Como la de tantos otros, la historia de Jammin’ Dose se fragua en otras bandas anteriores en las que sus miembros militaron durante un tiempo. Es en 2012 cuando deciden unirse en un nuevo proyecto, del que ahora nos llega su primera grabación, autoproducida y grabada en los estudios Moby Dick.
La propuesta de estos malagueños no es nueva: soul, funk y rock como pilares fundamentales de un mejungue lleno de influencias. Lo que sí es novedoso es que tengamos en este país gente capaz de afrontar esta mezcla con soltura y que para colmo saquen de ella un puñado de composiciones más que interesantes. Month In Fake Town abre el disco mostrando tan sólo unas pocas de sus cartas, porque la cosa alcanza momentos especialmente intensos con Tainted, Tone Of The Black, en la que Pablo Márquez hace un gran trabajo de voz, y Looking For Madness.
Jammin’ Dose son más que un par de referencias, pero es inevitable y tal vez hasta útil mencionar algunas, como el Stevie Wonder del Songs In The Key Of Life o Jamiroquai. Sin embargo, siempre nos quedaremos cortos, porque en la música de Jammin’ Dose también hay espacio para el reggae y un buen número de riffs más cercanos al rock que al funk, como en I’m Still Calm, inspirada claramente en el sonido de Rage Against The Machine, o el tono Santana que despliegan en Needle Hurts. Y quizá ahí radique una de las claves de este disco, la naturalidad con la que pasan de un estilo a otro, de un ritmo a otro, pero siempre con la canción como objetivo. Una de las sorpresas más gratas del año sin duda.
Texto: Juan Manuel Vilches