Al adquirir una entrada para un concierto, sobre todo si se hace con tiempo, uno nunca sabe cómo se sentirá ese día. Pero fuera cual fuere la situación o necesidad de los cientos de almas que completaron el aforo de la Joy Eslava hace unos días, de lo que podían estar seguras es que asistir a un directo donde se presentaba un álbum titulado Paramales era el remedio ideal.
Y es que bajo ese título se esconde una declaración de amor y gratitud hacia toda la música que ha ido salvando a lo largo de casi dos décadas de carrera a Xoel López. El gallego estrenó en la capital su segundo disco en solitario en una velada convertida en recorrido por su presente y pasado musical, gracias al cual el propio Xoel consiguió ponerle remedio a ciertos asuntos.
El primero de ellos, liberar la tensión acumulada después de tantos ensayos, los requeridos por un disco difícil de trasladar al directo, tal como le había explicado a los medios una semana antes. Sin embargo, desde el minuto uno dio fe de que tanto esfuerzo no había sido en vano, al emprender el viaje de la mano de “Patagonia“. El tema que abre Paramales y que arrancó con una percusión a cargo de las manos y los pies de su mujer Lola García Garrido y de Antonio Pérez, mostró a una banda de grandes nombres (Miguel Rivera de Maga, Charlie Bautista, Iván González “Chapo” y Andres Litwing la completaban) bien engrasada y compenetrada.
El público ya le había recibido con muchas ganas, entre gritos de “¡Xoel, Xoel, Xoel!”, y agradeció este ambicioso inicio, seguido de la coreadísima “Hombre de ninguna parte“, extraída de Atlántico (2012). El músico fue intercalando títulos de su debut bajo la firma de Xoel López con los más recientes, saltando de un género a otro. Cambió la guitarra por el micro para sacar a bailar al quinceañero mod que lleva dentro con “Almas del norte” y se volvió a colgar la acústica para cruzar el charco e ir “Por el viejo barrio” y encontrarse con el “Caballero“. Con una armónica al cuello regresó al presente, construyó un ambiente mágico para la romántica “Caracoles” y se entregó a las cuerdas de una eléctrica en “Un año más“.
Ante una sala llena y con el honorable motivado y bien cerca, el coruñés estaba en su salsa. Parecía el momento oportuno para retroceder un poco más en el tiempo y que sonara “Historia Universal (El amor no es lo que piensas)” de su época como Deluxe, que levantó a todos los asistentes. Mientras tanto, Xoel no podía ocultar que estaba encantado. Aquello todavía fue a más con todo un himno indie, “Que no“, poniéndole remedio así a las necesidades “deluxenianas” de sus seguidores.
Fue una noche donde el baile fue el auténtico protagonista (la batucada gallega “A Serea e o Mariñeiro” siguió ganando puntos) pero también hubo lugar para el desahogo con la cruda “Sol de Agua” y la sensibilidad de “Tierra“. Cerrando una maratoniana primera parte con las melodías de escape de “Yo solo quería que me llevaras a bailar“, aún quedaban sonoridades por descubrir en los bises.
Entre ellas, el aire aflamencado de “La casa hace ruido cuando no estás” y la mala leche del single “Todo lo que merezcas” (solo a lo Queen incluido), entre guiños a la música de su tierra y a “Palomitas de maíz“. En un segundo y último asalto al escenario, Xoel cerró el círculo y regresó a Argentina con “Buenos Aires“, en un último derroche de voz y de cánticos a cargo de la sala de la calle Arenal.
El gallego volvió a la capital a lo grande, con un antídoto bajo el brazo apto para todas las edades, gustos musicales, estados de ánimo y hasta lugares de procedencia que probó su eficacia con creces.
Texto y fotos: Beatriz H. Viloria