El cuarteto mexicano tomó su nombre de diferentes referencias culturales: Pancho Villa era apodado “El centauro del norte”, la constelación que tenemos más cerca es Alfa Centauri y también hacen alusión al centenario de la revolución mexicana. Su música también es un híbrido de diversas procedencias -rancheras, rock, electrónica, boleros, pop, cumbia… -, a priori tan dispersas que ellos mismos afinan el tiro al autodefinirse como “Electrónica regional mexicana”. Huyamos de etiquetas para certificar que Centavrvs te harán bailar y cantar sin remedio.
‘La Valentina’, de su primer largo Sombras de oro toma la tradición de rock en español, añade bailables influencias electrónicas y es aderezada con deliciosos punteos de guitarra. ‘Por eso’ una de sus primeras composiciones, es una electrocumbia donde el groove es apuntalado por fogonazos electrónicos. ‘Debilidad’ tiene metales sampleados y aunque los ritmos vayan cambiando -incluso dentro de cada canción- todas ellos apelan al movimiento de cadera.
‘La Plegaria de la Noche’ fue escrita en Coyoacán en plena pandemia, “Siempre el arte nos salva de las horas más oscuras, por eso le dedicamos esta canción a la noche” afirmó el vocalista y guitarrista Demián Gálvez. Esta canción formará parte de su nuevo álbum, que será editado próximamente, al igual que ‘Bailar con María’, una oda a la marihuana consistente en una mezcla de funky paulista y chilena oaxaqueña que consigue sonar vanguardista. Además contiene una sección de cumbia rebajada, ese estilo que aprendimos gracias a la película Ya no estoy aquí.
La esencia de su sonido reside en el balance entre pasado y presente, los orígenes añejos de muchas de sus influencias frente a las posibilidades sónicas del siglo XXI, teniendo claro que hay un punto vital común: el ritmo. Curiosamente la banda carece de baterista, pero sintetizadores y percusiones -congas, güiro, cencerro…- bastan para imprimir contagiosas cadencias y además aliñarlas con teclados, scratches o samplers de la revolución mexicana. ¡Viva Zapata!
La variedad de texturas que emanan de secuencias y percusiones es impresionante, pero el aporte definitivo sale del bajo: en las partes más ambientales nos regala líneas cálidas -aunque nada sencillas- que llevan el soporte armónico, mientras que cuando la electrónica gana en intensidad y decibelios el instrumento surfea sobre los subgraves aportando magistralmente ritmos y colores, nunca opacado.
En directo se entiende a la perfección por qué ‘El punto final’ es su tema más popular. Desde un comienzo tímido, los diferentes ingredientes del cóctel Centavrvs se van añadiendo capa a capa: un estribillo con reminiscencias a boleros o rancheras, acertadas ráfagas de guitarra siempre con un sonido muy limpio, riffs de metales, ritmos secuenciados con ecos de danzas prehispánicas, acertadas percusiones interpretadas en vivo, diversos detalles añadidos en teclados y una dinámica general de menos a más que consigue que la canción termine en su punto álgido. “¡Cómo nos gusta El punto final!” sentencia un sudoroso Rayo al finalizarla.
Poco más de una hora de concierto para quedar prendados de una banda que en su país está acostumbrada a los grandes escenarios, donde despliegan toda su propuesta visual con poderosas videoproyecciones donde, por ejemplo, denuncian la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. En Madrid debutaron frente a 25 personas “Estamos abriendo caminito por acá”, pero independientemente de la audiencia, sean 10 o 10.000 el objetivo de Centavrvs es el mismo: hacer bailar a las almas del presente a través del espíritu de los ritmos de antaño.
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