Milladoiro — Centro Acción Social y Cultural de Caja Cantabria (Santander) — 21/10/10

Los sonidos de la “terra galega” aterrizaron en Santander de la mano de Milladoiro, grupo de folk celta gallego que dio sus primeros pasos en la década de los 70 y que hoy, 30 años después, pueden presumir de tener 24 discos a sus espaldas y entre otros muchos galardones, un Goya a la mejor banda sonora por “La mitad del cielo”, de Manuel Gutiérrez Aragón, y una edición de música tradicional gallega —”Castellum Honesti”, de 1989- en las listas de éxitos de Estados Unidos.

Con semejante bagaje a cuestas, el septeto gallego ha comenzado una gira aniversario de la edición de su primer disco, “A Galicia de Maeloc“, que comenzó el fin de semana pasado en Avilés y Santander, y que continuará durante los próximos meses por varios puntos de la geografía nacional.

Así, el jueves pasado llegaron al Centro de Acción Social y Cultural de Caja Cantabria (CASYC) en la capital cántabra, para demostrar por qué se dice que con Milladoiro empezó todo. Cargados con sus gaitas, flautas dulces, ocarinas, violines, acordeones, bodrams, guitarras, panderetas y demás instrumentos, unos más conocidos que otros, Milladoiro se coló de puntillas en las almas de todos los asistentes con las dulces y melancólicas tonadas, directamente importadas de su tierra, que tan grandes les han hecho.

Su recital consistió en un compendio de temas propios y otros como bigas, carvallesas y muñeiras tomadas de la tradición popular gallega, ahora alegres y danzarinas, ahora tristes y nostálgicas, con las que nos hicieron viajar a los frondosos bosques y a los caudalosos ríos de su Galicia natal, tan verde, tan misteriosa.

La formación al completo destacó por su increíble compenetración y su absoluta profesionalidad a la hora de interpretar su repertorio, dejándose sentir una amistad que ya dura treinta años. Todos cambiaron frecuentemente de instrumento en función del tema que viniera a continuación, y sin fallo siempre, salvo en “Arrumbo“, donde pareció que una de las dos gaitas que tocaban a la par iba algo fuera de tono, aunque fue un incidente sin importancia que no empañó en absoluto el concierto. Además, y aunque casi todos los temas son instrumentales, la banda tuvo un momento para dejar los aparejos a un lado y entonar todos juntos “cantada a capella“, que nos transportó a la Galicia más profunda y folklórica.

Con cada pentagrama de piezas como “Alada das Mariñas”, el “Vals de Libunca” o la “Alborada de Corcubión”, nos transmitieron la belleza y la armonía de una región como Galicia, de sus mares, su cielo, su tierra y su horizonte infinito. Cabe destacar que los siete integrantes de la banda se mostraron muy agradecidos con el público y muy comunicativos, y hablaron de amistades, recuerdos y anécdotas que les habían ocurrido en Cantabria en el pasado.

Los miembros fundadores que siguen en la formación, como Xosé A. F. Méndez, Nando, Xosé V. Ferreiros o Moncho tuvieron la voz cantante a la hora de dirigirse al público, siempre con un cariño entrañable. Uno de los momentos más emotivos fue cuando presentaron “Maruxa“, un corte soberbio, de composición exquisita, nada rimbombante, que formó parte de la banda sonora del filme “La mitad del cielo”, que les valió el Goya antes mencionado.

Tras este, que quizá fue el momento álgido del recital, la banda nos sumergió en una espiral de sonidos de gaitas, de bailes y de ritmos folkies que incitaban más a levantarse de la butaca y ponerse a bailar que a estar allí sentados mirando sin sacar los pies del plato.

Por desgracia, en un sitio tan serio y encopetado como el Casyc eso no se puede hacer salvo riesgo de expulsión fulminante de la sala, por lo que los más bailarines nos tuvimos que quedar quietecitos disfrutando de la maravillosa “Galope de guistola”, “Pomba dourada” o de “Brincadeiro“, con las que Milladoiro se despidió de sus seguidores cántabros habiendo depositado un sentimiento de morriña en nuestro interior y, por encima de todo, dejando bien claro, una vez más, que son una de las bandas de folk más grandes de todos los tiempos.


Texto y fotos: Lola Hierro

nabiaorebia

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