Hace catorce años me encontraba tirado en el sofá, seguramente comiendo un sándwich de Nocilla, mientras veía embobado la película ‘Alta Fidelidad‘ de Stephen Frears. Tiene escenas deliciosas, pero una de las que más me gusta es esa en la que Dick (el dependiente calvo) filirtea con Anna (su futura novia) en la tienda de discos. Su excusa para entablar conversación con ella es la de Green Day y sus influencias, que según él no son otras que The Clash y Stiff Little Fingers. Para demostrárselo decide pinchar “Suspect Device“, hasta que el mamón de John Cusack la quita para poner una de Beta Band, que, eso sí, se trata de otro temazo. El caso es que fue en ese momento cuando les escuché por primera vez y no he parado de hacerlo desde entonces.
Sin embargo, hasta el pasado 25 de noviembre de 2014 no tuve la oportunidad de verles en directo. La espera fue ardua y demasiado larga, dado que el único miembro original de la banda con nombre de canción de los Vibrators es el cantante y guitarrista Jake Burns. Aunque Ian McCallum y Steven Grantley, guitarrista y batera respectivamente, llevan tanto tiempo en la formación, que casi pueden ser considerados como tal. El caso es que el grupo de punk rock irlandés por excelencia, con más de 35 años de carrera y una decena de discos de estudio a sus espaldas, siguen en la cima de muchos corazones. Aún no han caído en el olvido, y giras como Summer Nationals aún se acuerdan de ellos (estuvieron girando el pasado verano por Estados Unidos junto a Offspring, Bad Religion y Pennywise). Además, en esta ocasión volvieron con un disco bajo el brazo por primera vez en once años, llamado ‘No Going Back‘, que está realmente bien.
La cita tuvo lugar en Copérnico, un oasis de madera en mitad del madrileño barrio de Moncloa, que presentó muy buen aforo y sonó a la perfección. El punto de partida no podía haber sido mejor: “Wasted Life” de su legendario debut ‘Inflammable Material‘, ecualizado divinamente desde el primer acorde y que nos transportó una vez más a la Irlanda del Norte de finales de los setenta en la que ellos mismos podrían haberse convertido en “soldados del pueblo”. Hoy en día los temas que salpican sus letras tienen más relación con la crisis financiera, el racismo o la pedofilia eclesiástica. Los escogidos como muestra representativa de su última referencia fueron el nostálgico (sin serlo realmente) “When we were Young“, el arrollador “Full Steam Backwards” y la desgarradora “My dark places“, que Burns dijo que compuso completamente deprimido y que incluso llegó a pensar que sería la última. Siempre hay un destello de luz un poco más allá y nos alegramos de que él llegara a verlo.
El set list estuvo eminentemente sustentado sobre tres pilares, la gran trilogía de Stiff Little Fingers: ‘Inflammable Material’, ‘Nobody’s Heroes’ y ‘Go For It’. De este modo fueron ejecutando con admirable eficacia temas sobradamente conocidos como “Just Fade Away“, “Silver Lining“, “Throw It All Away” o “Barbed Wire Love“. Es de agradecer enormemente lo generosa que fue la selección para esta gira, obviando los discos posteriores al 82 y empatizando completamente con el público, ávido de las canciones que les encumbraron como una de las grandes bandas de la historia del punk inglés.
Los de Belfast tuvieron tiempo incluso para homenajear a su (y nuestro) adorado Joe Strummer, con la copla “Strummerville“, además de entregarse al sonido reggae que impregna una parte de su ADN, de la mano de dos fantásticos temas: su versión de “Doesn’t Make It Alright” de los Specials (de la que comentaron que sus amigos trompeteros se les adelantaron grabándola) y la emblemática “Roots, Radicals, Rockers and Reggae” de Bunny Wailer. De hecho, con estas dos incluso el cuarentón público pareció cobrar algo de vida. Qué horchatismo, rediós. Menos mal que los himnos finales despertaron un poco a la chavalada e incluso lograron exprimir un pogo bastante resultón. Estos fueron la definitiva “Suspect Device“, seguida de un bis compuesto por “At The Edge” y la que sin duda es su himno por excelencia, la gloriosa “Alternative Ulster“. Stiff Little Fingers. Dignidad infinita. Tan necesarios entonces como a día de hoy.
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