Grupo: Wilhelm and the dancing animals
Título: The war of the species
Discográfica: Origami Records
Publicación del disco: abril de 2012
Si no supiéramos que son de Pamplona tampoco nos importaría que intentaran plantar trigo encima de los adoquines. La banda Wilhem and the dancing animals, publican su brillante “The war of the especies” llamando la atención sobre aquellos disparos que parecen rebotar en bandas como unos “The go! team” menos eléctricos y sintéticos, otro poco de dar más velocidad a “Those dancing days“, unas menos sucias “Bikini kill” o el punk más rabioso que arranca a gritos de la, por ejemplo, reluciente y personal “Elephants“, donde simulan ser un grupo de riot-girrrl bajo la sombra de marcar la pauta en querer entregar un cincuenta por ciento de ganas de rabia, equilibrio y explosión de batería, guitarras y voces. Todo esto a doscientos por hora. Un pastel nada empalagoso de punk-rock escondido en ritmos de pop en estribillos femeninos para “Finisterre“, donde las intenciones de querer epatar un gran hit se pega a un dni de “lalalas” contagiosos que dejan sus pretensiones en listón muy alto. No hay nada marca de la casa ni falta que hace. Sus referencias son tan explícitas que no engañan a nadie; pero seguramente no sea éste el motivo de sus canciones.
Las claves para una canción más fácil de querer pegar un “do it yourself” de ritmos a medio grito quedan tan claras como fáciles de asimilar en “All along“, igual de infecciosa, por sus cambios y sus ganas de apostar por esas intenciones (con ese final de esquemas tan evidente que les delata).
Quizá no terminen de cuajar algunos temas, a pesar de que la ruptura de estos compases y el querer romper la casualidad de los esquemas preestablecidos les haga parecer nada intencionados. Esto les pasa en “Ten go“; pero remontan con una “Bulls revenge” donde las cuerdas caminan mejor que las voces y los ritmos tribales de su comienzo se hacen mucho más inmediatos y nada oscuros cuando rompe la canción.
Pero sus mejores frutos los extraen de la combinación de compaginar la irónica dulzura de las voces femeninas con la aspereza de su contrario, donde cortan y pegan la repetición de letras que Guille y Helen saben combinar como si de un ácido estado de folk se tratara, aderezado, como cuento, por esa dirección que adoptan las guitarras en sus cambios de dirección. El camino se allana en términos tan consecuentes como relucientes; de ahí que “The fall” sea tan veloz como precisa.
En definitiva, un álbum donde su urgencia queda igual de plasmada que sus ganas de querer hacer bien las cosas. Nada más y nada menos que un suspiro de nueve canciones que sirven como un soplo de aire fresco (a veces este querer ir en contra de las normas establecidas de frases hechas es tan manido que parece querer diferenciarles a marchas forzadas) para un necesitado panorama nacional de un vendaval de descaradas canciones. Y no confundirlo con frivolidad. Esto lo ofrecen Wilhelm and the dancing animals. No busquen en ellos ningún punto y aparte sino ganas, fuerza, resolución y ritmo; mucho y buen ritmo.
Texto: Ángel Del Olmo
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