La manera en que se trata al blues en Long Term Music es original, oscura, misteriosa, inquietante y primaria. ‘Lord, Don’t Wanna Die Alone‘ no duda en acercarnos al ‘Loser‘ de Beck, mientras el vuelo de ‘Odd Song‘ es calmo, de camino sin final a la vista, de horizontes inabarcables por el ojo humano. ‘The Voice‘ puede inyectar el temor de lo desconocido, algo que se evapora al alcanzarnos ‘The Distance‘ y su fractura en tempos, columna vertebral que se descuajeringa con los beats parsimoniosos. La esencia del terruño reside en ‘Tomorrow‘, en las antípodas, por ejemplo, de un ‘Long Drive‘ que es como juntar a aquellos The Doors del LP L.A. Woman con una propuesta del space rock afianzada a principios de los años 70.
Cautivador a la par que desconcertante, aunque seguramente en ello resida su encanto. Un hombre que trabaja cual banda y cuyo espectáculo está tanto en su música como en disfrutarle sobre unas tablas viendo la manera en la que la ejecuta.
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