Siempre es desolador entrar en una sala a la hora a la que se supone que debería haber comenzado un concierto y encontrártela medio vacía. Si además el grupo que toca esa noche es de un nivel tan increíble como es el caso que nos ocupa, el alma se cae irremediablemente a los pies. No creo que fuéramos más de cuarenta personas en la Boite cuando los Deadstring Brothers se subieron al escenario. Y es que, desgraciadamente, esa pobre asistencia es un claro indicativo de lo grandes que son. Así funciona muchas veces en España, la calidad musical de los grupos es inversamente proporcional a la asistencia del público patrio a sus conciertos.
Medio yankis, medio ingleses, ya que dicen que uno no es de donde nace, sino de donde pace, los Deadstring Brothers son puro Rock ‘n’ Roll, pero tiznados de vetas exquisitas de Blues, Country y Soul. El resultado es exquisito y en directo son una combinación armónica llena de sentimiento y fluidez de sensaciones. Siempre se les tiende a comparar con los Rolling Stones y la verdad es que ¿con qué otro grupo mejor podrían compararte? Pero hace mucho tiempo que dejaron de ser una banda de versiones. Ya tienen cinco discos en su haber y en ellos está escrito que estos abanderados de Bloodshot juegan en primera división. Además de las citadas majestades satánicas en su sonido está impregnada la magia de Parsons y todo aquel que admira a grupos como The Black Crowes, Drive By Truckers o My Morning Jacket debería dar una oportunidad a estos magos de la guitarra y sino, que se pase al Pop vacío de, por ejemplo, Interpol.
Y con todos esos credenciales se subieron a las tablas frente a la ausencia y abrieron su recital con la genial “Sao Paulo“, que da nombre e inicia su último álbum. Tan perfectamente tocada en directo como habíamos imaginado. Frente a este grupo de músicos uno es trasladado inevitablemente a los años setenta y siente la nostalgia por aquello que no vivió, como es mi caso. Cuando el Rock era algo auténtico y cada día era vivido con la incertidumbre de no saber qué nueva leyenda iba a nacer en ese momento. Pero por suerte aún quedan resquicios de lo que fue un movimiento que ya no es y su eco aún resuena en los que tenemos el deseo de escucharlo por siempre.
A veces más blues, a veces más soul, siempre rockeros y cortantes como un látigo levantando el polvo de la tierra seca. Las mágicas melodías desgranadas con el slide, un base rítmica al compás del vaivén de una caballeriza y una voz que busca la pureza de Nick Cave o Jagger disponen la clase y el talento como pocos saben hacer.
Y de este modo, con un equilibrio musical digno de Faces o los Allman, se fue sucediendo un huracán sureño que combinaba sus últimas canciones con las mejores de los cuatro discos anteriores, perlas inspiradas como “Smile” o “The River Song“. Desgraciadamente, en esta ocasión lo que no se puede decir es que se produjera una fusión entre banda y público. Dos trenes avanzaron paralelos, el de la calidez musical y el de la frialdad de un directo carente de más emoción que la de su soberbia interpretación. Lo cierto es que me recordó a la escena de una película en la que paras en un destartalado bar de carretera en mitad de Nuevo México y te topas con una música que te lleva hasta lo más alto del cielo. Las guitarras, el pedal steel, la percusión y un teclado vibrante, e incluso la harmónica en un tema, lo hacen posible. Aunque por mucha emoción que nos suscitaran fue inevitable ignorar la incomodidad que supuso la desolación patente aquella noche en la Boite. Un puñado de gente que parecía estar allí por casualidad y un grupo ajeno a ellos y sin ganas de establecer ningún tipo de comunión; la definitiva ausencia de la seductora Masha Marjieh, cuya voz se fundía con la de Kurt de forma magistral en el pasado y en definitiva todo lo que hizo que no fuera un concierto inolvidable.
En cualquier caso, gracias a los verdaderos responsables, la promotora Heart Of Gold, por hacerlo posible. Confío en que la próxima vez tanto el grupo como el público den lo mejor de sí mismos y podamos disfrutar de la verdadera magia de los hermanos de las cuerdas muertas.
Texto por Javi JB y fotos por Pat Blanco