Llega entonces el “nudo”, la parte central de mi relato, el momento en el que se pone todo en marcha y comienza a hacerse la magia, con las mangas bien remangadas y sin trucos de salón, solamente mucho esfuerzo y dedicación. Eduardo García Salueña, uno de los músicos más excelentes y virtuosos que ha dado nuestro país, a la par que talentoso compositor, echó a rodar todos sus recursos creativos para escribir una partitura que, todavía cercana a la banda de gaitas, se abriese a mundos poco transitados por la misma, lugar en el que entra el quinteto instrumental que se cita en el título de la obra. Fran Molinero, historiador y escritor, plantea el Poema como algo cargado de una vida que camina con paso firme, que debe entenderse con la música como si simplemente se pusiese encima un traje confeccionado a medida del usuario. Y así recitadores y cantantes, músicos y compositores, artistas todos, se reúnen para ensayar en sesiones calculadas y perfectamente dirigidas, cuidando detalles mínimos para que a la postre la coordinación total del elenco escogido fluya como algo natural, casi innato.
Cuando por fin el 10 de agosto de 2011 el público asistente al acto puede enfrentarse con el “desenlace”, descubre maravillado que Poema Sinfónico es una obra que supera cualquier tipo de expectativa favorable augurada. Desde el apasionado recitar de la introducción que es ‘Anuncia‘, pregonando a voz en cuello, hasta la consecución en el despertar con ‘Fundación‘ o las percusiones valientes que abren ‘Noega‘ a un jazz emotivo, de esos alardes que hubiesen alegrado al hace poco desaparecido Dave Brubeck, todo ello se sitúa con ingenio para hacerte entrar en el juego, para clavar tus orejas al suelo y que así tus oídos descubran el deleite de lo sublime por llegar. Y es que, desde ese momento, la magnificencia de este trabajo no hace otra que cosa que alzarse y alzarse, más y más, en una evolución que llama a las emociones. El dramatismo de ‘La Segunda Muerte De Noega‘, la belleza de ‘Les Fontes Escondíes‘ —no sé bien la razón, pero en mi corazón palpita la misma emoción que cuando escuché por primera vez el LP Solfafría de los gallegos Milladoiro—, la iniciación de piano a lo Billy Joel más melancólico en ‘La Muyer Que Te Lluchó‘, la habanera del emigrante que es ‘La Fonda De Lola‘, ese toque de fusión agitado desde la suavidad con pellizcos de arpa deliciosa de ‘La Xuba Lo Sagrao‘, el sci-fi asturiano de gaita y espacios por descubrir impregnado a lo largo de ‘Noega: Ente Les Dómines‘, la parsimonia épica cual poso en ‘Ente Los Cielos/Noega Reprise‘.
Si ya cautiva escuchándolo en su edición en disco compacto, no me quiero imaginar lo que debió ser asistir en persona a tamaño evento, a tan satisfactoria cita con el arte al desnudo, en carne viva. Poner en consonancia a tanto instrumentista en un directo único, lograr que todo se suceda sin contratiempos es, como ya anotaba más arriba, digno de magos, de ilusionistas cuyo único truco es ser los mejores en sus disciplinas, comprenderse y poner la cultura, aunque los tiempos convulsos no sean propicios, en el sitio que le corresponde.
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