Último festival de la temporada en el Vive Latino de Zaragoza. La apuesta europea de los creadores del mayor festival de latinoamérica llega a su segunda edición con un cartel con grandes nombres de la música de los dos lados del charco. Nada más pisar el recinto, a primera hora, ya vemos una buena asistencia y multitud de grupos de amigos con atuendo común, siempre una gran idea ya sea el uniforme de la selección sueca, de Stockton y Malone o de floreados y hawaianidades varias.
Abrimos el viernes con Carolina Durante, herederos de Los Nikis, Hombres G o Airbag. Su energía punk nos hace sudar a pleno sol “gracias por estar aquí, yo no hubiera venido (con este calor)” confiesa su cantante Diego, que no dejó de ofrecer agua y saltar con actitud drogopropulsada. En la centrifugadora ramoniana cabe de todo, desde una versión de Amaral ‘Marta, Sebas Guille y los demás’ hasta celebrar el fin de la estación con ‘En verano’. Su hit ‘Cayetano’ siempre nos recordará a Vaya Semanita, y es que hay que saber reírse de todo. Sólamente un pero: sus finales son abruptos e inconclusos. Hay que mejorar la despedida.
La primera formación en el escenario principal fue Delaporte, que se enfrentaron a un público más talludito del que acostumbran. La ascensión de Sandra es impresionante, comenzó ganando concursos de bandas noveles con su banda anterior y ahora comanda grandes océanos de gente con la electrónica que diseña con Sergio Salvi. Versionaron ‘Cariñito’ con un extra de ‘Gasolina’ y también ‘Toro’ de El Columpio Asesino. De sus composiciones destacamos ‘Ni un beso’ o ‘Bang bang’, con arreglos para la jilted generation. Festejamos la verbena de esta década con visuales dignos del winamp. El gimnasio de la generación Z.
La elegancia y veteranía de Elefantes fue nuestra siguiente parada. Comenzaron infalibles con ‘Cada vez’, ‘Que yo no lo sabía’ y ‘Duele’. Composiciones brillantes que sobre un escenario suenan más guitarreras (Damon Albarn approves) o incluso intentan algún arreglo casi trapero, con bases graves de teclado en vez de bombo y sobredosis de platillos entre los fraseados de Shuarma con deje maldito a lo Nick Cave. El timbre y estilo de su líder embriaga y entusiasma por igual. Ojalá la Virgen de Guadalupe siga siempre cuidando de él.
Cambiamos de nuevo de escenario para ver a Xoel López, que presentó un par de canciones nuevas de un disco que saldrá en breve. Por experiencia sabemos que sus largos nunca entran a la primera, pero también sabemos que ganan con el tiempo y que envejecen mucho mejor que los de la mayoría de sus coetáneos. Bajos sintetizados martillean el inicio con ‘Tierra’ -de su flamante Atlántico- un sonido que emplearían en casi todo el bolo. Su Galicia está más presente que nunca con ‘A serea o mariñeiro’ o en ‘Paxaro do demo’, que facturó junto a Baiuca. La traca final incluye ‘Ningún hombre, ningún lugar’ con una acústica y unos teclados dignos de Pete Townshend, para cerrar en alto con el refrescante karaoke que siempre son ‘Lodo’ y ‘Tigre de bengala’. Incluso aunque subieran el volumen desde la mesa, algo cada vez más habitual.
La representación latina en los escenarios grandes tuvo su primer nombre en Julieta Venegas. Tras un comienzo dubitativo el acordeón de la de Tijuana terminó conquistando al público, que cantó todas las letras de ‘Limón y sal’ o ‘Me voy’. Venegas presentó ‘En tu orilla’ como el “atrevimiento de guardar en la orilla algo de una relación que ya se ha terminado”, y sentenció pedagógicamente que “Tropezarse y caer es parte de la vida”. Su banda gana en cada canción, sobre todo por las siempre certeras líneas de bajo que marcan el groove de la cadera. Miles de sonrisas acompañaron ‘Eres para mí’ y corearon el nombre de la artista, que demostró por qué es una de las artistas más importantes de latinoamérica.
Seguimos con otra carrera que también despuntó a principios de siglo con Juanes. El colombiano se presenta con chaleco rockero y consigue que no sea pose. Épicos solos confirman que su carisma derriba todas las barreras. Sus temas son muy parecidos entre sí (intenten entonar “a dios le pido” en todos ellos: funciona), pero es una fórmula efectiva, una combinación que acierta tanto en la radio como en un directo donde el tratamiento de guitarras es claramente hardrock.
‘Volverte a ver’ te deja con ganas de playa, en ‘Fotografía’ invita a la puertorriqueña Gale y en ‘Gotas de agua dulce’ se apoya en las imágenes de un eclipse solar. De su último lanzamiento brilló ‘Rebelión’, versión del clásico ‘No le pegue a mi negra’ de Joe Arroyo. El público, en general, parece responder sólo a los hits, pero el bueno de Juan Esteban tiene todos los que quieras: ‘Es por ti’, ‘Nada valgo sin tu amor’, ‘La camisa negra’… apabullante.
Recorremos todo el recinto con ‘Los perros’ de Arde Bogotá de fondo hasta llegar al tercer escenario, donde ya estaba tocando Lila Downs. “Ahora sí que vamos a tocar una ranchera”, decide antes de atacar la popular ‘El último trago’. Siguen las versiones con ‘Clandestina’ de Manu Chao, convenientemente retitulada y resignificada para las mujeres, que también son protagonistas en ‘La cumbia del mole’, “para esas mujeres esenciales que mezclan el chocolate y el mole”. La temática alcohólica sigue con una “Canción al espíritu de la planta del agave, esa agüita que se llama mezcal”, un tema para el que hace el ritual de la botella al cielo, al suelo y pa’dentro. A mitad de su actuación se fue la luz de los focos, pero siguió sonando la PA, así que la fiesta prosiguió con la imponente presencia de la tlaxquense, que nos recuerda a grandes como Chavela, con la que seguro que alguna vez tomó.
Andrés Calamaro. Tan gran artista como -él mismo lo dice- bocazas. En Zaragoza omitió sus opiniones al límite del delito y ofreció un concierto a la altura de su leyenda. Su cancionero es historia del rock, firmando muchas de las canciones más importantes de los años 90 y primeros 2000. ‘Alta suciedad’, ‘Cuando no estás’, ‘Maradona’, ‘Los chicos’, la lista es interminable, así como el gozo de escucharlas en directo. También hubo material de Los Rodríguez, una formación que, por grande que sea, estimamos infravalorada. ¿Serán ellos la próxima gran gira? varios mentideros que en el pasado acertaron dicen que sí. Dios (dicen que es argentino) verá.
El pulso rock de la banda se mantiene erguido ante los inspirados fraseos pop de un Calamaro con pañuelo en la frente, como un Axl kamikaze. El batería convulsiona, su escudero Kanevsky mantiene el rumbo y casi todos hacen coros, donde añaden armonías celestiales en clásicos como ‘El Salmón’. Más afinados que un grupo de doo wop. Una maravilla. ‘Tuyo siempre’ suena reconvertida en una cumbia con brío de pasodoble, otra genialidad más del bonaerense, así como el añadido del final de Layla en ‘Paloma’. Andrés aprovechó para recordar al recientemente fallecido Pablo de Lumumba (y Todos tus muertos) y provocó el momento más emotivo del festival al invitar al local Kase O a juntar ‘Flaca’ con ‘Mitad y mitad’. Sublime.
Vive Latino Zaragoza da la oportunidad de ver a bandas que llenan estadios en Argentina, Colombia o México pero que en España son prácticamente desconocidas. Esta definición le viene al pelo a Panteón Rococó, una big band de 11 músicos entregados a la fiesta y al desenfreno. Capaces de hacer bailar a 100.000 personas en el Zócalo de Ciudad de México, a orillas del Ebro para unos pocos miles arrasaron. “El panteón rococó está en la casa”, afirmó su vocalista Dr. Shenka, al que habíamos visto horas antes cantar ‘Cariñito’ con Lila Downs. Tanto estilísticamente como en su vertiente comprometida tienen muchos puntos en común con Ska-P, pero la visión de los mexicanos es siempre “Máximo respeto”, frente a los textos deslenguados de los de Vallecas. Con temas como ‘Arréglame el alma’ o ‘La dosis perfecta’ festejamos la “Unión de culturas y la música como ese centro de cohesión”, que también saboreamos en un cover de ‘Vivir así es morir de amor’ a ritmo skatalítiko. “Máximo respeto para todos ustedes, México Ciudad representando”.
Antes de los mexas, a las doce en punto, se activó un espectáculo de luces y pirotecnia donde, además de enaltecer la música, se anunció un próximo concierto de Bunbury en La Romareda. Noticia recibida sin sobresaltos. En su cabeza era espectacular. Viva Suecia cerró el escenario principal con eficacia. Su estilo está encuadrado en el indie más genérico y derivativo, y con su enorme éxito han conseguido la renovación de los aficionados a uno de los géneros más importantes para la industria musical del país.
Últimos estertores con Sexy Zebras que, aunque sonaron solventes y con potencia, no lograron conectar con demasiado público, que prefería estar sentado o, sencillamente, de tranquis. En el anfiteatro Mastodonte pudo presentar su propuesta escénica, comandada por un colosal Asier Etxeandia. Es tan buen actor como frontman, de hecho en 2019 estuvo nominado tanto a los Goya como a los Grammy Latinos. Su show no escatima en extravagantes vestuarios (ellos mismos bromean en redes sobre Björk), inflables y una visión de un escenario totalmente teatral. Sus temas no se quedan atrás, art rock donde todo cabe, del glam a la electrónica pasando por la música disco. Destacamos ‘Glaciar’ por su falsete, su vestuarioy su dramaturgia. Etxeandia sufre una catarsis en cada canción, y es que “quién mejor baila no es el que mejor se mueve sino el que más se celebra a sí mismo”.
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Muy interesante, gracias.