Hay pocas cosas tan seguras en la música nacional como un concierto de Uzzhuaïa, con el paso de los años han reunido un repertorio envidiable -sus discos han envejecido muy bien- y a su persistente actitud han ido sumando unas tablas que hacen de cada espectáculo un evento imprescindible. Por si no fuera bastante, siempre añaden pequeños detalles que dan mucho juego, como cuando los guitarristas subían a un pequeño escalón metálico en primera línea del escenario, produciendo la chispa que prendió varios momentos de locura y pogo desenfrenado.
La presentación de los nuevos temas obtuvo la mejor de las respuestas, con toda la sala cantando cada estribillo, desde la stoner ‘Directo al mar’ -que perfectamente podría formar parte de sus primeros pasos discográficos- pasando por el raudo recitado de la autobiográfica ‘El solitario’ o el demoledor riff inicial de ‘Bailarás en el infierno’. Entre medias otros cantos infaltables, la ceremonia del Jack Daniels durante ‘No quiero verte caer’, la presentación por parte de Isra de ‘En ciernes’: “una canción muy cruda, desde lo más hondo de los cojones” o la medley con apuntes ramonianos (Pet Sematary) y de Misfits (Attitude) mientras Pau descansaba sus cuerdas vocales para afrontar la parte final del show con esa joya refulgente que es ‘1975′ y la espitosa ‘Desde septiembre’.
Si en sus inicios fueron considerados los The Cult españoles, sólo fue necesario un disco de transición -el homónimo Uzzhuaïa- para ver afianzado un sonido propio en el excelente Destino Perdición, bebiendo de los ritmos del sleaze, un toque adicional de contundencia rítmica y unas progresiones vocales en la mejor línea de Tom Keifer (Cinderella). Sus continuaciones 13 veces por minuto y el recién estrenado Santos & Diablos no hacen sino confirmar el éxito de la fórmula, refrendada magistralmente en un directo que cada vez congrega más público, un crecimiento lento, pero que logra una identificación y una fidelidad a prueba de hypes foráneos.