Yo, Igor. Una entrevista con Igor Paskual.

El futuro, menos para algunos, está muy cuesta arriba. Incluso negro. Oscuro. Tan lúgubre que no queda otra que la soga o la ventana. Pero siempre hay esperanza y valentía. Tal vez, posiblemente, es cuando eso, la valentía, haga más falta que nunca. Bien para sobrevivir o bien para contar las vivencias. Eso es justamente lo que ha hecho Igor Paskual (San Sebastián, 1975) con “El arte de mentir” (Difácil, 2013), un libro que desata la rebelión de la mentira frente a lo ortodoxo que comulga con el arte de la verdad de Igor, ese hombre, exacto en su belleza, de ruidoso corazón. Sí, hay groupies, sexo, drogas, cuero y demás, pero también historia, juventud y un puñado de patadas de Rock and Roll desde la decadencia de Babylon Chàt hasta los escenarios en masa de Loquillo. Catártico y esclarecedor, “El arte de mentir” es pura quemazón de ardiente licor.

Todo comienza una tarde, cerca de una librería del centrote Madrid y con una foto de Juan Carlos Ablanedo, guardameta-icono del Sporting de Gijón. La edad, el cambio… y el tiempo, un cruel homicida. No hay “chuletas” ni guiones y tampoco preguntas, sino ganas de hablar otra vez.

La vida con Babylon Chàt y después con Loquillo, además del camino en solitario con “Equilibrio inestable” (Pop Up Música, 2011), y otro álbum por llegar, han hecho crecer su figura como autor y como músico indispensable del panorama patrio. Las edades que observan terminan convirtiéndose en acaudaladas vasijas.

¿Qué edad tienes exactamente ahora?
Como padre, treinta. Como novio, veinticinco. Como músico, a veces cuarenta. Como músico a veces me siento más mayor porque deben ser muchas horas en carretera, y quizá por haber estado durante tanto tiempo tocando con gente más mayor. En ese aspecto sí que me siento más curtido. Y como amante, a veces, no me siento nada joven, la verdad (risas). Pero como novio, la verdad, todavía me siento joven y en pleno aprendizaje. Y fíjate, que como padre me siento más joven por ganas, por inexperiencia y a veces por vértigo.

¿Da vértigo la paternidad?
Sí. Y tener dos da una sensación de responsabilidad mucho mayor, entonces te ves que uno, con la edad, ha cambiado. Miro cómo era mi padre a mi edad y me doy cuenta de que hay una diferencia muy grande. Y no solamente con mi padre, sino con una generación entera. Mira los futbolistas. Me acabas de mostrar la foto de Ablanedo. Puedes ver fotos de Arconada y Satrústegui cuando tenían veinticinco años y realmente aparentaban mucho más porque asumían un tipo de responsabilidades que hoy en día no se asumen hasta los treinta y cinco y cuarenta.

Al tenerlo todo relativamente más fácil, ¿fallaría la madurez mental?
Yo creo que sí. No sé si la palabra exacta sería “valores”, pero sí es verdad que -tanto tu generación como la mía- hemos sido una generación más preparada, con más posibilidades, más viajada y con más confort de toda la historia de este país. Como nuestros padres lo han pasado relativamente mal por haber venido de unos orígenes más humildes y por haber vivido una dictadura muy larga, se han esforzado muchísimo para que nosotros tuviéramos un montón de cosas y estuviéramos protegidos. Lo que ocurre es que, en la sociedad en la que vivimos, se nos ha protegido más. No digo que eso esté mal, cuidado, pero sí que nos ha hecho mucho daño. También los procesos de formación son más largos. Antes, a los veintitrés años, había muchas menos cosas que saber, a nivel académico, pero podías defenderte en la vida. Hoy en día, si no tienes dos carreras, tres másters y cuatro años de experiencia en una empresa, no vas a tener ninguna posibilidad.

No sé si me explico, pero tengo la sensación de que hay gente que teme mostrar de dónde viene.
Bueno, hay un poco de todo, pero sí. Hay una generación anterior en la que la gente humilde con una mínima inquietud hacía un esfuerzo por salir de ahí. No había más esfuerzo que el estudio puesto que el trabajo era muy duro, así que lo que tenían era una cosa de mejora. Y una vez que lo tenían, procuraban seguir formándose, porque sabían que en cualquier momento se podían venir abajo. Yo sí que creo que ahí hay un punto de afán, de pelea y de lucha durísima que hoy en día está más perdida. No sé qué va a pasar ahora. Igual cambia todo, pero es una situación muy complicada.

Los días de sol eran un tormento para ti, pues tenías que bajar a la calle…
Sí. Con eso me refiero a un tipo de infancias que había. No sé si la sigue habiendo, porque no sé muy bien cómo se relacionan ahora los niños, pero cuando yo era más pequeño, a primeros de los ochenta y finales de los setenta, las relaciones entre chicos se hacían en calles que no estaban asfaltadas, en columpios que no estaban almohadillados… En zonas más abruptas. Quizá también con menos coches. Recuerdo estar jugando en la carretera y apartarme cuando venía alguno.

¿Era algo más sano?
No lo sé, puede ser. Pero la relación entre chicos siempre se desarrollaba de una manera en torno a la expresión física; violenta. Realmente, el que más molaba, era el que más pegaba y el que más habilidoso era —físicamente hablando-, jugaba muy bien al fútbol.

¿Dónde estabas tú ahí?
Bueno, yo era bastante torpe, así que ese no era un entorno en el que me encontrara bien. No me gusta el mundo de la pandilla infantil o juvenil. Nunca me encontré a gusto. No era el líder y siempre estaba perdido. Viviendo en Asturias, las salidas del sol eran muy escasas. Sobre todo antes, que llovía mucho más. Entonces, como mis padres decían que había que tomar el sol porque tenía vitaminas, me tocaba bajar. Y lo odiaba. Lo odiaba porque sabía que me iba a tocar “cobrar”.

¿Y las chicas?
Ellas eran el mundo más pacífico y más interesante. Y no lo digo en términos infantiles. Pero bueno, siempre llegaba algún idiota que le tiraba del pelo a alguna. Pero vaya, que entre todo tampoco estaba muy cómodo. Sé que quedarse en casa podía ser muy aburrido, pero cuando descubrí la guitarra dije: “Ahora sí”.

Aunque eso, posiblemente, puede ser un cascarón.
Lo era y lo sigue siendo. Realmente, el hecho de tocar la guitarra te permitía ocupar una gran cantidad de tiempo a algo que te apasionaba. Con lo cual, no tenías que invertirlo en otros frentes que se te daban peor. Para mí era un refugio. Incluso después, cuando empecé a montar bandas, era el tanque de ataque también. El lugar en el que estás cómodo y desde donde te puedes enfrentar al mundo con tu expresión escénica. Eso permite acercarte a la edad adulta más protegido que si te acercas de una manera más expuesta. Tener una banda o una guitarra es una herramienta para relacionarse en esa edad más adulta donde puedes ostentar cierto poder o cierta capacidad de negociación frente a esa etapa joven en la que te venía todo.

¿Qué harían, por lo tanto, las personas sin ciertas habilidades?
Muy buena pregunta. No sé, yo creo que la gente acaba encontrando su herramienta para mostrarse. Lo que pasa que yo, en ese tiempo, era extremadamente débil. Hiperestésico, como se decía en el siglo diecinueve. Me afectaban las cosas, creo, de otra manera y encontré en la guitarra mi refugio. Pero cada uno acaba encontrando el suyo, desde luego. Uno puede ser fuerte, otro puede tener una novia muy guapa, otro se refugia en la literatura, algunos en un buen empleo… Cada uno se desarrolla y se va poniendo en el lugar en el que mejor se encuentra. En fin, a mí me habría costado mucho encontrar mi espacio de no haber sido por la música. Supongo que le pasará a un montón de gente. No creo que sea caso único.

¿A qué edad tuviste ese encuentro?
Sobre los once o los doce años. Ahí fue cuando mi madre dijo que todo se empezó a venir abajo (risas). Lo que para mí fue la salvación, para mi familia fue el comienzo de los problemas.

¿Veían tus padres al peligro en la música?
Los padres de nuestra generación se equivocaron en dos cosas. Bueno, no se equivocaron realmente, sino que querían lo mejor para nosotros. Pensaban en esa cosa tan española de hacer una carrera. Que me parece bien, ¿eh?, pero ellos querían que hiciera una carrera para después hacer unas oposiciones y tener un empleo fijo. Entonces ellos, viendo que yo era muy buen estudiante, pensaban que la música me podía desviar de un buen futuro. Date cuenta que, antes, un tipo con tres años de carrera (o sin ella) podía llegar a director de banco, pero ahora, aunque tengas varias carreras, no llegas a nada. Vaya, que no abres ni la puerta del banco. Para la generación de nuestros padres, el tener estudios e incluso el Bachillerato, era el copón. Pero claro, no se dieron cuenta de que iban a alimentar a una generación de hipertitulados.

Igual vivían sus vidas a través de los hijos…
Claro. Nos querían dar cosas que ellos no tuvieron. Veían que yo iba muy bien encaminado hacia un futuro estable y sólido hasta que llegó la guitarrita, cosa que me había tomado muy en serio. Empezaron a observar que le estaba metiendo más horas de las que requiere un hobby y que la cosa iba en serio. Encima siempre fui muy mitómano. Por aquél entonces no era muy fácil conseguir biografías, pero había pequeñas cosas que ya te hacían flipar con Lennon y cosas así. Yo, en mi ignorancia, me preguntaba por qué no podía ser como John Lennon (risas).

Los padres tenían esa ignorancia de los títulos y demás, pero tú querías ser como Lennon.
Sí (risas). Es que es muy difícil predecir el futuro. Eso lo hacían todas las madres del mundo e incluso las de mis amigos actores o pintores. Nuestras madres querían que trabajáramos por el día para tocar por la tarde, pero es que nosotros queríamos levantarnos y tocar desde por la mañana. No quería esperar.

¿Y cómo ves eso desde el punto de vista paterno? Imagino que querrás algo bueno para tus hijos.
Exactamente. Como padre, tienes varias maneras de educar y varios frentes abiertos. Una esa la vocación. Muchos de mis amigos piensan que mis hijos tocarán de puta madre la guitarra porque yo la toco. Y no, no es así. La música y las guitarras están ahí, por que es verdad que en casa tenemos un ambiente muy musical y a ellos les gusta, pero tampoco quiero forzarles. Igual quieren ser ingenieros. No sé. No me gusta cerciorar y menos a una edad tan joven. Tienen a su disposición un montón de cosas, pero no quiero estar encima de ellos con eso, porque puede ser contraproducente. Después está el entorno ético, pues uno quiere que sean buenas personas y buena gente. Que haya una escala de valores y que sobrevivan bien. Pero estamos viviendo un tiempo muy cambiante, así que no me atrevo a decirle nada a mis hijos. Quiero que estén bien formados para que conozcan las herramientas que tienen, pero a saber cómo estará el mundo laboral dentro de unos años. Si ahora está dificilísimo, imagínate cómo será en un tiempo. Cambiará un montón. Lo que sí que me asusta y me da cierta pena, ahora que son muy pequeños todavía, es lo que se encontrarán en el colegio cuando se peguen con algún compañero o cuando alguien no les haga caso. Eso es lo que más pena me da.

Pero hace callo.
Sí, hace callo, pero… Sabrán lo que es todo cuando tengan que enfrentarse esas mierdas de la vida que tanto daño hacen. Es, tal vez, lo que más rabia me da. Igual es porque yo tardé mucho en madurar y en superar y esas cosas. No tengo nada mitificada la adolescencia, ¿sabes? Es una época muy complicada del crecimiento. Sin embargo, ahora estoy muy bien. Me siento perfectamente. Aunque si he tardado tantos años en estar así…

¿Y es por lo que escribiste el libro? ¿Crees que ha sido tarde para ello?
No. No es ni muy tarde ni muy pronto. Es cuando tienes algo con enjundia que contar. Es como con los discos; los hago cuando siento que tengo algo digno de dar. ¿Que hubiera tardado tres años más? Pues tres años. Lo que haga falta. Y si hubiera sido antes, pues antes. Pero quiero el momento en el que sentía que tenía las suficientes experiencias vividas, que ya tengo, y también por madurez. No sé si por la paternidad o por los años, pero lo suficiente para saber gestionar esas experiencias y ponerles un principio y un final. Saber qué ha significado mi vida y para qué me ha servido. Creo que tengo ese balance bastante bien como para poder transmitirlo. Y también porque he leído y he escuchado mucho más. Tenía la capacidad artística para hacerlo. Hace tres años habría tenido las experiencias, pero no el código para hacer balance.

“El arte de mentir” es un libro muy valiente, ¿pero cómo de osado es para que tu familia no lo leyera? Temerán que contar lo que cuentas te exponga demasiado.
Claro. Totalmente. Primero porque no es cómo para ellos por un tipo de pudor de herencia. Es duro para la gente educada en una generación como la de mis padres. Muy duro. Hay un pudor y unas cosas de las que nunca se habla explícitamente, pero que yo sí cuento en el libro, entonces eso, leerlo en un hijo, no es agradable. Y ya no sólo para un hijo, porque hay experiencias que están muy bien, pero hay otras que no son nada agradables. Después está ese temor a que este tipo de cosas pasen factura en el futuro. No sé en qué sentido, pero sí cierto miedo a que todo eso se venga en contra. Ya sabes, ¿no? Esos miedos paternales…

Antes te querían partir la cara porque te ligabas a las chavalas. ¿Y ahora te la iban a partir porque eres “maricón”?
(Risas) No lo sé, la verdad. Luego está la parte de mi mujer. Ella sí que ha leído algunas partes cuando estaba preparándolo, pero las sexualmente explícitas, aunque sepa que existan, tampoco le resultará agradable leerlas. Si ella escribiera un libro igual, me lo leería, pero seguramente me salte las partes sexuales, aunque conozca su existencia. O igual no, ¿eh? Ahora no lo tengo tan seguro. Igual sí que las leería (risas) Pero no, con mi chica no supuso ningún problema. En cambio, sí me gustaría que no lo hubiera con mis padres puesto que me gustaría poder disfrutar junto a ellos de un pequeño éxito familiar. Es un libro que está teniendo buenas críticas y ellos lo saben. Creo que les gusta más como escribo que como toco. Siempre les ha gustado cómo escribía, desde que era pequeño. Pero bueno, también los entiendo. Tiene que ser incómodo para ellos. Para hacer una tortilla hay que romper los huevos. Esa es la historia. No queda otra.

¿Cómo se lo ha tomado el Loco [Loquillo]? Bueno, y también sus fans, pues hay algunos muy integristas que no verían con buenos ojos tus escarceos sexuales.
Yo creo que ese tipo de público, digamos más integrista, del Loco no me sigue. Ni me siguen con el libro ni me seguirán con mis discos. Ahí no he llegado. Tiene una parroquia muy fiel, pero esa parroquia tan integrista suya no me sigue. Sé que hay algunos a los que sí les intereso. Unos fans que son más abiertos. Eso lo he notado en presentaciones y demás. Pero el lado integrista va a menos. No es como hace diez o doce años. Todavía queda ese reducto, pero es menor. Y con el Loco… Hemos hablado mil veces y durante años de este tipo de cosas. Aunque él haga gala de una gran virilidad, es una persona que ha viajado y ha conocido mucho. Tiene amigos gays, además, así que no hay ningún problema. Podría parecer que hay algún problema con eso, pero en realidad no hay ninguno. De hecho, él mismo me dijo que yo tenía muchísimos cojones por haber contado todo eso en el libro.

Hombre, las cosas hay que contarlas. Era el momento.
Sí, desde luego. Yo también lo creo. Por otro lado está el hecho de que yo nunca he tenido reparos con eso. Lo he contado y lo he vivido con naturalidad. Tengo amigos gays; algunos han salido del armario hace muy poco y otros lo saben desde que eran pequeños. Pero también he visto auténticos traumas. Te hablo de gente que lo era desde que iban al colegio y que lo pasaron muy mal. En mi caso, no ha habido trauma, porque me he dedicado a disfrutarlo plenamente. Me lo he pasado muy bien gracias a eso. Pero como te decía, conozco gente, no bisexual, pero sí homosexual, que realmente no lo ha vivido de una manera precisamente alegre, sino que lo ha vivido con traumas y con problemas.

¿Hablamos de hijos de familias humildes, de clase alta…?
De clase media-baja. De clase alta no conozco mucha gente. Me gustaría conocer más, pero no. Las clases altas son otros mundos. Si llego ahí, no será por mis amistades infantiles, sino por mi profesión, porque me permite conocer a un montón de gente, que es lo bueno. Pero no, los que conocía era gente normal que lo pasaba muy mal. Espero que ahora sea distinto, pues el mundo ha cambiado.

Bueno… mira lo que pasó en Francia, la de gente que salió a la calle en contra de los homosexuales.
¡Joder, ya te digo! Dicen que España es racista y tal, pero joder con Francia. Ve a Francia y mira dónde están los inmigrantes. No digo que en España seamos racistas, que lo somos, pero aquí vivimos con ellos, cosa que en Francia no hacen. Hay muchos problemas con los guetos. Y no solamente ahí. En Alemania y en Suecia, sobre todo en Suecia, tienen un problema de racismo y de violencia sexual que alucinas.

Y fuera de esa tesitura, ¿qué le pasa a España?
En cuanto a España, el problema que tiene, es que le sacamos muy poco potencial. Tenemos un país cojonudo, pero no lo sabemos ni ver ni convertir en algo mejor. Por fortuna no tenemos esas imágenes de violencia que yo he visto en países como Francia o Inglaterra.

Deberíamos de tener en cuenta que hay países con varias generaciones, cosa que no pasa todavía en España.
Sí, puede ser. Aquí tenemos ahora a varias generaciones de suramericanos. A cada país le toca un poco de donde ha descolonizado.

¿Sería como un “castigo”?
No como un “castigo”, pero sí que veo que hay cierta justicia en ello. O sea, creo que Francia tiene que apechugar con todo lo que hizo en Argelia. No se puede ir a Argelia, a finales de los años cincuenta, para arrasar y hacer barbaridades y que ahora salga gratis. Por eso tienen que ser conscientes de toda la cantidad de gente de origen argelino que tienen y hacer con ello algo bueno. Pero es que se lo deben, además. Quizá no ellos, pero sí sus abuelos. Lo que me alucinan de Inglaterra, por ejemplo, es que haya gente obrera que exija que el trabajo de las fábricas sea primero para los ingleses puros, cuando ellos han chuleado a medio planeta. Nadie llamó a los ingleses desde la India para que fueran y arrasaran con todo. Entonces, ahora me parece de justicia que los indios o los pakistaníes que no están a gusto en su país tengan una oportunidad de vivir mejor en Inglaterra. Es lo mínimo que pueden hacer. Pero vamos, alucino cuando veo las cosas que pasan y más viniendo de gente de clase obrera. Es un rival en el puesto, pero es un compañero.

Al final hay una falsa camaradería…
No lo sé. Es posible. La verdad es que, cuando el trabajo escasea, tu compañero también es tu rival. Sé que es muy difícil, pero termina siendo. Espero que las cosas cambien, porque en el fondo, por muy rivales que sean, el barco es el mismo. Y si se hunde, se hunde para los dos.

Pero no todos reman…
(Risas) Sí, también. Pero hay dos que van a estar remando siempre, porque los que no reman, no están en el barco. Bueno, más bien están en otro camarote. Te aseguro que a esos no les va a tocar remar jamás.

Volviendo al libro, destaco la parte en la que comentas que, en lugar de tener sexo al final de un concierto, preferiste volver al hotel para tocar la guitarra y luego masturbarte, con la intención de disfrutar tú solo.
Es que, a veces, cuando te vas con alguien, realmente hay un placer real en ello y tal. Aunque no siempre pasa. Algunas veces hay miedo al vacío, a estar solo. Pero claro, cada vez me llevo mejor conmigo mismo y me encanta pasar ratos a solas. Eso es algo que también me gusta. Piensa que paso mucho rato rodeado de gente; en la furgoneta, en el escenario, viajando… Y los momentos en soledad cada vez se van haciendo más escasos, por eso me gusta disfrutarlos. No siempre le encuentro sentido a estar con una chica. Igual hace años tenía más gracia o misterio, pero ahora ya me conozco la historia. Igual hay gente que te llama la atención y que te apetece un montón, pero no es la norma. Prefiero estar cerca de alguien que me interese de verdad. Tiene que haber algo poderoso, mentalmente hablando. Y no existe tanta gente así. Puede ser muy placentero estar solo y que la cabeza reflexione.

¿Te consideras narcisista?
Hombre, sí… Lo soy. Lo soy bastante. La verdad es que sí.

¿Cuánto llevas con tu mujer?
Cerca de trece años…

¿Y pensaste en alguna infidelidad por tu parte dada la distancia que había por las giras?
No, no… qué va. Pertenece al ámbito de mi vida privada, pero no me importa decírtelo. Cuando giraba, los únicos problemas que he tenido con mi pareja han sido por drogas y por problemas nocturnos. Pero en infidelidades no ha habido nada. Somos una pareja muy sólida y sabemos muy bien lo que queremos el uno del otro. Ella lo ha tenido muy claro y yo también. Es una persona muy segura de sí misma. No digo que esto sea válido para todas las parejas, porque no lo es, porque cada pareja tiene que buscar su modelo y ver cómo está de bien con ello. A mí, las relaciones extramatrimoniales nunca me han traído ningún problema. Nunca. Ni de conciencia ni de dudas… ni de nada. En cambio, las drogas, sí me han traído problemas.

Pero admites que has tenido relaciones extramatrimoniales.
Sí, sí, claro. Por supuesto. Muchas, aunque cada vez he ido teniendo menos puesto que cada vez me canso más. Me daba pereza y en realidad estoy bien como estoy. Pero no es por una cuestión moral, sino de apetencia. Las infidelidades dependen del acuerdo al que haya llegado la pareja.

¿Cómo se lo tomaba tu pareja?
Ni bien ni mal. Se lo tomaba normal. Es que el deseo es muy difícil mantenerlo con una sola persona. Yo estoy mucho tiempo fuera de casa, pero también hay otra gente que lo está casi más que yo. El deseo es algo que tiene múltiples objetos, pero lo que construyes con tu pareja es una cosa muy distinta. Los afectos son más sólidos porque se crean de otro tipo. Nunca ha sido una amenaza en ese aspecto y ni yo exijo lo que me exijo a mí, por lo que no soy un modelo tipo Alain Delon, que por lo visto era un “fucker” increíble. Aunque tenía a las chicas muy atadas y en casa. Era de ultraderecha y ese tipo de cosas. Pero desde luego, en mi caso no es así. Sé qué es difícil encontrar gente que entienda lo de las relaciones extramatrimoniales, es muy complicado. Incluso a veces da hasta reparo, ¿no? Pero estamos muy bien.

Qué sano…
Sí. Hemos podido hacerlo así. Igual dentro de cinco años decidimos cambiar de modelo. Quiero decir que cambiamos, como cambian y evolucionan las personas y las parejas por su cuenta. En nuestro caso, somos una pareja muy bien avenida. Creo que hay cosas peores que la infidelidad. Lo que sí me parece peligroso es el silencio en una pareja, por ejemplo. El silencio o la desconfianza. Me parecen realmente cosas horrorosas.

Y además de las drogas, ¿no hubo otros problemas?
Me creía demasiado ese mito del Rock and Roll. En alguna época me ha sentado muy mal esa parafernalia del Rock que he llevado muy al límite. Me la había creído desde muy pequeñito y me ha llegado a afectar muy personalmente. Por eso es importante que esté ahí la pareja, para ponerte en tu sitio. Ella me ayudó mucho. Si no llega a ser por ella, ahora sería un perfecto imbécil. Es que… joder, perdí pie. Eso sí que afecta a una pareja.

¿Cuán complicado es mantener los pies en el suelo cuando, hagas lo que hagas sobre un escenario, va a ser bien visto y reverenciado?
Depende mucho de cómo seas como persona. El Rock and Roll, lo que creo que hace, es exacerbar las cosas. Si eres un imbécil, el Rock and Roll te va a permitir serlo más, porque está dispuesto a permitírtelo. Si eres un chulo con las chicas, va a permitir que seas más chulo con las chicas. Hay un momento en el que puedes perder un poco de pie, pero es que yo venía de haber tragado mucha porquería en mucho garito. Sabía que el Rock no era así porque eso que se cuenta del Rock and Roll le pasa a un uno por ciento de los rockeros de este país. Sé que lo habitual es lo otro y sé cuál es la realidad media del Rock and Roll en España, y más ahora, que estoy con mis cosas en solitario. He tenido la suerte de no haber perdido todo el pie por haber vivido todo lo anterior y por el bagaje que tuve. Bien con Babylon Chàt, con Diana & The Rockatones, con los Cannonballs, con Claire Beaus… y con un montón de grupos con los que había tocado. Pero también conozco gente que no ha bajado.

No habrán pasado esa “mili”. Cuentas que con Babylon Chàt tuvisteis un momento en el que ni ganabais ni perdíais, logrando el paradigma del éxito. Aunque fuera sobre una bolsa rota.
Sí. Eso fue una historia como de mucha fe y de mucha apuesta. Realmente, aunque no lo parezca, cuando montas un grupo te acabas convirtiendo en un pequeño empresario. Tienes que estar echando cuentas, facturas que atender, gente a la que pagar… Es como una empresa. Y cuando llevas ocho o nueve años con una empresa que es deficitaria, es muy difícil mantenerla y mantener a la gente unida. El Loco siempre me dice que él es un ejemplo porque ha mantenido una banda y una carrera durante treinta años. Pero claro, yo mantuve a la mía durante ocho años sin ganar dinero. Los dos estamos continuamente sacando el plumaje para ver quién lo ha mantenido más (risas). Pero de verdad, cuando no se tiene dinero, se mantiene todo sobre los valores del Rock y otros valores más intangibles que acaban pasando más facturas.

Y volviendo al principio, la falta de valores ha provocado muchos fallos, al menos en la música española, entre chavales que no han vivido lo suficiente.
En España, como en otras muchas partes, existen, digamos, compartimentos: el Rock mesetario, el mundo del cantautor, el mundo Folk, el mundo indie… En éste último sí que creo que hay casos que producen un desclasamiento de gente perteneciente a clases altas que quieren probar otras cosas. No sé si es tanto de la pérdida de valores o de la vivencia de la música como un sueño, como un modus vivendi, como algo más que un hobby o como una herramienta para vivir. Hoy en día en España hay muchos aficionados a la música, lo que no sé es si hay tantos fanáticos de la música. Y te lo digo de verdad. Somos más europeos, y en general, la gente que se dedica a la música, tiene más cultura musical que hace años. Creo, ¿eh?, porque no sé si eso se ha asimilado bien o mal. Aficionados de la música hay, pero no sé si tantos apasionados. De esos creo que hay muchos menos. La diferencia entre el oficio, el hobby y que sea tu vida es lo que a mí me marca que un grupo me guste o no me guste. De todas formas, creo que vemos todo desde la barrera, y ya no digo exclusivamente en la música. Lo veía cuando estudiaba en la carrera con compañeros que iban a clase pero pensando que estarían mejor en otro lado. Estaba estudiando Historia del Arte, una carrera preciosa. Luego se puede vivir de ella, pero no se trata de vivir, sino de tener herramientas. Es un privilegio estudiar a Van Gogh, pero la gente no le ponía entusiasmo y no lo veía.

La falta de pasión, amigo mío.
Eso es. Creo que más que estar viviendo, estamos sobreviviendo. Vamos con el marcador a treinta, sin pisar el acelerador. Todo está en el grado de intensidad. Aunque no lo parezca, los jóvenes hemos sido más conservadores que nuestros padres. Veía en la Facultad que los profesores eran más avanzados en la manera en la que querían dar las clases que los propios alumnos. A veces me cuesta analizar a una generación completa, pero sobre todo tiene que ver porque no sabemos lo que nos cuesta y porque nunca hemos vivido ese “antes”. Tengo amigas que hablan un poco mal del feminismo, pero es que para que ellas puedan estar tomando copas y disfrutando, otras han tenido que pelear. Piensa que hay gente que ha peleado para que otras personas pudieran votar. Pero como no sabemos lo que es no tener eso, no nos damos cuenta de lo que ha costado conseguirlo.

Hasta que lo perdamos.
Efectivamente. Y cuidado, que poco queda. Es como la educación y el tema de los sindicatos. Es verdad que se ha colado mucho caradura. No te voy a decir que no, pero no seré el primero que lo dice, porque he vivido en Asturias. Hay muchos. Pero también te digo que, si perdemos los sindicatos, cuidado. Vale, se han dedicado a defender unos intereses, pero no sabemos lo que es no tener sindicatos. Es como si hoy a un chaval le quitas Internet, el móvil y demás. ¡Se le cae el mundo! A mí también se me caería, pero antes vivíamos sin ello. ¿Ahora la vida es mejor con eso? Pues sí, es más cómoda, pero nos cuesta saber lo que cuestan las cosas y nos cuesta poner todo nuestro ser y toda nuestra intensidad.


Texto: Carlos H. Vázquez.

Fotos: Panci.
charlyh

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