Esta una de las bandas que más han atraído la atención de crítica y público de los últimos años. Un cuarteto londinense que comenzó su carrera en las calles pero que con su primer disco, Knee-Deep in the North Sea, lograron dar el salto y situarse como una de las bandas más prometedoras del jazz vanguardista actual. Portico Quartet condensan un gran número de influencias: Terry Riley, Philip Glass, Brian Eno, Steve Reich, el jazz más clásico de Miles Davis y, sobre todo, el del sello ECM e, incluso, algunas sonoridades y ritmos africanos. Sin embargo, su música tiene algo que consigue hacerla llegar mucho más lejos y no encerrarse en los pequeños círculos del jazz o la música contemporánea.
Uno de los elementos distintivos de su sonido es el uso del hang o hang drum, un instrumento de percusión creado en el año 2000 por una empresa suiza. Fabricados en acero, la clave del peculiar sonido de este instrumento es la resonancia que los distintos golpes provocan en los círculos que lo rodean, siendo cada uno de ellos una nota. El hang fue concebido originalmente para ser tocado con las manos, pero Nick Mulvey lo hace con baquetas habitualmente, ya que usa el hang como sustituto de los tambores en su set de batería.
Después de la introducción ambiental de Window Seat, tenemos Ruins, el tema que ha sido acertadamente elegido como presentación de este álbum. Acertada elección porque Ruins comienza con un ritmo contagioso, asequible, y su melodía principal —y variaciones de la misma- es muy pegadiza. Un tema que recuerda a los magníficos comienzos de News From Verona y Paper Scissors Stone de sus trabajos anteriores. Spinner nos da uno de los pocos momentos más jazzísticos del disco, aunque la composición se va salpicando poco a poco de pequeños ruidos y efectos electrónicos. Se aprecia ahora una mayor presencia del componente electrónico que antes, muy palpable en temas como Rubidium, Lacker Boo o City Of Glass, pero también hay espacio para momentos más clásicos, como en la tenue Export For Hot Climaties, una de las piezas más bellas. En Steepless cuentan con la colaboración de la voz de Cornelia, una cantante sueca afincada en Londres que había llamado la atención de la banda. Tanto, que Steepless prácticamente fue compuesta sobre la marcha en el estudio.
Isla aún era bastante deudor del minimalismo de Steve Reich o Terry Riley y, aunque en este nuevo trabajo, esas influencias se mantienen, parece que el cuarteto inglés ha incorporado ahora influencias más actuales, como Four Tet, Eluvium e, incluso, los Efterklang del Stripper y el Parades. En torno a los ritmos electrónicos se articulan diversos efectos y se van desarrollando las oscuras melodías de Jack Wyllie y Milo Fitzpatrick en un grado mucho mayor, y no es que esta pequeña evolución no sea lógica en la trayectoria de la banda. Es que seguramente ahora encontrarán más adeptos a su música entre los aficionados al ambient y a la electrónica experimental que al jazz.
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Texto: Juan Manuel Vilches
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