El menú que el TurboRock nos preparó para el miércoles fue el siguiente: primer y segundo plato igual de potentes y calóricos (Redd Kross y Hoodoo Gurus) además de unos entremeses de lo más sugerentes (Autoramas), todo ello regado con cerveza y la excelencia que ya habíamos degustado el día anterior con TSOOL, JC Brooks, Muck & The Mires y The Muffs. Podéis leer aquí la crítica gourmet. El Chef, Heart of Gold, y el restaurante, la sala Rock Kitchen. La sala llena a rebosar, a diferencia de la noche anterior y con muchas ganas de jarana. Todo a punto para saciarnos de Rock and Roll e irnos a casa relamiéndonos ante tan exquisito banquete. Y eso fue exactamente lo que hicimos.

Tres meses después de su anterior visita a la capital (en Gruta 77 junto a The Foreign Characters), los brasileños Autoramas regresaban para hacernos mover las carnes, en la medida de lo posible, con su efectiva mezcla de surf, garage rock y power pop cantado en portugués. Una música idónea para poner en una fiesta y despertar a los aletargados cuerpos que se iban amontonando poco a poco en la sala. Como si fuera cierto, que seguro que sí, que Elvis no ha palmado y ahora baila la conga en Río de Janeiro y lo que le va es el surf y la guaraná con coco. Principalmente tocaron temas de su último trabajo, Teletransporte, además de una pequeña selección de sus tres álbumes anteriores. En cuanto a la combinación de su música y su ejecución en directo, no sé si es ‘resultona’ el término que mejor la define, pero es el primero que me viene a la cabeza.

Tanto Gabriel Thomaz, el cantante principal y guitarrista, como Bacalhau, el batería hacen un buen trabajo y sin complicarse demasiado la vida, consiguen un buen resultado. Este último hace que te preguntes de qué favela se habrá escapado. Decididamente apasionado, procura alternar la percusión con el espectáculo y arrancar unas sonrisas al personal. En cuanto a Flávia Couri, bajista y también cantante, consigue dar un toque sexy a una banda más verbenera que rockera. De hecho, pudimos ver a algún que otro madurito hipnotizado por los bailecitos que se marcó durante toda la actuación. A juzgar por los graves demencialmente altos y distorsionados del armario Ampeg al que tenía conectado su bajo, seguramente las ondas expansivas eran las responsables de sus inagotables contoneos.

Tanto canciones como “Hotel Cervantes” o “Paciência“, con la sombra de Dick Dale proyectada constantemente sobre las melodías guitarreras, resultan muy divertidas y cañeras y a pesar de que la mayoría de los temas están construidos sobre estructuras muy similares que dotan de cierta planicie al conjunto, creo que tendrían que tocar bastante tiempo para que consiguieran aburrirte. Como no fue el caso, me parecieron un idóneo calentamiento. Eso sí, la abominable pachanga funk-carioca del final, y que llevaba por nombre “Bacalhau” en honor al peculiar baterista de la formación, deberían reservarla para sus fiestas más íntimas.

Lo mismo digo de la camisa de estrambóticos lunares de Dave Faulkner. Claro que él siempre ha llevado atuendos similares y a estas alturas no le va a dar por cambiar de look. Pero qué importa con lo fascinantes que son los Hoodoo Gurus. Sin lugar a dudas, uno de los grandes nombres del Rock australiano. Torbellino de sonidos e influencias dominadas como pocos logran. Power pop afilado, garage punk rebosante de clase, funk y psicodelia, superviviente de los lejanos 80. Altas expectativas sobrevolaban sus cabezas desde que se anunció su regreso a Madrid dos años después. Con la seguridad del perro viejo, fueron capaces de poner los putos sobre las íes y satisfacer a la exigente demanda de Rock and Roll. De hecho, yo llevaba esperando un concierto como el que pudimos disfrutar el pasado miércoles en la Rock Kitchen desde la mágica noche con la que nos obsequiaron Cracker el pasado mes de enero. No consiguieron igualarlo pero desde el primer verso de “I Want You Back“, supe que sería uno de los más especiales de este 2010.

Faulkner, a parte de tener nombre de escritor erudito, es el que soporta todo el peso del grupo. Cantante, guitarrista, fundador y compositor de los Gurus nos deleitó con sus bellas canciones de profunda y emocional lírica en la onda de “I Hope you’re Happy” y los amigos a los que se les han llevado las drogas, la religión o cualquiera de los baches del camino que a veces somos incapaces de saltar. Con gran presencia y llenando cada recoveco de la sala con el inmaculado sonido, salvo por puntuales momentos empañados por la reverberación, “Blow Your Cool“, “Come Anytime” o “The Right Time“. Poderosas canciones orquestadas con magníficos coros y alguna que otra ruidista distorsión a cargo de Grossman y Shepher. Puntearon con acierto el set gracias a sus temas más conocidos, “What’s my Scene?” o “1000 Miles Away” y reafirmaron el respeto que llevan cosechando juntos desde el 88, como afirmó Dave orgulloso. A ver, no nos vayamos a engañar, los Gurus, ahora -y me imagino que hace diez años-, no es uno de esos grupos que te dejan con la boca abierta con su directo. Más bien, lo que logran es reconfortarte, como tu abuelo cuando te contaba tu cuento preferido entre susurros. Y es que seguro que, desde la nostalgia, algún día también echaremos de menos conciertos como el que Hoodoo Gurus nos regalaron el otro día.

Por último, y tras remojar el gaznate con un poco de birra a precio de Moët & Chandon, uno de los principales misiles de la batería TurboRock, el grupo de culto Redd Kross. En ligero declive, si echamos la vista atrás y recordamos la gira que hicieron junto a Stone Temple Pilots o incluso el modo en el que reventaron la Joy Eslava hace tres años. Lo que no han perdido por el camino es su fiel legión de fans y la eterna juventud de espíritu que sigue rebotando en sus entrañas.

Nada más salir al escenario, los hermanos McDonald y compañía, desataron su furia rockera de forma huracanada. “Lady in the Front Row” fue el pistoletazo de salida que se encargó de volarnos la cabeza a todos los allí presentes. Sonando como ningún otro grupo en todo el festival, comenzaron a descargar sin tregua un bombazo tras otro frente a la atenta mirada de gente de los Muffs, Autoramas, Hoodoo Gurus, Los Chicos, Tachenko e incluso los reyes del dance tribal actual, Dover. Jeff y Steve McDonald perfectamente conservados y con la vitalidad tan alargada como sus melenas ejecutaron “Money Machine” y “Switchblade Sister” como si hubiéramos regresado de repente a mediados de los noventa.

Y toda esa fuerza tal como vino, se fue. Inexplicablemente el globo se pinchó minutos después y lo que parecía una lección de Rock and Roll se convirtió en algo parecido a una pachanga de local de ensayo. Los temazos siguieron sucediéndose (véase el cover “Pretty Please Me” de los Dickies o ese gran tema llamado “Jimmy´s fantasy“) pero también empezó a ser muy irregular. Eso sí, lo que de verdad rompió el frenético ritmo con el que iniciaron el show fue una sucesión de interminables parones en los que se entretuvieron haciendo bromas privadas, divagando o haciendo el chorra, como lo de la interpretación circense de “I was made for loving you” de los KISS a cargo de Robert Hecker. Por cierto, estuve a punto de acercarme a él tras el concierto para darle la tarjeta de mi médico de cabecera, que es cojonudo, porque a parte de parecer el doble de Pierluigi Collina, buen aspecto no presentaba. El caso es que se las ingeniaron para pincharnos la burbuja. Suerte que consiguieron levantarlo en el último tramo y llegar al notable gracias a los bises, en los que nos hicieron cabecear con ganas al ritmo de “I Hate My School” y “Annie’s Gone“. Y tarareándolas un rato después, volvimos a echarnos a la calle en un nublado crepúsculo de septiembre. Contentos de haber vivido dos noches fantásticas y pensando en que, si te gusta el Rock and Roll y no fuiste al TurboRock 2010, deberías recapacitar y plantearte qué coño estás haciendo con tu vida.