Y así se han propuesto saltarse cualquier tópico que pudiéramos asociar a la música oscura o incluso al doom metal con el que se les podía etiquetar en sus inicios. ¿Para qué hablar sobre los vikingos o sobre Halloween si aquí tenemos a la Inquisición y la Semana Santa? Así han ido construyendo con su música un imaginario en el que no encontraremos sabbaths sino funerales de pueblo, y las voces no suenan como la de Ozzy sino que nos recuerdan al cura de tu parroquia.
Siguiendo por este camino, para este disco Orthodox prescinden de los elementos que tradicionalmente se esperaba encontrar en un grupo de metal. En “Sentencia” no encontramos guitarras distorsionadas, ni riffs, ni solos, ni estribillos, ni doble bombo. En vez de eso, aquí se dedican a maltratar pianos, órganos, violoncelos y trompetas hasta hacerles chillar como si imitaran los sonidos de una cámara de tortura.
Entramos al disco con “Marcha de la Santan Sangre“, algo así como si Ennio Morricone dirigiera la banda de música de una procesión de Semana Santa. De ahí pasamos a “Ascensión“, una barbaridad inclasificable de más de 25 minutos. ¿Una saeta interpretada por John Zorn? ¿György Ligeti componiendo pasodobles? Aquí la banda se mete en un desmadre experimental bastante áspero, difícil de escuchar incluso para oídos bien entrenados, pero que deslumbrará al que tenga la paciencia suficiente como para penetrar más allá del caos sonoro de la superficie. Y el cierre viene con “…Y la muerte no tendrá dominio“, algo así como “El lago” de Triana tocada por el espíritu de Maese Pérez, el organista de la leyenda de Bécquer.
“Sentencia” viene a ser el mejor trabajo de Orthodox hasta la fecha. Aquí llevan al límite lo que ya probaron en su anterior disco —el magnífico “Amanecer en puerta oscura” (2007)-, esa mezcla de free jazz, música de vanguardia, metal cavernoso y la tradición estética de la España negra. Ahora parecen jugar a ser unos Om que vuelven su mirada al rock progresivo andaluz de los setenta, o, rizando el rizo, unos Planetas que tras “La leyenda del espacio” decidieran lanzarse a poner música a películas de terror de serie z. Un trabajo que les sitúa un paso más allá del post metal, y que debería confirmarles como una de las anomalías más disfrutables en la escena underground. Un LP tan inclasificable como imprescindible.
Carlos Caneda
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