A día de hoy, programar un concierto en nuestro país es más que un acto de fe, es una temeridad sólo justificable por una cierta ceguera selectiva que impulsa a seguir adelante contra todo pronóstico, apostando por una pasión y reivindicando una manera de hacer y sentir las cosas. Gracias a esa visión indomable de las circunstancias, los amantes de la buena música podemos aún llevarnos a la boca selectos manjares como el que The Mad Note Co. tuvo a bien traer para nuestro deleite: los irreductibles Warrior Soul de Kory Clarke presentando su último trabajo Stiff Middle Finger.
Precedidos por los locales Yakuzas, flamantes ganadores del certamen Rock Villa de Madrid 2012, que pasean su último trabajo, Chamberí Rock City, alardeando de orígenes y vecindad, comenzaron a la conquista de los fans de toda la vida con la dupla de la introducción más el tema “Interzone” del disco Drugs, God and the New Republic, de 1991, para saltar a uno de los mejores cortes del último trabajo, “Junkie Stripper”.
Conscientes de la medida de edad de su público, en su mayor parte seguidores desde sus comienzos, tiraron sobre todo de clásicos, principalmente del mencionado Drugs… y de Last Decade Dead Century, de 1990, obviando de paso el extraño y experimental Chill Pill. Magníficos momentos los de “The Drug”, “Love Destruction” y “Shine Like It”, que tuvieron digno colofón en un bis por todo lo alto compuesto por la tríada “The Party”, “Fuck The Pigs” y la esperadísima “Downtown”.
El tiempo y la dura vida de la carretera han pasado factura a la otrora portentosa voz de Kory, de la que ahora queda un rasgadísimo recuerdo que mantiene, pese a la pérdida de registros, intacta su capacidad para mover y conmover a un público absolutamente hipnotizado por su carácter, carisma y presencia escénica. Todo ello pese a que el deficiente sonido transformase la velada, desde un punto de vista estrictamente acústico, en una insufrible bola de crujidos y saturación incontrolada.
Hay situaciones en las que la nostalgia impide a la realidad manifestarse en toda su habitualmente desagradable extensión. No fue este el caso, en el que se transformó en un ingrediente más para lograr que lo que fue nada más (y nada menos) que una magnífica noche de potentísimo rock and roll adquiriese tintes de liberadora ceremonia colectiva. Y es que el amigo Kory LO tiene.
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