El concepto, filosofía, visión y propósito del LEV (Laboratorio de Electrónica Visual) es, probablemente, nuestro preferido de España. El festival original de Gijón es una experiencia incomparable a cualquier otro evento del país. Por eso, cuando sus creadores decidieron hace seis años traer una versión adaptada, menor pero igualmente única, al Matadero de Madrid, nos hicieron enormemente felices. Desde entonces hemos visto a docenas de artistas nacionales e internacionales presentando proyectos asombrosos en las distintas naves, así como todo tipo de instalaciones tecnológicas y obras de realidad virtual.
Como ya he dicho, es imposible tener una mejor percepción del LEV que la que tenemos nosotros y por eso nos gustaría que fuera un festival que no dejara de crecer en oferta cultural, prestigio y presupuesto. Desgraciadamente, desde la pasada edición viene sucediendo lo contrario. El número de actuaciones, instalaciones y proyectos involucrados se está reduciendo. Si ya hubo un salto inverso el año pasado con respecto al anterior, este ha vuelto a haber otro, haciendo que la edición del 2024 sea la más discreta de las seis que ha habido en Madrid. Somos conscientes de que emprender una producción de estas características actualmente es mucho más difícil que en el pasado. Los precios están disparados y el poder adquisitivo del público cada vez sufre más. Precisamente por eso el LEV tiene una política de precios reducidos. Aforos muy limitados, sin barras y con entradas asequibles deja muy poco margen de maniobra. Por eso no podemos más que agradecer a la organización las ingentes cantidades de esfuerzo, equilibrios e ilusión que ponen en el LEV Matadero. La calidad de su propuesta sigue siendo impecable y solo esperamos que podamos seguir disfrutando de uno de los mejores eventos del año durante mucho tiempo.
Del 18 al 22 de septiembre tuvieron lugar distintas actividades, tanto de pago como gratuitas, centradas en la exploración audiovisual, el arte digital, la música experimental y las realidades extendidas.
La mejor forma de iniciarse en el LEV es hacerlo paseando por la plaza Matadero. La carta de presentación de esta edición fue una fascinante instalación llamada Alcove LTD creada por el estudio suizo Encor: un contenedor vaciado que funciona como una caja de luces que atrapa el reflejo de los espectadores entre strobos y películas de cristal líquido. El sonido ambient futurista sumado a un hipnótico baile de transparencia y trasluz nos pareció fascinante, tanto con la luz del día como después del atardecer. Una obra realmente luminosa.
Allí mismo pudimos ver a través del móvil tras descargar una app la obra de realidad aumentada Slow Walker de Peder Bjurman, en la que un tardígrado gigante (probablemente el mejor ser vivo del planeta) invadía volando el Matadero sobre la voz en off de Abdul Mogard.
Un poco más allá, en la nave 0 en la que solía estar el VORTEX, nos encontramos con la exposición «Pixel Gods: Taiwan digital», en la que se reivindicaba el pixel, como unidad primigenia de la imagen digital, a través de tres obras de arte digital taiwanés: Gods of Water, de Kuang-Yi KU, Words Game, de TEAM9 y How To Improve Photo Quality by AI | Noise Reduction, Super-resolution Tutorial, del colectivo Simple Noodle Art. Distopías futuristas, crisis medioambiental y videoensayo. Bastante denso.
Más interesante fue la videoinstalación Immersion del británico Robbie Cooper, emplazada en la Cineteca. Básicamente, una sucesión de personas aparentemente mirando a cámara, pero realmente hipnotizadas jugando a videojuegos. Muy interesante el retrado de la concentración con aspecto de deficiencia. Una impactante reflexión visual que indaga nuestra relación con el contenido online y las pantallas, y pone en crisis los límites entre mirar y ser mirado.
Por su parte, la artista californiana Alice Bucknell, presentaba una película experimental llamada The Alluvials que retrataba una versión futurista de Los Ángeles. Una videoinstalación que combina la teoría ecológica, la ficción especulativa y el diseño de juegos posthumanos para pensar la crisis climática, con una narrativa multiperspectiva que incluye puntos de vista humanos, animales y hasta de un río a lo largo de siete episodios. Un diseño anticuado y una narración poco dinámica que no logró captar demasiado nuestra atención.
Por último, antes de pasar a los lives, destacar la instalación Save the Planet de INITI Playground, una propuesta multijugador con la que poder participar de forma activa en equipo para salvar el planeta. Integrando tecnologías de mapping y detección de movimiento, consistía básicamente en tratar de acertar con bolas reales en las creatividades estilo Space Invaders proyectadas en una gran pantalla. Sin duda fue la preferida del público infantil.
En cuanto a la realidad virtual, este año decidieron presentar tres proyectos de larga duración en vez del doble, pero de menor recorrido, tal y como habían venido haciendo los últimos años, y yo creo que fue un acierto total, especialmente por la calidad de las obras, muy superior a las de recientes ediciones. En primer lugar, un viaje por el Namuanki de Kevin Mack, un universo lleno de bellos personajes, texturas y paisajes en los que te quedarías a vivir. Después pasamos a The Eye and I, una inmersión en los delirios visuales del artista chino Hsin-Chien Huang junto al maestro Jean-Michel Jarre. Con semejantes nombres prometía mucho, pero no nos deslumbró. La que sí lo hizo fue In Pursue of Repetitive Beats de Darren Emerson, probablemente la mejor experiencia virtual musical que hemos vivido. Un viaje a 1989 para acompañar a un grupo de jóvenes en su aventura a una rave en Inglaterra. Un documental inmersivo en el que los protagonistas de aquella época relataban cosas como las estaciones de radio piratas que usaban para publicitar los eventos o la persecución policial que sufrían los ravers. Un viaje vibrante por escenarios como una habitación humeante, una comisaría, una carretera o un almacén convertido en el mejor club del mundo por unas horas. Todo ello con una banda sonora increíble con tracks como “Aleph 2” de Max Cooper. Una experiencia fascinante.
En cuanto a los lives, como hemos comentado este año hubo menos que nunca. Únicamente seis actuaciones que tuvieron lugar en único espacio. Además, el factor audiovisual de los directos fue anecdótico en la mayoría de ellos. No obstante, todos los artistas son interesantes por uno u otro motivo, así que, aunque no podemos mostrar tanto entusiasmo como en otras ocasiones, no se puede decir que nos fuéramos del Matadero con mal sabor de boca.
La primera artista en abrir la sesión doble del viernes fue la cantante, productora y performer inglesa plus44kaligula. Muy heterogénea, pasaba de los gritos a los susurros, del canto jazzero a la spoken word, sobre paisajes que superponían piano con drone y sintetizadores de inspiración trance en composiciones que deconstruyen la musicalidad tradicional. Sus aptitudes vocales no nos fascinaron y fue de más a menos, pero tuvo momentos muy sugerentes. Acto seguido fue el turno de NAH (nombre artístico de Mike Kuun), baterista y productor musical estadounidense, colega de Igor Cavalera. A medio camino entre el math rock, la samba metalera y el drum and bass, desató su locura anárquica sobrado de energía y actitud punk mientras unos visuales que rendían culto al feísmo se reproducían a su espalda. Una agitación que claramente necesitábamos, aunque muy controlada. Tanto que invitó al público a subir al escenario con él pero la organización le desalojó rápidamente, no se fuera quebrar la tarima.
Al día siguiente llegó el turno de Keeley Forsyth, presentando su tercer trabajo “The Hollow”, con una interpretación tan teatralizada como minimalista y tan lúgubre como intimista. Parecía una sacerdotisa atormentada, aunque resultó más desasosegante que emocionante. Tras ella, se subieron al escenario Axontorr, la dupla compuesta por Oliver Torr, artista multidisciplinar, compositor y diseñador de sonido checo, y Axonbody, nombre artístico del creador 3D parisino. Vocales entrelazados, efectos sonoros y guitarras tecnificadas que daban un resultado melódico resultón pero bastante convencional.
Afortunadamente, el LEV Matadero 2024 cerró por todo lo alto gracias a Horma & Azael Ferrer por un lado y Moritz Simon Geist por el otro. En primer lugar, la productora Sole Parody (más conocida como Le Parody) desplegó un techno experimental lleno de oscuridad. Una lección de IDM industrial proyectado a partir de la grabación distorsionada de su cara gracias a los llamativos visuales de Azael. Un futurismo del que también hizo gala el alemán Moritz Simon Geist, a partir de un despliegue de aparatos electrónicos reciclados en forma de pirámides luminosas que reaccionaban a glitchs y melodías programadas. Desgraciadamente, un problema en su ordenador hizo que se produjeran algunos cortes que restaron fluidez a la actuación, pero aun así lo compensó la más pura esencia del Laboratorio de Electrónica Visual que tanto adoramos.
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