Se cerró en Madrid la temporada de artistas en vivo organizados por los conciertos Sublimes de Vertical pop y patrocinados por SON Estrella Galicia,con más de cuarenta directos, exquisitos por la inteligente selección del cartel y el acogedor telón para acabar con este álbum musical, el Teatro Lara. Para finalizar, dos parejas, mujeres al frente; dos hombres a su izquierda a la guitarra y dos formas de entender tendencias que brillan en nuestras tierras y justo arriba de nuestra frontera norte. Muy diferentes. Por un lado, el folk, country-rock apesadumbrado de la excelente voz (rozando el quebranto) de Miren Iza. Por otro, la herencia de la nueva “chanson” francesa, que tiene a Dominique A (junto a ella para esta velada), Daniel Darc, Vincent Delerm y/o Benjamin Biolay, Miossec,… de Laetitia Velma. La primera en acústico, la otra con teclados, más cercana al mundo inigualable de uno de los artistas más sobresalientes del actual panorama musical europeo. Un Dominique Ané, quien no nos sirvió esa noche ninguna canción de su repertorio, cediendo el protagonismo a su compañera y las canciones que, seguramente, le acercan mucho más al mundo de éste que de otros más ampulosos, por citar la última orquestación en las irrefutables composiciones de Benjamin Biolay. Dominique A, a media sonrisa, siempre deja ganas de un visita futura; que sea más pronto que tarde. Más de uno, igual esperábamos algún regalo de la pareja francesa, cantando a dúo “Nanortalik”, “Immortels” ó “Le sens”, tres de las grandes obras maestras de su último trabajo. A propósito, no entiendo de ninguna de las maneras la penosa distribución de este álbum. Es doble, pero muchos nos quedamos en su día sin La Matière, que contiene otros doce temas igual de buenos que el álbum oficial. Sin palabras.
Desde Irún hasta Madrid, masticando la niebla, y entreviendo mares donde los peces sacan primero la cola del mar (pero sin retorcer las letras, todo en ella suena inmediato: “Ya no te puedo querer, sólo falta que dejes de doler”, canta en “Algo ha cambiado para siempre”), y sospechando que en su mundo de relaciones algo se ha roto como una nuez, en Tulsa se perciben cosas ajenas, lejanas al mundo del amor; mucho más distantes cuanto más calan sus canciones (poquito a poco, gracias a la voz de Miren) para el que se adentra a leer entrelíneas sus canciones. Abriendo el repertorio de cuarenta deliciosos minutos con “Matxitxako”, a la que siguieron “Te ofrecí”, la nueva “El francés” y “Algo ha cambiado para siempre”, entre otras. Temblando su voz entre días donde cambia el viento de sus letras, hablando de meses hostiles, su música es directa y llega hasta definir un final más que satisfactorio, agradablemente delicado en la colección que causa el placer en el ánimo de sus canciones. Es algo inequívoco que la voz de Miren Iza se encuentra entre las diez o doce mejores voces femeninas en España. El que luego cada cual sea capaz de sumergirse en su universo es otra cosa.
Laetitia Velma, con su reciente “Les eaux profondes”, acerca mucho más las distancias entre las voces femeninas clásicas y el rock (gracias a su compañero en la guitarra) actual, generando esa nueva vía donde encontrar clasicismo y modernidad; ganadas por la utilización de la electrónica y la suavidad de su voz. Destacó, entre todas ellas, la delicia de “Mon coeur”, a pesar de que el concierto sobresalió por la excelente conjunción entre ella y su compañero de reparto. Velma se deja guiar por los ritmos a la guitarra de Dominique A, entregando, en definitiva, una agradable colección de buenas canciones, donde no se despedazan los ritmos sino que las fracciones de sus esquemas conforman ese todo que hace que se escuchen sin sobresaltos. Y ese orden dejó un recuerdo seductor en las canciones de Tulsa y risueño en las de Laetitia Velma. Dos mujeres y dos maneras distintas de entender la música que tenemos cerca. Influencias del pasado para dar perfil al presente.
Texto: Ángel Del Olmo