Cuando el cartel del TurboRock apareció de la nada, fue cuestión de minutos que se esparciera como la pólvora por multitud de foros, portales musicales y redes sociales. Costaba creer que una promotora pudiera organizar un festival así, a estas alturas en España, pero tal y como se anunció, sucedió. Heart Of Gold le echó huevos y trazó un evento de rock and roll hecho desde el corazón y con un gusto musical exquisito. Se hizo simultáneamente en Valencia y Santander durante el pasado fin de semana y días antes en Madrid, aunque aún queda una fecha en la capital (martes 28 septiembre). Los cimientos sobre los que se construyó el TurboRock estaban bien definidos: exclusividad, calidad e identidad. El último y mejor festival de rock and roll en España desde el Azkena Rock. La apuesta era arriesgada, pero los números y las críticas demuestran que han salido victoriosos.
La edición de Madrid hizo que finalmente todos los que teníamos pensado ir a pasar el finde a la costa, decidiéramos quedarnos en casa, por motivos económicos, principalmente. Los mismos motivos que la organización tuvo para ampliar las fechas de los principales grupos del festival y así acortar gastos. De modo que si en Valencia y Santander el aforo era limitado, en Madrid más todavía, ya que en dos días pudimos disfrutar de grupos de la talla de TSOOL, Redd Kross o The Hoodoo Gurus, en la sala Rock Kitchen, la antigua Ktdral. Una sala con un aforo para unas 1000 personas y en la que a finales de los noventa tocaron grupos como Incubus, Good Riddance o Blink 182 y que hace poco ha vuelto a abrir sus puertas para conciertos de Rock.
El único contra de la versión reducida asignada a la capital fue la ausencia de grupos nacionales en el cartel. Esto hizo que nos quedáramos sin disfrutar de los directos de Sex Museum, Los Coronas, Los Chicos o The Right Ons. De forma que los encargados de ser los primeros en romper el silencio del escenario el pasado martes fueron los americanos Muck & The Mires. En una década les ha dado tiempo a convertirse en una de las bandas de garage beat más respetadas del mundo y a actuar junto a artistas como MC5, The New York Dolls o Ray Davies.
Elegantemente uniformados, hicieron lo que mejor saben hacer, canciones cortas, cañeras y sin paja accesoria. Como un puñetazo enfurecido en una riña de bar. El ambiente aún estaba un poco aterido y ni los acordes garageros, ni los poderosos estribillos de sabor ramoniano, impulsados a base de sólidos coros consiguieron crear una burbujeante atmósfera que fundiera al grupo y al público, pero ellos bordaron su directo y se ganaron con creces el parné. El vocalista Evan Shore maneja el cotarro como quiere, y es que haber formado parte de formaciones como The Queers, los Nines o Voodoo Dolls, otorga tablas a cualquiera. Además, supieron hacer una buena selección de sus temas más conocidos, o los que espabilaran mejor a la muchachada —medios tiempos correctos, a parte-, y así nos sacudieron gracias a “Hypnotic“, “King Of The Beat“, “Doreen” o “Gotta Get You Thinkin’ Like I Do“. Grandísimo comienzo de festival.
Tras Muck & The Mires, el escenario se llenó de vientos. El asunto prometía y es que era el turno de JC Brooks & The Uptown Sound. Apenas había escuchado su música hasta el martes pasado y salí fascinado del descubrimiento. Junto a mí, un tipo con aspecto de vendedor de comics le susurró a su colega “vas a flipar, es como si Otis Redding al frente de los Stooges”. Lo debió leer por ahí pero la verdad es que resultó convincente, casi tanto como ese torbellino llamado JC Brooks. Y si yo no reproduciría la misma frase promocional es por culpa de su banda, que le falta garra, porque él es un auténtico fenómeno. Heredero del sonido soul de Chicago en la onda de leyendas como Sam Cooke, Syl Johnson o Curtis Mayfield, tiene un sentimiento que nace en el corazón y estalla en sus extremidades.
Trepa y seductor hasta la médula, como lo son todos los bailongos de su calaña, es capaz de ofrecer más que el clásico “baby, baby” propio del género. Temas como “Baltimore is the new Brooklyn“, “He does the town” o “Alright” son una buena muestra de ella. Desgrana cada uno de ellos con una voz envidiable, acompañada de todo tipo de meneos, con una maestría con la que sólo los que han bailado desde niños en locales humeantes impregnados del espíritu soul, saben dominar. Además, gracias a una gran simpatía y entrega y una banda perfectamente sincronizada —tampoco vayamos a olvidarnos de ellos-, se ganó completamente al público. No paró de animar y hacer participar al respetable y sobre todo de desgastar las suelas de nuestros zapatos con su posesión neo-soul. Eso sí, con lo que consiguió deshacernos por completo fue con el fantástico cover de “I’m trying to break your heart” de Wilco. Elegancia frenetismo a partes iguales en un set que se consumió como un soplo de viento. Absolutamente demencial.
El testigo lo cogió uno de los grupos a los que más ganas tenía de todo el cartel, The Muffs. Por hache o por be, nunca había conseguido verles en directo y siempre había escuchado maravillas del concierto que dieron hace años en El Sol. Además, desde que a finales de los noventa cayera en mis manos el famoso recopilatorio de Fat Wreck, Short Music For Short People, he procurado ir tachando los grupos que aparecían en él y los angelinos que nos ocupan eran uno de ellos. Pues bien, si hay una palabra que puede describir su concierto es sin duda, decepción.
Se presentaban como uno de los platos fuertes de la noche y sin duda alguna el más cañero, el que más tenía que hacernos bailar; pero consiguieron lo que parecía imposible, dejarnos totalmente indiferentes. Comenzaron potentes con el tema de arranque, “Happening” de su penúltimo disco, pero pronto nos percatamos de que algo fallaba en el engranaje. Acabado el primer bloque del setlist con “Nina” ya presentimos que todo el concierto iría por esos derroteros. Un desequilibrio absoluto y a todos los niveles. Daba la sensación de que habían sacado al trío californiano de un manicomio y les habían puesto a tocar temas de su juventud. Hubo de todo, desde tropiezos con los amplificadores y derrapes con la guitarra por parte de un disperso Ronnie a gallos y desvaríos por parte de Kim. Y es que en el caso de ella, no estamos hablando precisamente de una novata. A parte de los Muffs, ha tocado con The Pandoras y The Beards, y colaborado con infinidad de grupos como NOFX o los Groovie Ghoulies, pero no cabe duda de que no se han preparado el tour en el local y claro, sin precalentar hasta Michael Phels tiene agujetas.
Lo que siguen intacta eso sí, es la capacidad de Shattuck para berrear como una condenada. Sus gritos acaban haciéndose algo repetitivos pero resultan una señal indiscutible del grupo. Por otra parte, creo que supieron hacer un buen resumen de su carrera y nos deleitaron, aunque fuera a medio gas, con potentes canciones de sus primeros discos como “End It All“, “Another Day“, “Sad Tomorrow” o “Big Mouth” hasta que pusieron el broche final con “Agony” del Blonder and Blonde. Desgraciadamente, dejaron fuera su conocida versión “Kids In America” de Kim Wilde, pero bueno, he de reconocer que en el último tramo del concierto ya estaba deseando que acabaran. No porque estuviera siendo insufrible, sino porque ya había visto todo lo que tenía que ver. Suena a una crucifixión, pero no es así. Simplemente habrá que darles otra oportunidad y espero poder dársela.
La noche llegaba a su climax y había llegado la hora de que el grupo más esperado pusiera el broche final a la primera jornada del TurboRock. Una gran ovación precedió a la entrada de The Soundtrack Of Our Lives en escena y pronto comenzó su recital. Esta joya que ha irrumpido en nuestras vidas en los últimos años, con influencias que maman tanto de grupos como The Who, los Stooges u Oasis, son el relevo natural de la época que encabezaron estos últimos, situándose en mi opinión, por encima de ellos. Sobra decir que TSOOL deberían estar posicionados en el mismo escalón de reconocimiento que hypes del momento como Wilco o My Morning Jacket, pero bueno, egoístamente también prefiero que estén donde están y que, de este modo, podamos disfrutar de un grupo tan inmenso en una sala del tamaño de Rock Kitchen.
Sin embargo, los suecos practican una música plagada de matices y fuerza por lo que, en la parte delantera, más allá del elevadísimo volumen, no se lograba distinguir todo lo deseable debido a la reverberación. En la parte central y trasera sí pudimos disfrutar del concierto en su totalidad y lo hicimos con ganas porque una vez más, TSOOL salió por la puerta grande. Piezas maravillosas como “Second Life Replay” o “Broken Imaginary Time” lo hicieron posible. Ebbott, el carismático y peculiar frontman, por supuesto salió vistiendo su sobria túnica y a modo de gurú del rock, fue moviendo los hilos del concierto a su antojo. Predicó “Mantra Slider“, “Bigtime” “Fly“, “Sister“, “Babel On” o “Thrill Me” y como dirigiendo un torbellino sónico de distorsión, como si del dios del viento se tratara, nos hipnotizó con sus increíbles aptitudes vocales. La pandereta que lucía como collar acabó hecha pedazos y él en éxtasis confundiéndose con el público.
Poco antes de la 1 y media de la mañana y tras los bises se encendieron las luces y se iluminaron nuestros rostros cansados y satisfechos. TSOOL volvieron a ratificar que son uno de nuestros grupos de cabecera actualmente aunque con ellos pasa un poco lo que sucede con el chaval que se aplica en la escuela hasta alcanzar un notable o un sobresaliente y aún así no puedes evitar exigirle un poco más. Tienen tanto potencial que aunque salgas maravillado, quieres todavía más. Supongo que son algo parecido a la metadona y yo me confieso yonqui de su elegancia.
La mecha del TurboRock estaba prendida y nuestra devoción por el espíritu de este festival, también. Tras las 20 horas de aquel día eterno hubo que irse a descansar. Al día siguiente nos esperaban tres cañonazos más: Redd Kross, Hoodoo Gurus y Autoramas. Pero que no pare el rock and roll, si no es molestia.