanas y muy bien cantadas.
Sorprende la capacidad de tocar y la matemática y simultánea fusión de letras y armonías en grupos tan jóvenes y con tanto futuro por delante (si hablar del futuro musical en nuestro país no sea cosa de locos…). Los cinco músicos de Tórtel tocaron de forma magnífica sus canciones, con una voz modulada de forma impecable en las melodías, donde se saben conocedores de un álbum que ya llega su camino recorrido y con el que juegan sobre seguro. Ahí están, por ejemplo, la canción que da título a su último trabajo, donde se canta, de una forma un tanto amarga del triunfo personal (“no es nada interesante hablar de mí…no soy como decía, nunca lo fui, no recibí el premio a la alegría…“). Rimas perfectas para una canción de pop impecable. El resto de sus cuarenta minutos fueron igual de homogéneos.
Denle una oportunidad a Tórtel; se lo merecen. Tanto para los fans de Tachenko, ¿Qué es si no, “Segundo intento de detener la historia“?, como para aquellos que disfruten de las últimas composiciones de La Bien Querida. Ahí tienen “El baile extraño” para comprobarlo. Insisto, se merece mucho más este grupo, y está pasando injustamente desapercibido, a juzgar por la media entrada de la sala. Tendría que haber estado llena desde el principio. Lo pienso de verdad, me sé el futuro de memoria (como dicen en una de sus canciones).
Pero, los que allí estuvimos, sabíamos que al final valió la pena.
Jacco Gardner parece un discípulo aventajado de Arthur Lee, donde coge los rasgos de Kurt Vile y los zarandea hasta traernos el “Forever Changes” con una lluvia de margaritas y pop psicodélico desde los Países Bajos hasta cualquier rincón del mundo, sin desmelenarse un pelo. Que con tan sólo 27 años tenga el valor de hacer lo que hace, si no es digno de elogio (a juzgar por el intachable resultado de alguna de sus canciones), cuanto menos, es loable.
Como excusa, traía bajo el brazo su recién publicado “Hypnophobia“, un álbum donde juega mucho más con las composiciones instrumentales y los países atmosféricos, pero al igual que en el anterior, existen temas de incuestionable calidad, como “Another you“, su “Clear the air” del segundo trabajo, que gozó de los mejores elogios en su visita madrileña; aunque yo me quedo más con “The one eyed King“, será porque me recuerda, de forma inexorable a Love…, a pesar de que muchos lo emparentan con Beach Boys. No lo veo yo tan claro, pero en fin.
De todas maneras, con sólo dos trabajos, tiene canciones para demostrar lo que vale su juventud y sabiduría. Perfecta sonó, así, “Puppets Dangling” entre la nueva remesa de canciones, como “Find yourself“, canción que adelantó su último trabajo, otra estupenda y brillante composición de inocente voz rasgada por las notas de ese hipersensorial ambiente abstraído, que te envuelve en un universo único, curioso e incorruptible.
Todo ese pop vintage que se trae entre manos Jacco Gardner, lo llena de burbujas multicolor, a lo The Left Banke, pero con más suntuosidad y luminosidad si cabe, para declarar las razones que le hacen sabedor de que con sólo dos álbumes en el mercado (notable también el recién publicado…), es un más que digno representante de Syd Barret, llovido de un iris de nostalgia reluciente, y que nada tiene que envidiar a sus maestros. Por su valor, y por el mérito que pone en ello. Y además, cantó encantado, divertido y agradecido con su público. ¿Se puede pedir más?. La respuesta es, cinco músicos, más otros cinco, suman…un número redondo.
Texto: Ángel Del Olmo